Me lo habías escrito y luego me lo habías leído hasta que me lo aprendí de memoria. Lo tengo grabado a fuego en la mente, en el alma, en el corazón. Lo he pintado por todas las paredes de mi habitación, por todos los lugares dónde podía garabatearlo: vasos de plástico, partituras, hojas de cuadernos gastados, páginas arrugadas de libros imposibles de descifrar, etc.
Decían que el estar sin ti me estaba afectando bastante, que me estaba volviendo loca. Yo también llegué a creérmelo. Loca, desquiciada, inestable.
Pensé que me iba a morir, que terminaría por el suicidio. Mirara donde mirara solo te veía a ti, a tus palabras, a tu voz leyendo aquella frase. Aquella maldita frase. Cuánto he llorado por ti, cuántas noches recordando tus palabras, recitando la misma frase una y otra vez, hasta que fui capaz de decirla sin ni si quiera pensarla. Me acuerdo de tu mirada, incluso más desquiciada que la mía, <<Recuerda, preciosa, no te olvides de esta frase. No te olvides de mí. Recítala y estaré a tu lado. Te quiero, no lo olvides. Siempre te voy a querer>>
Nunca entendí tu obsesión de aquella última noche. Tampoco podía imaginarme que era la última.
Tú si lo sabías. Sabías que te iban a arrancar de mis brazos, del calor de mis sábanas que desde que no estás, cada vez están más frías. Sabías que no volverías a verme, pero también sabías que te quería. Que recordaría esa maldita frase. La he memorizado odiando este maldito lugar, ese maldito que nos ha separado, que te ha hecho daño, que ha sido capaz de acabar con el último vestigio de cordura que me ataba a la realidad. Tú.
Yo tuve la culpa, yo arriesgue y yo perdí. Quería verme destrozada, hundida, sin salida. Que me vengara y lo buscara para acabar con todo, y de paso, que él terminara conmigo. Sabía que la única forma de conseguirlo era acabar contigo, con lo único importante, lo único que me quedaba. Y lo ha conseguido.
Se porque no me contaste nada, se que tenías un mal presentimiento desde hacía meses, pero nunca pensé que pudieran hacerte daño. Sabías que sería capaz de protegerte con mi vida, y eso es lo que has hecho tú: protegerme.
Ahora entiendo el sentido de esa estúpida frase. Eso era lo que tú estabas haciendo por mí. No dejarme caer en sus manos, sin soltarme, amparándome del resto del mundo. Sin dejar que me hunda bajo el peso de la realidad. Sin permitir que acaben con mi vida, mandándome a cualquier lugar desierto, lejos de ti.
Supusiste que al cabo del tiempo, lo entendería. Yo habría hecho lo mismo por ti, por eso jamás supe nada. Encerrados en aquella habitación, con tus manos entra las mías, aquella última noche. Mirándome, solo mirándome, mientras recitabas aquella frase que, para mí, no tenía ningún sentido. Sabías como era, sabías que jamás te hubiera dejado ir, que jamás hubiera permitido que te hicieran daño, que te alejaran para siempre de mí. Pero ahora si puedo entenderte, puesto que yo habría hecho lo mismo.
Pero te aseguro que lo voy a encontrar y te juro que acabaré con él. Por los dos. No puedo traerte de ese maldito páramo desierto al que te han mandado, pero con un poco de suerte, me mandarán contigo. Entonces nada podrá separarnos, jamás.