jueves, 8 de noviembre de 2012

Todo eso y más, mucho más.

Vamos a perdernos, amor. Vamos a dónde nadie nos encuentre, huyamos lejos, tan lejos como podamos llegar; a las estrellas si ese es tu deseo. Perdámonos entre tanta gente, gritémonos todo eso que aquí nos prohíben. Llévame contigo y seamos tú y yo, nosotros, para el resto de nuestras vidas. 
Quiero estar contigo ahí, cuando te levantes por las mañanas y re revuelvas entre las sábanas, buscándome, besándome, perdiéndote en mí. No me sueltes y duerme abrazado a mí, cada noche. O mejor, no durmamos. Seamos la envidia del mundo, el amor en persona, la pasión en todas sus formas, la lujuria de todas las maneras posibles, la felicidad con todas sus letras. Salgamos a ver las estrellas cada noche, buscándolas cuando llueve. Robémosle el tiempo al tiempo y que, incluso, los dioses nos envidien. 
Puedo sentir como se para el mundo tras las ventanas de nuestra habitación. Como se detiene hasta el aire que respiramos, cuando me pierdo en tu cuerpo. 
Amor, que el cielo nos perdone, porque pienso cometer todos los pecados en tu cuerpo. 
Seguirías siendo la tentación de todos mis pensamientos lujuriosos, ahí abajo, en el infierno. Pero, ya sabes, para infierno el de tu pecho, que quema como fuego cuando me acerco. Paraíso el de tu boca que se rebela contra la mía, luchando sin descanso. Paraíso e infierno, ambos bajo el mandato de tu mirada, que con una sola de ellas me esposa a tu cama, ávida de ti. 
He cambiado de opinión: no nos perdamos. Mejor, piérdete en mí que yo te guío.