No sé que tendrán tus ojos. Sinceramente, no lo sé, pero cada vez que te miro, juraría que me pierdo. Me miras y me atraviesas, me pones nerviosa, me condenas. Y me gusta. Eso es lo peor. Me gusta que me mires, me gusta que me condenes, que me quemes. ¿Habrá mejor castigo que morir en tu mirada, que navegar por tu cuerpo? Lo dudo.
Eh, no te vayas. Quédate conmigo, duerme a mi lado cada noche, o mejor, quítame las ganas de dormir. Si te quedas, te enseño a jugar con fuego, a vivir al límite, a pasear por la línea que separa lo permitido de lo prohibido. Si te quedas no te arrepentirás en la vida. No permitiré que tu cuerpo se aleje del mío, que tu sonrisa desaparezca. Tus ojos serán mi horizonte, lo prometo, mi línea de ataque, mi trinchera favorita. Las noches las pasaremos contando las estrellas que brillarán detrás de cada gemido, detrás de cada suspiro. Las mañanas...las mañanas son de cafés entre las sábanas, de duchas bien acompañados. De risas perdidas y de celos fingidos.
Te regalo lo mejor de mí y también lo peor. Te regalo un presente y un futuro, una vida marcada por nuestros sentimientos. Te regalo los mejores momentos y los peores. Me regalo.
Déjame enseñarte a quererme, a no perderme, a complacerme. Sí te quedas, no querrás separarte de mí en tu vida, no querrás salir de mi cama en meses, no querrás amar a nadie más.
Te lo enseñaré. Te lo enseñaré todo, pero para eso tienes que quedarte conmigo. Para siempre. No acepto un hoy sí y mañana no. Acepta con todas las condiciones y con todos los pros y los contras que existen. Acepta y tu vida conmigo empezará aquí, en esta misma cama que nos invita a pasar un buen rato enredados entre las sábanas.
¿Aceptas?
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