viernes, 30 de noviembre de 2012

No necesito nada más.

Me quedé mirándolo mientras estaba despistado, hablando con todo el mundo, sonriendo sin más. Era la primera vez en años que lo veía. Que lo veía realmente como era, siendo él mismo, sin esconderse. Le brillaba la mirada cuando se dio la vuelta y se quedó mirándome. Incluso a diez metros de distancia se podía escuchar el bombeo incesante de la sangre por mis venas. Los latidos irrefrenables de mi corazón. Por un momento, el mundo desapareció. La gente de nuestro alrededor dejo de importar y todo se silenció. No importaba nada, solo nosotros, perdidos en la mirada del otro.
Pensé en todo lo vivido hasta ahora, en todo lo ocurrido en aquellos disparatados meses que ahora parecían tan lejanos. Me descubrí sonriendo al pensar en sus tonterías de niño pequeño cuando era feliz. En sus momentos de pasión, de amor, de lujuria incontenida. Siempre estuvo ahí y yo nunca lo vi. ¿Cómo había podido estar tan ciega? Y ahora estaba ahí, mirándome con las manos en los bolsillos y la ceja derecha levemente alzada, ¿era eso una invitación silenciosa? Cerré los ojos un solo segundo y sonreí de manera automática. Alcé los brazos en señal de rendición y ahí, a diez metros de distancia, pude leerle la mente, pude sentir su pulso, su respiración casi tan acelerada con la mía. Empezó a reírse y su risa despertó todo lo que llevaba sintiendo en silencio. Me quedé mirándolo fijamente mientras él seguía riéndose y sin pensarlo, crucé esos metros que nos separaban y me arroje a sus brazos. Su sorpresa solo duró unos segundos, porque casi al instante me devolvió el abrazo y me mantuvo pegada a él. Con fuerza.
Nos convertimos en el centro de las miradas pero no me importó. Solo pude pensar en algo, una sola frase que expresaba todo lo que sentía, todo lo que necesitaba, todo lo que había callado sin ni si quiera darme cuenta: <<No puedo vivir sin esto.>>  

jueves, 29 de noviembre de 2012

Por ti y por mí; por los dos.

<<No me dejes caer nunca. No me sueltes ni me desampares. No dejes que me hunda, que me pierda, que naufrague en cualquier páramo desierto.>> 
Me lo habías escrito y luego me lo habías leído hasta que me lo aprendí de memoria. Lo tengo grabado a fuego en la mente, en el alma, en el corazón. Lo he pintado por todas las paredes de mi habitación, por todos los lugares dónde podía garabatearlo: vasos de plástico, partituras, hojas de cuadernos gastados, páginas arrugadas de libros imposibles de descifrar, etc.
Decían que el estar sin ti me estaba afectando bastante, que me estaba volviendo loca. Yo también llegué a creérmelo. Loca, desquiciada, inestable.
Pensé que me iba a morir, que terminaría por el suicidio. Mirara donde mirara solo te veía a ti, a tus palabras, a tu voz leyendo aquella frase. Aquella maldita frase. Cuánto he llorado por ti, cuántas noches recordando tus palabras, recitando la misma frase una y otra vez, hasta que fui capaz de decirla sin ni si quiera pensarla. Me acuerdo de tu mirada, incluso más desquiciada que la mía, <<Recuerda, preciosa, no te olvides de esta frase. No te olvides de mí. Recítala y estaré a tu lado. Te quiero, no lo olvides. Siempre te voy a querer>> 
Nunca entendí tu obsesión de aquella última noche. Tampoco podía imaginarme que era la última.
Tú si lo sabías. Sabías que te iban a arrancar de mis brazos, del calor de mis sábanas que desde que no estás, cada vez están más frías. Sabías que no volverías a verme, pero también sabías que te quería. Que recordaría esa maldita frase. La he memorizado odiando este maldito lugar, ese maldito que nos ha separado, que te ha hecho daño, que ha sido capaz de acabar con el último vestigio de cordura que me ataba a la realidad. Tú.
Yo tuve la culpa, yo arriesgue y yo perdí. Quería verme destrozada, hundida, sin salida. Que me vengara y lo buscara para acabar con todo, y de paso, que él terminara conmigo. Sabía que la única forma de conseguirlo era acabar contigo, con lo único importante, lo único que me quedaba. Y lo ha conseguido.
Se porque no me contaste nada, se que tenías un mal presentimiento desde hacía meses, pero nunca pensé que pudieran hacerte daño. Sabías que sería capaz de protegerte con mi vida, y eso es lo que has hecho tú: protegerme. 
Ahora entiendo el sentido de esa estúpida frase. Eso era lo que tú estabas haciendo por mí. No dejarme caer en sus manos, sin soltarme, amparándome del resto del mundo. Sin dejar que me hunda bajo el peso de la realidad. Sin permitir que acaben con mi vida, mandándome a cualquier lugar desierto, lejos de ti.
Supusiste que al cabo del tiempo, lo entendería. Yo habría hecho lo mismo por ti, por eso jamás supe nada. Encerrados en aquella habitación, con tus manos entra las mías, aquella última noche. Mirándome, solo mirándome, mientras recitabas aquella frase que, para mí, no tenía ningún sentido. Sabías como era, sabías que jamás te hubiera dejado ir, que jamás hubiera permitido que te hicieran daño, que te alejaran para siempre de mí. Pero ahora si puedo entenderte, puesto que yo habría hecho lo mismo.
Pero te aseguro que lo voy a encontrar y te juro que acabaré con él. Por los dos. No puedo traerte de ese maldito páramo desierto al que te han mandado, pero con un poco de suerte, me mandarán contigo. Entonces nada podrá separarnos, jamás.

 

No permitas que vuelvan a separarnos.

Nos volvemos a acercar poco a poco. Sigue habiendo momentos en que se agarra al respaldo de una silla y se aferra a ella hasta que acabe el flasback, y yo me despierto a veces gritando por culpa de las pesadillas.
Sin embargo, sus brazos están ahí para consolarme y, al cabo de un tiempo, también sus labios. La noche que vuelvo a sentir el hambre que se apoderó de mí en la playa, sé que habría pasado de todos modos, que lo que necesito para sobrevivir no es el fuego que antaño me ofrecieron, alimentado con rabia y odio. De eso tengo yo de sobra. Lo que necesito es el diente de león en primavera, el brillante color amarillo que significa renacimiento y no destrucción. La promesa de que la vida puede continuar por dolorosas que sean nuestras pérdidas, que puede volver a ser buena. Y eso solo puede dármelo él.
Así que, después, cuando me susurra:
-Me amas. ¿Real o no?
Yo respondo:
-Real.
                                                                                          -Sinsajo.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Solo necesito respuestas.

Sé que te dije que tal y como estaban las cosas, lo mejor era que no volviera a escribir sobre ti. Sobre tus ojos azules. Quizás esta sea la última vez. Todo depende de ti.
Me he equivocado tantísimo contigo y he metido la pata hasta el fondo, lo se. ¿Te he perdido? Creo que sí. ¿Para siempre? No lo se. Lo único que se con certeza es que he dejado atrás el pasado, me he desenganchado de una vez y el culpable, el mayor responsable de ello, eres tú. Bueno, tú y tu manera de ser. 
Voy a ser totalmente sincera contigo. Siempre ha habido algo. Algo que me empujaba hacía ti. Llevo años siguiéndote con la mirada cada vez que te he visto. Es cierto que ha habido momentos en los que apenas te miraba, pero siempre lo hacía. Tú no te dabas cuenta pero cuando no te veía siempre me preguntaba dónde estabas. 
Has estado ahí, conmigo. ¿Cuántas veces me he perdido en tu mirada hasta no recordar ni donde estaba? He perdido la cuenta. Quise tenerlo todo, volver atrás, cuando lo realmente importante, lo único que mi confundido corazón quería era seguir adelante. Tal vez contigo. Siempre he sido de las que le hacen caso al corazón, pero esta vez lo ignoré. Lo ignoré hasta que me di cuenta de que tenía razón. Y ya era tarde. La frase esa de "Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde" me define totalmente. Siempre he querido tenerlo todo, ordenar todas las cosas en mi cabeza y que las cosas nunca cambiaran. Pero lo hicieron. Lo hicieron y yo me he quedado perdida. 
Tú tomaste una decisión y yo otra. La mía fue un error, la tuya, no lo se. Decidiste alejarte de mí y yo lo acepté, o eso es lo que pretendía. No puedes evitar que me ponga celosa, que me aferre a ti, que te busque por medio pueblo hasta encontrarte. Yo tampoco puedo.
No puedo pedirte que cambies de opinión, ni si quiera puedo pedirte que me busques. No tendría sentido. Eso tiene que salir de ti, pero tal y como veo las cosas, ya se de sobra cual es tu decisión. Vas a seguir alejado, vas a seguir con ella. No te lo puedo reprochar porque tal vez con ella seas más feliz. Y eso es lo único importante.
No puedo decirte que te quiero, pero si puedo decirte que por ti he dejado el pasado atrás. He abierto los ojos y he decidido que lo que quiero, lo que necesito, lleva tu nombre. Tampoco puedo ofrecerte una historia de amor interminable ni nada parecido, ya lo hablamos, pero de todas formas, no creo que la necesites.
Yo he tomado este tipo de decisión antes, lo sabes, y se lo que duele. Pero ahora te toca a ti. Decide lo que realmente quieras, lo que de verdad te hace feliz. No pienses en nadie, se egoísta, y decide por ti. Piensa bien lo que tu corazón quiere que es el único que tiene razón. Escúchalo y sabrás que camino elegir.


domingo, 25 de noviembre de 2012

Créeme, no miento.

-Si yo te dijera que creo en los míticos "para siempre" y que algo me dice que tú y yo tenemos mucha historia por vivir, ¿qué dirías?
+Que mientes.
-¿Miento? 
+Sí
Se acerca un paso y yo retrocedo otro. La habitación es pequeñas así que no tengo mucho que retroceder. Me quedo parada a la mitad, evitando arrinconarme. 
+¿Miento cuándo te digo que hoy estás preciosa?
-Sí
Se cruza de brazos y me mira desafiante. No sé quién se habrá creído que es, pero conmigo la lleva clara. No me gusta su actitud. No me gusta nada de él. Punto.
Se ríe y vuelve a la carga.
+Muy bien, entonces también miento cuando digo que tú no sientes nada por mí, ¿verdad?
-Sí
Esta vez se ríe con ganas y eso me saca de quicio. Cierro las manos y las aprieto. Si tengo que darle un puñetazo y romperle esa maldita sonrisa de imbécil que tiene, lo hago y punto.
-No sé que es lo que te parece tan gracioso, la verdad.
Aprieto un poco más las manos y, de forma inconsciente, me muerdo el labio por dentro hasta sentir el sabor de la sangre. Mierda.
+Me hace gracia tu cara. No sabes mentir. ¿De verdad piensas que me has engañado? Cómo si no te hubiera visto observarme miles de veces desde aquella ventana - señala la ventana que está a su izquierda, la que da directamente a su habitación en el edificio de en frente. - Vamos, reconócelo. Te gusto...Al menos un poco.
-Pero que arrogante puedes llegar a ser. ¿Tú gustarme a mí? Ni en mis peores pesadillas, chaval.- Intento rodearle para salir de la habitación pero él se adelanta y me corta el paso.
+Que mal mientes, de verdad. Cómo si no pudiera ver el brillo de tus ojos cuando me miras. Vamos, acéptalo. Tú si me gustas y no tengo problema en decírtelo.
Me quedo mirándole. ¿He escuchado bien? ¿Yo gustarle a él? ¿Al tío más guapo que he visto en mi vida? ¡Venga ya! Eso no se lo cree nadie. Aún así parece que no he escondido muy bien mi cara de sorpresa, así que él se vuelve a cruzar de brazos, agacha la cabeza y se ríe despreocupadamente. Cuando vuelve a mirarme, su sonrisa sigue estando intacta pero hay un brillo que no consigo reconocer en sus ojos grises.
+No me crees. 
No es una pregunta, es una afirmación. Sin darme tiempo a reaccionar, él se acerca y pone sus manos en mi espalda mientras me atrae hacía su cuerpo. Mis manos siguen siendo dos puños apretados que acaban posándose en su pecho. 
Baja un poco la cabeza y acerca su nariz a la mía mientras sonríe con total naturalidad. Mi pulso se dispara.
+Tendré que demostrártelo.
Cuando le pillo el sentido a las palabras ya es demasiado tarde. Su boca se ha hecho dueña de la mía como si lo hubiera hecho miles de veces.
Casi sin darme cuenta le devuelvo el beso con la misma voracidad que él. Mis manos se relajan y las extiendo sobre su camiseta, arrugándola.
No puedo parar de besarlo, como si fuera a desaparecer, como si mañana ya no recordara mi nombre. Así que como no puedo parar, sencillamente, no lo hago. Y me dejo llevar.







  

sábado, 24 de noviembre de 2012

Has dejado marca.

Todavía guardo tu sonrisa en el fondo de mi mente. Todavía escucho el sonido de tu risa cuando algo te divertía. Todavía puedo oír tus "te quiero" cada noche antes de acostarme. Sí, todavía puedo sentirte aquí, conmigo. No puedo olvidarte, es más, no quiero hacerlo. Quiero que permanezcas siempre en mi memoria. El error más grande, el recuerdo más bonito. 
A veces me doy cuenta de que la vida me ha jugado una mala pasada. Se ha reído de mí a mis espaldas. Aposté todo, mi vida, mis sueños, mis ilusiones, y lo perdí. Lo perdí todo en un juego que estaba amañado desde el principio, pero no me arrepiento. Volvería a perderlo todo si pudiera abrazarte, solo abrazarte, otra noche más. He luchado con uñas y dientes por una causa más que egoísta. Solo he pensado en mí, en lo que necesitaba, en lo que quería, lo que me hacía feliz. Pero nunca pensé en ti. Nunca pensé en como te sentirías, en como estarías más contento, con quién serías más feliz. Me pasé de egoísta y por lo tanto, te he perdido. Reglas de la vida, consecuencias del destino, que se yo. Lo único que sé es que te he querido siempre, te quiero ahora, te querré mañana, tal vez. No puedo arrepentirme de nada, ni si quiera, de haber fallado. Si tuviera la oportunidad, la mínima oportunidad, volvía a arriesgarme. Me arriesgaría a quedarme destrozada, tocada y hundida para los restos, pero lo habría intentado. Habría intentado lo imposible solo por volver a mirarte a los ojos y sentir que lo demás no importa. En fin, que vueltas que da la vida. Si hubiera sido menos egoísta, si me hubiera portado bien desde un principio, quizás las cosas ahora serían diferentes. Quizás ahora mismo estaría dormida a tu lado, abrazada a ti y pensando que hacer durante el día, no en como sobrellevarlo sin ti. 
Me he equivocado, pero no dudes jamás, ni por un solo instante, ni por una milésima de segundo, que no te quiero. Eso nunca. Jamás podrás ni si quiera imaginar cuanto has significado en mi vida.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Arriésgate y quémate.

Vosotros no lo habéis visto, no lo habéis sentido. No sabéis lo que es tener sus ojos azules a escasos centímetros de los tuyos. Sus manos por todo el cuerpo, su corazón latiendo al mismo ritmo. No, no sabéis lo que es eso. Entonces, perdonadme que discrepe, pero no sabéis lo que es contenerse, mandar al autocontrol a tomar viento y pensar "Mañana me voy a arrepentir de esto, pero mira, ¡que le den! Ahora es mío, así que a callar, conciencia" Porque era mío, él lo decía, "Ponte celosa, tienes derecho, porque soy tuyo" y después de esto sonreía como si tal cosa, y yo le creía. Porque era mío, por lo menos a mis ojos. Y así lo siento. 
Se reía y no sabéis como le brillaba los ojos, pero cuando recordaba que yo le pertenecía a alguien más, ese brillo desaparecía y su sonrisa se volvía forzada. No, yo no quería ni quiero verlo así. A mí me gusta cuando sonríe, cuando me espera, cuando me da la mano y me cuenta mil paranoias de esas antiguas, que te rayan la cabeza y te hacen preguntarte, "Pero este tío, ¿cómo cojones puede saber tanto?" Es increíble, una biblioteca andante, como se suele decir. Eso me encanta, porque siempre aprendo algo nuevo. Pero sobre todo, seamos sinceros, me gusta cuando pierde el control, cuando susurra y cuando la pared se convierte en el único punto de apoyo para nuestros cuerpos. Por desgracia para mí por mucho que me encante, ahora mismo no puedo dejarme llevar del todo, no cuando hay otra persona ahí, dando vueltas por mi pecho y por mi mente. No es justo hacerle tantísimo daño a quien menos se lo merece.
No puedo culparte cuando dices que no puedes controlarte, que no puedes dejar de insistir cuando estoy contigo. No te culpo, porque cuando tú te acercas yo no me aparto. Te tiras a mi cuello y yo te sigo el juego. Voy a ser tu perdición, pero tú vas a ser mi condena. No podemos seguir dándonos tanto, uno de los dos acabará muy mal parado. Aunque el verdadero problema es que si intentas alejarte voy a ir a buscarte y terminaré encontrándote. ¿Me buscarías tú? Creo que sí. El autocontrol no es lo tuyo y sé que llegará el día en que en uno de nuestros juegos con fuego, nos quememos hasta tal punto que ninguno de los dos sea capaz de parar. Será el día en que yo diga no y tú digas sí. Y contra eso ya no puedo luchar. 
Sé que vas a leer esto, siempre lo haces, así que te pregunto yo a ti, ¿vas a dejar de jugar con fuego o vas a arriesgarte hasta que te quemes y me arrastres a mí contigo? 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Por favor, no te vayas.

Estaba enfrente de mí, con la mirada agachada. Lo estaba perdiendo. No, no podía dejar que se fuera, no iba a dejar que se alejara de mí y no volviera a verlo más. Tenía que hacer algo y rápido porque no hacía más que decir que lo sentía mientras me miraba a mí y a la puerta de la habitación. Levanto la mirada y negó con la cabeza mientras se daba la vuelta y se encaminaba hacía la puerta. Era ahora o nunca. Si salía por esa puerta, lo más seguro es que no volviera a verlo. Lo habría perdido. Para siempre. El corazón me dio un vuelco y casi sentí como se me salía del pecho. No, eso no. Lejos de mí, nunca. ¿Qué sería de mí sin él? 
Sin ni si quiera pensarlo, hice lo único que alguien como yo, podría hacer. Salí tras él y antes de que su mano alcanzará el pomo de la puerta, me aferre a él. Le di la vuelta y me arroje a sus brazos, muerta de miedo. No podía perderlo. Busqué su mirada y, actuando por instinto, le besé. Se sorprendió pero no se retiró. Se quedó abrazado a mí, siguiéndome el juego. Cada vez me apretaba un poco más, y no paramos más que para coger aire. Estaba ahí, mirándole, loca por él. Le salió una sonrisa sesgada, de esas que me mataban. Su mirada seguía siendo triste, y entonces lo supe. Si lo soltaba, si abría esa maldita puerta, se iba a marchar. Se iba a ir para siempre y creo que no podría hacer nada para evitarlo. Pero había algo, todavía había algo, alguna razón por la cual no me soltaba, por la cual seguía besándome como si estuviera fuera de sí. Me quería. Me quería más de lo que yo podría llegar a imaginarme, pero nos estábamos matando. Estábamos haciéndonos tanto daño que lo nuestro era un maldito sin vivir. Yo le quería, aunque no llegaba a hacerme a la idea de cuánto. Se escapaba de mis cálculos. 
Intenté alejarme un poco, solo un poco para mirarle bien, pero no me dejó. Al notar que yo me separaba de su cuerpo, fijó su mirada en la mía e hizo un movimiento casi imperceptible que me indicó que él no quería que me marchara, que me moviera de su lado, que lo dejará escapar.
Volví a actuar sin pensar y lo arrastré uno, dos, tres, hasta diez pasos lejos de la puerta. Era la única manera que se me ocurría para que no se fuera de mi vida: alejarlo de la puerta. Empecé a caminar hacía atrás, arrastrándolo conmigo hasta que mi espalda tropezó con la pared opuesta de la habitación. Lo había alejado todo lo que podía de la salida. Sí, lo sé, era la solución más estúpida que se me había ocurrido en la vida, pero era lo único que podía hacer. Por ahora.
Me soltó y me agarro la cara con ambas manos. Estaba serio. Tan serio que pensé que me iba a echar a llorar en cualquier momento.
-No me dejes. Por favor, no te vayas.- se lo susurré a media voz, con el miedo de ponerme a llorar como una niña pequeña.
Me miró directamente y pareció tener miedo. Sentí como aflojaba las manos que aún me sostenían la cara. Mierda, se iba a dar la vuelta y a irse. Si lo hacía, esta vez no habría nada capaz de detenerlo.
Volví  a hablar y le dije lo único que importaba, lo de verdad valía la pena. La razón de que no le dejará abrir la puerta y marcharse. 
-Te quiero -. Al decirlo se me quebró la voz y no pude evitar que las lágrimas no se me saltaran. 
Apartó las manos de mi cara y me abrazó, más fuerte, mucho más fuerte que antes. Sentía que me ahogaba pero no lo solté. No iba a soltarlo. Si él estaba esperando a que yo lo dejará marchar, a que lo soltará, iba a tener que esperar mucho más. No iba a apartarlo de mí. Nunca más.
+Yo también te quiero, pero...
No lo dejé terminar y lo besé. Lo besé como nunca antes lo había hecho, demostrándole quién era yo, cuánto lo necesitaba, cuánto lo deseaba. Cuánto lo amaba. Me entregué en cuerpo y alma en ese beso. Necesitaba  convencerlo, necesitaba que comprendiera que yo sin él estaba perdida, que me iba a hundir.
Me devolvió el beso y apoyó las manos en la pared, cerca de mi cara. Estaba cediendo. Por el momento yo estaba ganando...Pero solo por el momento.



lunes, 19 de noviembre de 2012

¿Hasta dónde quieres que lleguemos?

No sé que tendrán tus ojos. Sinceramente, no lo sé, pero cada vez que te miro, juraría que me pierdo. Me miras y me atraviesas, me pones nerviosa, me condenas. Y me gusta. Eso es lo peor. Me gusta que me mires, me gusta que me condenes, que me quemes.  ¿Habrá mejor castigo que morir en tu mirada, que navegar por tu cuerpo? Lo dudo. 
Eh, no te vayas. Quédate conmigo, duerme a mi lado cada noche, o mejor, quítame las ganas de dormir. Si te quedas, te enseño a jugar con fuego, a vivir al límite, a pasear por la línea que separa lo permitido de lo prohibido. Si te quedas no te arrepentirás en la vida. No permitiré que tu cuerpo se aleje del mío, que tu sonrisa desaparezca. Tus ojos serán mi horizonte, lo prometo, mi línea de ataque, mi trinchera favorita. Las noches las pasaremos contando las estrellas que brillarán detrás de cada gemido, detrás de cada suspiro. Las mañanas...las mañanas son de cafés entre las sábanas, de duchas bien acompañados. De risas perdidas y de celos fingidos. 
Te regalo lo mejor de mí y también lo peor. Te regalo un presente y un futuro, una vida marcada por nuestros sentimientos. Te regalo los mejores momentos y los peores. Me regalo. 
Déjame enseñarte a quererme, a no perderme, a complacerme. Sí te quedas, no querrás separarte de mí en tu vida, no querrás salir de mi cama en meses, no querrás amar a nadie más.
Te lo enseñaré. Te lo enseñaré todo, pero para eso tienes que quedarte conmigo. Para siempre. No acepto un hoy sí y mañana no. Acepta con todas las condiciones y con todos los pros y los contras que existen. Acepta y tu vida conmigo empezará aquí, en esta misma cama que nos invita a pasar un buen rato enredados entre las sábanas. 
¿Aceptas?


domingo, 18 de noviembre de 2012

Enamorarme cada día.

Nunca tengas miedo de decir adiós o de volverte a enamorar. Las heridas que deja un amor que se acaba siempre terminan cerrándose. Siempre se puede empezar de nuevo. 
¿Sabes que es lo mejor? Qué pasa cuando menos te lo esperes. Un día saldrás a la calle, confiada de que será un día como otro cualquiera, y de repente te toparás de frente con el amor. Por mucho que te niegues a sentirlo, por mucho que huyas de su "telaraña" , caerás. Y ya no recordarás nada, no tendrás miedo y no dejarás de sonreír. Quizás esta vez sea la buena. 
Hazme caso, si eres lo suficientemente valiente como para decir adiós, serás recompensada con un nuevo hola.

sábado, 17 de noviembre de 2012

El tiempo pasa, y tú también.

Extraña. Rara. Sola. Confundida. Así me siento yo sin ti. No te imaginas como me está costando, la fuerza de voluntad que estoy teniendo para no coger ese maldito teléfono, que desde que tú no llamas ni si quiera lo miro, y pedirte que regreses, que me abraces. Pero me contengo. Sé que he hecho lo correcto. Sé que esto no daba para más, no podíamos seguir así. Sabes que soy una llorona. Que cualquier cosa es capaz de hacerme llorar, pero estoy intentando no derramar ni una lágrima más. Me muerdo la mano cada vez que me entran ganas y cierro los ojos. Si me vieras, tengo la mano toda marcada. Eso te habría molestado, mucho. Nunca soportaste que me hiciera daño y creo que eso no ha cambiado.
He decidido que voy a borrar de mi mente todos los recuerdos malos, todo el daño que nos hemos hecho y todos los enfados, que han sido muchos. Me quedo con los momentos buenos, que también han sido muchos.  
¿Sabes? Te echo de menos, y sé que seguiré echándote de menos durante mucho tiempo, pero lo estoy soportando bastante bien. Me como mucho la cabeza, pero cada día un poco menos. Y soy optimista. Ya ves, yo que siempre he visto las cosas en negro, estoy empezando a ver cada vez más color. Eso sí que te gustaría. Bueno, he de decirte que eso, en parte, es gracias a ti. Cada día me levanto pensando que ya queda un día menos para no echarte de menos. Las cosas cambiarán, irán a mejor. Para ti también.
Sinceramente, espero que cuando las cosas pasen y ya sea capaz de recordarte sin que se me venga el mundo abajo, tú y yo podremos sonreírnos como si tal cosa. 
Sé de sobra que esto no lo vas a llegar a leer, ya que leer no es lo tuyo. Así que aprovecho para decirte algo por última vez. Algo que no verás, no escucharás más de mi boca, pero sé que sabes de sobra como suena. Me he encargado de hacerle un huequito en tu memoria, puesto que te lo he repetido como tres veces diarias en dos largos años: 
Te quiero. 

 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Acabaré con ellos.

Nunca he creído en la mala suerte ni en que pasar por debajo de una escalera pueda arruinarte la vida. No, no creo en esas cosas, pero sí creo en los días malos. Creo que en esos días en que hagas lo que hagas nada sale bien. Lo puedes intentar como mil veces, pero siempre hay algo que lo estropea. Un día malo puede tenerlo cualquiera, pero parece que últimamente me persiguen. Los esquivo y me hago la fuerte pero no se van, han decidido acompañarme. Quizás sea fruto de las malas decisiones o de los actos sin pensar, no sé; lo que sí se es que conmigo no van a poder. No los voy a esquivar más, los voy a enfrentar y si consigo que se alejen, entonces habré vencido, y sino, pues seguro que me haré más fuerte.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Que no se te olvide, princesa.

Se lo escribí en grande y lo pegué al techo de nuestro cuarto. No quería que se le olvidará nunca, no quería que pensará que por un solo segundo yo podría llegar a olvidarla. No quería que se levantara por las mañanas y nadie se lo recordara. No, no podía dejar que todo eso pasara. 
Tenía que saberlo. Tenía que levantarse cada mañana y recordar que es una princesa, la más bonita de todas. Que su sonrisa me había enamorado todos los días de aquel corto verano. 
No sé cuantos kilómetros nos están separando, pero se que no son los suficientes como para olvidarte. Ni aunque me fuera a otro planeta podría olvidar tu voz, tu aroma, tus ojos.
Yo no quería separarme de ti, pero eso de "Hay que defender a tu país por encima de todo" me persigue. Era la vida que había elegido antes de conocerte a ti, antes de saber de tu existencia, de tus ojos marrones que siento en la distancia.
No llores pequeña. Volveré. Lo prometo. 
Ya es de día, abre los ojos y dime si habrá algo capaz de separarnos.
                                   ¡BUENOS DÍAS PRINCESA!
                         NO DEJES DE SONREÍR EN TU VIDA,
                         YA QUE POR ESA SONRISA,
                     ESTOY DISPUESTO A CRUZAR MEDIO MUNDO.
                                                                        ¡TE QUIERO!

Permaneció durante años en el techo de aquella habitación, mientras ella, hecha un mar de lágrimas maldecía al destino que los había separado, la guerra y la maldita muerte que los acechaba cada día que pasaba. Se sabía la frase de memoria y las letras cada día estaban más borrosas pero no importaba. 
Cuantas cartas sin respuesta y cuantas lágrimas derramadas. Estaba vivo, tenía que estarlo. Todos los días se repetía la misma frase y mirando al techo, recordaba que le prometió volver. Volvería, nunca faltaba a su palabra.
Sin embargo a esta si que faltó. Él nunca regresó.


                                                            

                            

domingo, 11 de noviembre de 2012

Se ríe de una herida quien nunca ha tenido una cicatriz.

Hay días en los que te encuentras sola. Miras a tu alrededor y no hay nadie; soledad en un mundo repleto de gente. 
Mires dónde mires y busques dónde busques solo te ves a ti, el reflejo de un alma rota, de un corazón destrozado. Unos ojos que cuentan miles de batallas que acabaron mal, la derrota de tu vida. Lo diste todo, arriesgaste y perdiste. Como un soldado, vuelves a casa, agradecido de seguir vivo, pero con cicatrices incurables, con traumas imborrables. En ocasiones desearías estar muerto. En el amor pasa algo parecido. Vives acostumbrada a una voz, a un aroma, a unos besos determinados. Una rutina que no quieres que se acabe jamás...Pero siempre acaba. Y vuelves al mundo al que pertenecías, pero a veces, ese mundo no es suficiente. Estabas acostumbrada a otro, a un lugar diferente y el estar sola te da miedo. Te da miedo porque no recuerdas como era. Es ahí cuando tú te vienes abajo y rebuscas en el pasado una explicación, algo, lo que sea, que pueda ayudarte a volver a mirar hacía delante. Y no la encuentras y vives sumergida en recuerdos, mirando un espejo que siempre refleja lo mismo, a ti, la maldita cara de un adiós inesperado. 
Vives esperando un "Estoy aquí, contigo. No me voy a ir nunca, lo prometo" que nunca llega. 

Tiembla.

Todo yo rabiaba por besarla, tanto que me sentía estallar. Apoyé mis manos en la puerta a la altura de su cara y, mientras la madera crujía bajo mi peso, pegué mi boca a la suya. Ella me devolvió el beso moviendo sus cálidos labios y jugueteando con la lengua entre mis dientes, con el pomo agarrado a su espalda. Mi cuerpo se puso a zumbar como si lo recorriese una corriente eléctrica que lo atraía hacia su cuerpo, enloquecedoramente próximo.
Su jugueteo se hizo más intenso; noté cómo jadeaba en mi boca, cómo me mordía el labio inferior. Gruñí de placer y, antes de que pudiera empezar a avergonzarme, ella soltó el pomo, me enlazó el cuello con los brazos y tiró de mí hasta pegarme a ella.
+Eso ha sido muy sexy - musitó con voz entrecortada-. No creía que pudieras ponerte más sexy aún.
Volví a besarla antes de que dijera nada más y los dos caminamos hacia el centro de la habitación, enredados el uno en el otro. Me enganchó las trabillas del vaquero con los índices, metió los pulgares por dentro del pantalón y acarició suavemente los huesos de mi cadera.
-Joder - jadeé -. Tú... sobrestimas mi capacidad para dominarme.
+No espero que te domines.
Mis manos estaban bajo su blusa, pegadas a su espalda; ni siquiera recordaba cómo habían llegado hasta allí.
-No quiero...no quiero hacer nada de lo que vayas a arrepentirte.
Su espalda se arqueó como si mis dedos le hubieran transmitido una sacudida eléctrica.
+Pues no pares.
Me la había imaginado diciendo aquellas palabras de mil maneras diferentes, pero ninguna de mis fantasías se acercaba a aquel vértigo.
Nos tambaleamos hasta llegar a su cama, mientras una parte de mí pensaba que no debíamos hacer ruido. Pero cuando ella me ayudó a quitarme la camiseta y recorrió mi pecho con las yemas de los dedos, gemí olvidándolo todo. Mi mente trató de encontrar alguna canción, alguna sucesión de palabras que describiera aquel momento, pero no las había. En mi cabeza sólo había sitio para el roce de sus manos.
+Hueles muy bien - murmuró-. Cada vez que te toco, tu olor se hace más intenso.
Me incliné hacia delante, y ella dejó que la empujara hasta quedar tumbados. La rodeé con brazos y piernas hasta envolverla por completo.
-¿Estás segura? - pregunté.
Ella asintió, con los ojos brillantes.
Me deslicé hacia abajo para besarle la barriga en un gesto instintivo, natural, como si lo hubiera hecho mil veces y fuese a hacerlo mil veces más.
Me tapó con el edredón, se metió a mi lado y los dos nos desnudamos. Y entonces, con mi cuerpo pegado al suyo, gruñí olvidando por una vez mi piel y me entregué a ella como lo que era: suyo.
                                                                    -Temblor.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Para el resto de nuestras vidas.

Fue un día increíble. Se puede decir que fue, para ambos, el día más importante de nuestras vidas. Ahora nos pertenecíamos uno al otro legalmente.
Yo estaba irreconocible con aquel vestido blanco, largo, y el pelo suelto al natural, con mis tirabuzones ondeando al viento. Él de traje de chaqueta, guapo hasta la saciedad, con aquellos ojos brillando a la escasa luz solar que quedaba.
Fue el día más feliz, pero también el más difícil al que me haya enfrentado. Dudo que tenga que volver a vivir un día como aquel.
Era otoño e íbamos saliendo de aquel majestuoso edificio. Había tanta gente a nuestro alrededor que creo que no los pude ver a todos, era imposible. Las hojas, de un tono amarillo y marrón, inundaban el suelo. Era el día perfecto para decidir llevar lo nuestro mucho más allá de simples palabras, sin embargo, al salir, la sorpresa me la llevé yo.
Estaba enfrente de mí, alejado de todos. Ella detrás, mirándolo con un dolor insoportable en sus ojos.
Yo iba tan sonriente y tan resplandeciente, que cuando lo vi, quise morirme. Se me vino todo abajo e, involuntariamente, mi cuerpo se tensó.
Todos sabían lo que yo había pasado. Lo destrozado que había tenido el corazón, el alma. Lo insoportable que era para mí, incluso nombrar su nombre. El daño que me había causado el chico, que casualmente o por obra del destino, estaba a unos cien metros de mí, mirándome fijamente. Algo me decía que él sabía todo. Él sabía lo que habíamos decidido y sabía que pasado este día, yo iba a pertenecer a otra persona para los restos.
Nos miramos y él extendió la mano hacía mí. En sus ojos se podía leer "Huye conmigo." 
Todo se quedo en silencio y sentí todas las miradas puestas en mí, en mi cara de sorpresa y de dolor. Se podía palpar la tensión en el ambiente. El nerviosismo corría de un lado a otro. Todo el mundo se hacía la misma pregunta: "¿Huirá con él?" 
Incluso en la distancia, pude verme reflejada en sus pupilas. Pude ver en aquella persona toda una vida. Todo lo que habíamos vivido, todo lo que yo sentí y todo lo que sentía. Lo había significado todo, había sido mi horizonte y mis sueños. Yo quería un futuro con él. Yo deseaba haberme casado con él. Pero las cosas fueron diferente, él me hizo daño. Muchísimo daño. Mi mirada se trasladó de él a ella. Ella estaba quieta, asimilando todo lo que estaba viendo. El chico al que amaba, me estaba pidiendo a mí, su antiguo amor, que escapará con él el mismísimo día de mi boda. ¿Estábamos locos? ¿Qué clase de broma era está? 
Sentí como la mano que me agarraba se aflojaba y me soltaba. Eso me hizo reaccionar. Ni si quiera me acordaba que a mi lado, estaba la persona con la que yo había decidido compartir mi vida para siempre. Me giré y lo miré.
Estaba serio y muy tenso. Tenía miedo. En su cara lo vi todo. Vi todo el amor que sentía por mí y lo feliz que, hasta hace tan solo unos momentos, se sentía. Ahora tenía miedo de perderme, pero, sin embargo, me había soltado. Eso significaba que me entendía y que me amaba más de lo que yo pudiese entender. Estaba dispuesto a dejarme marchar  si de verdad quería. Me dejaba el camino libre, incluso cuando yo le pertenecía, para irme con otro. Sonrío y en su sonrisa contemplé que lo único que él deseaba era mi felicidad.
Fue en ese momento, en este pequeñísimo segundo, cuando lo entendí todo. La persona que estaba enfrente de mí, que tanto daño me había causado, me había roto el corazón de las maneras más desastrosas que os podáis imaginar. Me había matado, y de paso, rematado. Si lo hizo una vez, podría hacerlo otra. Podría condenarme. Nunca podría olvidar lo que había sentido por él. Eso jamás. Siempre lo recordaría, pero la persona que tenía al lado, me amaba. Y yo a él. De eso no tenía dudas. 
Me giré y me aferré a él como nunca antes lo había hecho.
-Te amo.
Él se relajó y me abrazó mucho más fuerte.
+Te amo. 
-¿Por qué me has soltado? No me dejes marchar en tu vida - le susurré al oído. Note como la gente de nuestro alrededor se tranquilizaba y como mis padres volvían a respirar todo el aire que estaban conteniendo.
+Te dejaría marchar si eso es lo que realmente quieres. Si de verdad puedes ser feliz con la persona que tanto daño te ha hecho, yo te doy vía libre para que lo seas. No quiero que te quedes a mí lado si no me quieres. Antes de todo está tu felicidad, y contra eso, no hay nada más fuerte. Te voy a querer siempre y supongo que está es tu decisión final: te quedas conmigo.
Asentí y él me acarició el pelo.
-Tú eres todo lo que necesito. Si me he atrevido a dar este paso hoy y contigo, es porque realmente es lo que quiero. Pasar el resto de mi vida a tu lado y que tú seas el padre de mis hijos.
Nos besamos y la gente se olvidó de lo que había sucedido hacía unos minutos.
Había decidido bien. Por una vez en mi vida, había elegido lo que de verdad necesitaba.
Miré hacía delante y él había desaparecido, pero ella todavía estaba ahí, mirándome. Movió los labios y se los pude leer: "Te sigue queriendo. Nunca te ha olvidado y nunca habría llegado a quererme como a ti."
Baje la mirada y miré nuestras manos, entrelazadas. Sí, había tomado la decisión correcta.



viernes, 9 de noviembre de 2012

Temblor.

Su olor se me había quedado prendido en el cuerpo. Se aferraba a mí como si quisiera recordarme la existencia de un mundo distinto.
Estaba ebrio de su perfume. Me había acercado demasiado. Mis instintos me prevenían de hacer una cosa semejante.
La dulzura del verano en su piel, la cadencia casi familiar de su voz, la sensación de sus caricias. Todo mi cuerpo cantaba con el solo recuerdo de su proximidad.
Estábamos demasiado cerca.
Y no podía apartarme.

Pasado, presente y futuro, pero a tu lado.

Ella corre calle abajo como si no hubiese mañana. Ha esperado tanto este momento...
Lo ve de lejos y entra en el coche. Aquel coche que ha significado tanto y que un día, fue como un lugar donde refugiarse del mundo. Con él.
Él está dentro, esperándola. Hacía tanto tiempo que no la veía que parecía que el corazón se le iba a salir del pecho. Meses que parecían años, siglos. 
-¡Hola! - ella abre la puerta, se sienta en el asiento de al lado y le da un beso en la mejilla, mientras lo mira, tímida.
+Hola pequeña.
Se miran. ¿Cuánto hacía que no estaban así? Sin embargo parecía que el tiempo no hubiera pasado. Qué seguían juntos, como siempre. Que nunca pasó nada, no hubo ningún adiós. Pero la verdad es diferente, aplastante.
La verdad es que él rehízo su vida junto a otra persona, mientras que ella, después de intentarlo, se dio cuenta de que no había otro. Nunca habría otro más que él, que ahora mismo, la miraba como un loco, anhelando tenerla cerca.
Empiezan a hablar de sus vidas, esas vidas que un día eran una sola, pero que hoy, son diferentes...O eso creía ella.
En un momento de esa conversación, él se acerca un poco más a su boca. Escasos centímetros que separan algo, que tanto uno como otro, están deseando.
+Estás muy guapa hoy.
Ella se queda de piedra, asombrada. Él no es de los que dice "guapa" a la ligera.
+He dejado a mi novia. Ya no hay nada entre nosotros.
Eso la dejo mucho más descolocada que antes. Una pregunta, una sola pregunta se le vino a la mente.
-¿Por qué?
Él se acerca un poco más, y sin avisar, la besa. La besa como nunca antes lo había hecho. Y es que la había echado tantísimo de menos que no pudo evitarlo más. 
Ella no se apartó, al contrario, se dejo guiar. Se entregó a las garras del destino que ahora mismo no hacía más que confundirla, y de paso, se entrego a sus brazos. A esos brazos que siempre la habían sostenido cuando se había caído. Esos mismos que la habían ayudado a levantarse tantísimas veces.
Despacio, casi con miedo, se separan.
+¿Te vale esta respuesta? - Él la acaricia el pelo y la sienta en su regazo, como siempre - Te he echado muchísimo de menos. No podía seguir engañándome, no hay ninguna otra. No podría haberlo. 
Ella se queda mirándolo fijamente, intentando asimilar todas esas cosas que tanto había soñado. ¿Qué la había echado de menos? ¿Podría él hacerse a la idea de cuánto lo había echado de menos? ¿De cuántas veces lo había nombrado en silencio, pensando lo que estaría haciendo, si sería feliz? Cuantas noches se había ido a la cama deseando soñar con él, aunque solo fuera para verlo una vez más.
Sin embargo, lo único que pudo hacer es formularle otra pregunta. La que más le interesaba, la más importante de todas.
-¿Me quieres?
Cuando lo dijo tuvo miedo. Le daba miedo la respuesta, porque si era que no, iba a morir en ese mismo instante y alejarse le costaría una vida entera.
Él la miró y sonrío. 
+Por algo lo he hecho.
Nada más. No era un hombre de muchas palabras, pero si sabía lanzar indirectas bastante directas. Ella cerró los ojos y decidió que no iba a preguntar nada más, que no quería saber nada más. El tiempo lo diría todo y por el momento, esto era lo que quería.
A fin de cuentas, estaba mucho mejor que hace tres días cuando lo echaba de menos y pensaba que no lo volvería a ver.
Se echaron a reír por una tontería que uno de los dos dijo y pareció que el tiempo había vuelto atrás. Que nada había cambiado y que, a los ojos de los demás, eran una pareja como otra cualquiera. 

jueves, 8 de noviembre de 2012

Todo eso y más, mucho más.

Vamos a perdernos, amor. Vamos a dónde nadie nos encuentre, huyamos lejos, tan lejos como podamos llegar; a las estrellas si ese es tu deseo. Perdámonos entre tanta gente, gritémonos todo eso que aquí nos prohíben. Llévame contigo y seamos tú y yo, nosotros, para el resto de nuestras vidas. 
Quiero estar contigo ahí, cuando te levantes por las mañanas y re revuelvas entre las sábanas, buscándome, besándome, perdiéndote en mí. No me sueltes y duerme abrazado a mí, cada noche. O mejor, no durmamos. Seamos la envidia del mundo, el amor en persona, la pasión en todas sus formas, la lujuria de todas las maneras posibles, la felicidad con todas sus letras. Salgamos a ver las estrellas cada noche, buscándolas cuando llueve. Robémosle el tiempo al tiempo y que, incluso, los dioses nos envidien. 
Puedo sentir como se para el mundo tras las ventanas de nuestra habitación. Como se detiene hasta el aire que respiramos, cuando me pierdo en tu cuerpo. 
Amor, que el cielo nos perdone, porque pienso cometer todos los pecados en tu cuerpo. 
Seguirías siendo la tentación de todos mis pensamientos lujuriosos, ahí abajo, en el infierno. Pero, ya sabes, para infierno el de tu pecho, que quema como fuego cuando me acerco. Paraíso el de tu boca que se rebela contra la mía, luchando sin descanso. Paraíso e infierno, ambos bajo el mandato de tu mirada, que con una sola de ellas me esposa a tu cama, ávida de ti. 
He cambiado de opinión: no nos perdamos. Mejor, piérdete en mí que yo te guío. 
    

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Al borde de las llamas del infierno, amor.

Para vosotros, que cuando habláis de eso de que el amor es una mierda, de que no existe y de que no vale la pena, yo me pregunto, ¿qué sabréis? Qué sabréis vosotros de amor si no la habéis visto quedarse dormida sobre mi pecho cada noche. Vosotros, que no la habéis visto cantar como una loca por toda la casa, que no la contempláis con esa sonrisa tan suya que ilumina todo el universo. No sabéis lo que es amor, porque tampoco la habéis visto decir "te quiero". ¿Cómo podríais decir que el amor no existe sin ni si quiera escucharla hablar? ¿Qué loco no podría enamorarse de su manera de andar, de sus caras de enfado cuando algo no le sale o de ella por completo? Nunca la visteis leyendo un libro, concentrada, en mitad de la noche, esperando a que yo se lo arrancara de las manos. No, no conocéis el amor, el famoso amor de las mariposas en el estómago; mariposas en el corazón. Ese que te atrapa y ya no te suelta, el que te marca la vida y te hace pensar seriamente en como podrías seguir adelante sin sus uñas arañándote la espalda cada madrugada. El que te hace replantearte hasta tu propio nombre y el mismo que transforma tu camino en uno compartido.
Así, como no conocéis el amor, tampoco conocéis la tentación en su estado puro. La pasión, la lucha cuerpo a cuerpo en una superficie horizontal. 
No sabéis lo que es tentación porque nunca habéis visto sus miradas desde su paraíso de espuma. No la habéis visto caminar por toda la casa con mis camisetas puesta. Solo con mis camisetas. Jamás la contemplasteis bailar al ritmo de la música, llevando al límite el escaso autocontrol que me queda. Caminar con tacones altos y vestidos cortos mientras me mira a los ojos, exigiendo lo que quiere. No la habéis escuchado por las noches, cuando es mía. Ni si quiera sabéis lo que es desnudarla siempre que puedo. ¿Qué podríais saber de tentación si nunca la escuchado gimiendo mi nombre? No tenéis ni idea de lo que significa tentar a la suerte en la curva de sus caderas, en el horizonte de sus piernas. Pasear por su clavícula cual naufrago perdido en busca de su cuerpo. Que te arañe la espalda, te muerda el labio inferior mientras se ríe, descarada; que se pierda cuello abajo, sintiéndose dueña del mundo. Hacer las paces pidiendo guerra, ya sabéis. 
Que haga de ti su títere, y tu imponente, solo deseas que no se vaya jamás, que permanezca siempre; tú su esclavo, ella la dueña. 
No conocéis ni el amor ni la tentación porque no la conocéis a ella, ¿y sabéis que es lo mejor? Que es mía. Morid de envidia, porque seguiré perdiéndome en el paraíso de su cuerpo y en la armonía de su vida, mientras vosotros, ilusos, buscáis la perfección, sin saber que ya tiene dueño: Yo.


martes, 6 de noviembre de 2012

Sé como quieras, pero sé mía.

+Nunca había conocido a nadie como tú.
-Lo sé. Es casi imposible que haya gente como yo, y si las hay, están bien escondidas.
+Pues yo te he encontrado, y no sabes lo feliz que me hace eso.
-Ten cuidado, no soy como las demás. Te va a costar llegar a mi corazón, ya que las corazas que lo protegen, nunca han dejado que nadie se acerque demasiado.
+No esperaba menos de ti, pero si me dejas, llegaré mucho más haya de tu corazón. Serás mía en todas las formas posibles, en todos los momentos que existan y en todos los tiempos que te puedas imaginar. Si me dejas, tanto tu alma como tu corazón me pertenecerán y llevarán para siempre mi firma. 
-Y, ¿si no te dejo?
+Pues entonces, en lugar de conquistarte por las buenas, lo haré por las malas. ¿Qué prefieres?
-Sorpréndeme. 

lunes, 5 de noviembre de 2012

Mono de ti.

Es irónico. Tú, que eras mi princesa, mi droga favorita, la que todo lo solucionaba con una sonrisa y que siempre me recordabas eso de: <<No me olvides, que yo no te olvido>> , cada vez que te ibas de viaje, desapareciste. Fue un golpe duro, es más, sigue siéndolo. Sigues siendo lo primero en lo que pienso al despertar y en lo último al intentar dormir. No sabes lo solo que me siento, cuando llego a casa y no te veo en el salón leyendo o en la cocina, cocinando siempre para mí. Para los dos. He intentado entenderte, buscar algo tuyo en casa que te haga regresar, pero no ha quedado nada. Te lo has llevado todo. Incluido mis sueños y mis ganas de amar. Llámame loco si quieres, pero todavía evito dormir en tu lado de la cama. Aún tengo colgadas nuestras fotos por toda la casa, incluida la rosa roja que te regalé para San Valentín, que cada día está más marchita. No te lo vas a  querer creer pero todavía le doy vueltas a la alianza que te había comprado. No hago más que mirar tu nombre grabado en ella y recordar lo ilusionado que estaba por querer pedirte que te casarás conmigo. Aunque la sorpresa me la llevé yo. Te habías ido, para siempre, porque no eras feliz conmigo. 
Nada. No dejaste nada. Incluso te llevaste mi alegría contigo, porque desde que te fuiste no la encuentro por ninguna parte. Y mira que la he buscado.
Mira que te he buscado en los bares, en las botellas que me he bebido yo solo, echándote de menos. Te he buscado en todas las caras que han pasado por mi lado, en todos los espejos que reflejaban mis ojos, incluso en todas las llamadas que he recibido a lo largo de todo este tiempo sin ti.
Pero, ¿sabes que es lo más irónico de todo? Que cada vez que me preguntan por ti, digo que has ido a ver a tu madre, que estás de viaje pero que pronto volverás. Sonrío y la gente me cree, pero cuando llego a casa me derrumbo. No soy capaz de asimilar tu ausencia ni el que no vayas a volver jamás. Aunque quizás lo más fuerte es que tú eres y seguirás siendo el mayor de los vicios a los que me haya enfrentado en mi vida. Me enganché a ti y ahora soy incapaz de vivir sin tenerte. El mundo se me viene encima y solo soy capaz de pensar:

                                        ¿ME RECORDARÁS?



domingo, 4 de noviembre de 2012

Miento, si te miro a los ojos y te digo que me arrepiento.

-Ven conmigo. - Le cojo de la mano y lo meto en mi habitación. Cierro la puerta, y sin esperar nada, me tiro en sus brazos.
+¿No íbamos a guardar las distancias por un tiempo? 
Le abrazo muy fuerte y siento que el tiempo se para.
-Te he mentido. No quiero separarme de ti, es más, no es que no quiera, es que no puedo. Lo he intentado y lo único que he sentido es soledad. Los días han sido interminables sin hablar contigo, sin verte, sin abrazarte. Sin besarte. No me dejes sola, por favor. Quédate conmigo, al menos esta noche. Si después de hoy prefieres alejarte de mí para siempre, lo entenderé y te dejaré ser libre para siempre.
+¿Quieres que me quede aquí? ¿En tu habitación?
-¿Qué pasa? ¿No quieres dormir conmigo?
+No es eso. Es que si me quedo, no vas a dormir. No voy a dejarte dormir en toda la noche. ¿Qué clase de estúpido podría estar a tu lado y no querer arrancarte todas las capas de ropa que llevas encima? Desde luego, yo no lo soy, así que si me quedo, ten cuidado con las consecuencias, porque no pienso hacerme responsable si pierdo el control.
Sonrío, levanto la cabeza y miro fijamente sus ojos. Sin perder un solo segundo le beso y empiezo a quitarle la camiseta.
-Pues entonces no perdamos más tiempo y recuperemos todo el que ya, por desgracia, hemos perdido.
Empieza a reírse con una risa suave, y con toda la firmeza que le queda me quita el vestido y me empuja a la cama.
+¿Cómo quieres que sea? - pregunta, mientras con una mano se desabrocha el pantalón. Nuestros labios a un suspiro de juntarse.
-Mío.



sábado, 3 de noviembre de 2012

Reinar en el infierno, antes que servir en el cielo.

La vida es muy corta. Parece larga, pero en realidad no lo es. Hoy estás aquí, leyendo esto y mañana puede que ya no existas. Ciclos de la vida lo llaman. Una injusticia, lo llamo yo. Deberíamos ser eternos. Jóvenes eternamente. Enamorados para siempre de una única persona. No olvidarnos jamás de los que siempre estuvieron ahí, los famosos amigos. Recordar siempre las palabras exactas que dijimos en el momento preciso. Hacer realidad los "para siempre"...Pero por desgracia, esto no es así. Así que vive. Vive con todas las letras. Pórtate mal, juega, perdona, ama, ríe, llora...Pero vive. No te arrepientas de nada de lo que hayas hecho y no olvides quién eres. Pasa de la gente que te diga que estás haciendo las cosas mal, ¿qué sabrán ellos? Escucha y luego, sí eso, ignora. Tírate de cabeza  a la piscina de las oportunidades, y si está vacía, da igual, has aprendido de todas formas. Experimenta y no te canses de luchar por tus propios sueños. Tus metas, tus logros. Tus victorias. Pelea por quién quieres y recuerda; tanto en el amor como en la guerra, todo está permitido. Sí tienes que jugar sucio porque no te queda de otra, hazlo. Eso sí, ten cuidado con tus impulsos. Son los que te califican. Pero tampoco te pienses demasiado las cosas, porque luego no las haces. Sin pensar y si por ello te metes en líos, bueno, otra experiencia más que recordar. 
¿Sabes que te digo? Que todos vamos a ir al infierno. Así que no te cortes, si al final, todos nos veremos allí. 
Así que cuando te digan que no puedes hacer algo porque está mal, sonríe y hazlo. En el fondo, aunque no lo creas tú mismo sabes lo que te conviene, lo que pasa que a veces no lo ves y equivocándote, encuentras la respuesta. 
Equivócate todo lo que quieras, pero no te hundas que esta vida es demasiado corta para pasarla llorando.

viernes, 2 de noviembre de 2012

¿Te quedas o te vas?

En el fondo, sé que lo sabes. Sabes que nadie en este puto mundo podría quererte como lo hago yo. Sabes que nadie te haría más feliz que yo, y que a la hora de la verdad, tus problemas serían los míos. Sabes que a mi lado no te faltaría nada, que tú serías la diosa y, que me caiga un rayo si algún día te falta algunas de mis atenciones. Me voy a dejar el pellejo para hacerte sonreír, y a mi lado, el miedo será historia. Sabes que fui, soy y seré tuyo, y que nadie podría cambiar eso. Lo sabes, lo sabes tan bien como yo, pero tienes miedo. Y es normal. Yo, si estuviera en tu lugar, estaría acojonado. Pero si no das los pasos que tienes que dar ahora, ¿cuándo lo harás? ¿Cuándo sea imposible? Mira dentro de ti, y si dentro de diez años te ves con ese tío, vete. Ya te fuiste una vez y podré soportarlo si es eso lo que realmente quieres. Pero ahora, ahora es diferente y sé que en realidad, sentimos algo fuerte. Muy fuerte. Algo que no se puede ignorar. Mírame y dime que me vaya y desaparezco para siempre, pero antes quiero que lo pienses todo muy bien. Mira en tu interior, porque, te repito, nadie podría quererte como yo. Y nadie podría hacerme tan feliz como tú. 

jueves, 1 de noviembre de 2012

¿Me concede este baile, señorita?

-¿Has bailado alguna vez?
+Pues claro, todos hemos bailado alguna vez que otra.
-No me refiero a bailar en una discoteca llena de gente. No, me refiero a una canción lenta junto a alguien que siempre te ha encantado. Un vals, un tango, un paso doble, una salsa, un swing. Incluso Rock and Roll. 
+No. Aunque siempre me hubiera gustado aprender.
-Entonces no has sentido como por unos minutos la otra persona te pertenece. Es tuya. Como bailando te olvidas incluso de quién eres. No sé si lo sabrás, pero este tipo de bailes tiene algo erótico, son sensuales. Puedes hacer que la otra persona sea como tú quieras mientras baila. Lo mismo puede hacer ella. 
+Pero eso ya no le gusta a nadie. No conozco a ningún tío que baile.
-¿No? Me conoces a mí. He tenido a todas las que he querido, bailando. Mientras bailan son mías, me pertenecen...Y después también. Porque siempre me buscan. Aunque yo a ellas no, porque para mí, ellas siempre serán las otras. La única eres tú. Quiero bailar contigo y hacerte sentir todo lo que te estoy contando. Quiero verte bailando un vals con un vestido largo y una sonrisa relajada, siendo la envidia de todo el salón. Me encantaría bailar contigo un tango. Pura pasión en tus pasos. Hacer que te dejarás llevar y de paso, dejarme llevar yo. Incluso quiero verte bailar un Rock and Roll. Eso del rollo de chica mala te iría genial. Me matarías mientras bailas, porque llevarías a mi autocontrol al límite. ¿Me buscarías después? No lo sé, pero, sinceramente, espero que sí. Porque me dejaría encontrar. Por primera vez.
+¿Cómo puedes saber todo eso si nunca me has visto bailar? Además, bailo fatal. Soy muy patosa.
-Principal razón para demostrarte que si de verdad te gusta bailar, lo conseguirás. ¿Bailamos?
+¿Ahora?
-Es buen momento, ¿no crees?
+Pero si no hay música.
-Pues nos la imaginamos.
+Estamos en mitad de la ciudad.
-Es el lugar perfecto. Y ahora, ¿bailas conmigo, preciosa?