Tenía que saberlo. Tenía que levantarse cada mañana y recordar que es una princesa, la más bonita de todas. Que su sonrisa me había enamorado todos los días de aquel corto verano.
No sé cuantos kilómetros nos están separando, pero se que no son los suficientes como para olvidarte. Ni aunque me fuera a otro planeta podría olvidar tu voz, tu aroma, tus ojos.
Yo no quería separarme de ti, pero eso de "Hay que defender a tu país por encima de todo" me persigue. Era la vida que había elegido antes de conocerte a ti, antes de saber de tu existencia, de tus ojos marrones que siento en la distancia.
No llores pequeña. Volveré. Lo prometo.
Ya es de día, abre los ojos y dime si habrá algo capaz de separarnos.
¡BUENOS DÍAS PRINCESA!
NO DEJES DE SONREÍR EN TU VIDA,
YA QUE POR ESA SONRISA,
ESTOY DISPUESTO A CRUZAR MEDIO MUNDO.
¡TE QUIERO!
Permaneció durante años en el techo de aquella habitación, mientras ella, hecha un mar de lágrimas maldecía al destino que los había separado, la guerra y la maldita muerte que los acechaba cada día que pasaba. Se sabía la frase de memoria y las letras cada día estaban más borrosas pero no importaba.
Cuantas cartas sin respuesta y cuantas lágrimas derramadas. Estaba vivo, tenía que estarlo. Todos los días se repetía la misma frase y mirando al techo, recordaba que le prometió volver. Volvería, nunca faltaba a su palabra.
Sin embargo a esta si que faltó. Él nunca regresó.