No se lo que nos faltó, quizás las ganas de amar o fue que nos amamos más de la cuenta. Quizá fue tu cuerpo enredado entre las sábanas lo que me motivaba a seguir adelante, la de vueltas que le dimos a las cosas, a las sábanas, a los te quieros que empezaban a agobiarnos la vida. No lo se, pero a veces, pienso que tus pasos nunca se acompasaron a los míos, siempre por detrás, siempre lentos, deseosos de conocer el universo. Quizás fue que nos dimos todo en muy poco tiempo, que cuando las ganas de ti eran demasiado fuertes, cualquier sitio era bueno. Nunca nos paramos a contemplar el mundo, íbamos demasiado deprisa, demasiado suicidas. Demasiado jóvenes, decían. Tenían razón. No sabíamos querernos, pero tampoco sabíamos odiarnos. Siempre acabamos enfrascados en una discusión estúpida que se solucionaba con gemidos ahogados bajo las sábanas de la cama. Presa de tus labios, vivía contando los segundos para volver a verte, para volver a perderme por tu cuerpo, volver a sentirme pequeña entre tus brazos. Y quizás fue eso lo que nos destruyó: que el deseo era mayor que el amor. No había momento del día que yo no pensará en tu cuerpo sobre el mío, en tu boca raptando por mi cuerpo, en mis manos, inexpertas, por tu pelo.
O eso pensaba yo. Pensaba que el amor se nos había agotado de tanto hacerlo, que ya no había nada más que deseo. Cuando las discusiones se hicieron incesantes pensé que llevaba razón. Ingenua de mí. Nuestro amor era algo así como el deseo en estado puro. Lujuria extrema, pasión incandescente, amor escondido tras una mirada de entendimiento. No lo supimos ver. Y aquí estamos, otra vez.
+No se olvidarte.
Paseo las yemas de mis dedos por su pecho, deseosa de perderme por él.
-Yo tampoco.
Me acaricia el pelo y me da un beso fugaz en la frente.
+Tampoco se quererte.
Levanto la mirada y me recreo en esos ojos verdes que me devuelven la mirada, penetrante.
-Ni yo.
+Esto se nos va de las manos. Cada día me pesa más, ¿si no sabemos querernos por qué seguir así?
-Porque tampoco sabemos odiarnos. Si te vas ahora, dime la verdad, ¿no volverías mañana?
+Mañana y todos los días. No se vivir sin ti.
-Pues ya está.
Me coloco encima de él y le aprieto las manos contra la almohada. Sonrío, poderosa.
Y así acaban todas nuestras discusiones, todos nuestros problemas. Es cierto, no sabemos como querernos, nos pasamos toda la vida discutiendo por todo. Tampoco sabemos como seguir el uno sin el otro. Amor-odio a partes iguales. Sobreviviendo cada día intentando que el otro no se vaya, que no se de por vencido, que luche por odiar y amar todos los días de su vida.