Desde que no estás, leo la poesía que debería estar recitándote en la cama; desde que no estás, la cama no es sino el lugar en donde volver a verte una vez cierro los ojos para poder soñarte. Allí, en mis sueños, tú sigues siendo tú, tan frágil y vulnerable como cualquier flor en primavera; allí, tú sigues siendo tú, con tus vaqueros rotos y una sonrisa a medias.
Allí, yo sigo siendo yo, la que sigo siendo ahora, enamorada como aquel día de la única estrella que ha osado pasear por las calles de Madrid.