Mi querido sobrino:
Aunque tu madre insiste en que a ella no le sorprendió en absoluto el anuncio de tu matrimonio con ella, reconozco que yo tengo menos imaginación y soy menos lista, y confieso que para mí fue una total sorpresa.
Te ruego, sin embargo, que no confundas mi sorpresa con no aceptación. No me llevó mucho tiempo ni reflexión comprender que tú y ella formáis una pareja ideal. No sé cómo no lo vi antes. No pretendo comprender la metafísica y, la verdad, rara vez tengo paciencia con aquellos que aseguran comprenderla, pero hay un entendimiento entre vosotros dos, un encuentro de mentes y almas que existe en un plano superior.
Estáis hechos el uno para el otro, eso está claro.
No es fácil para mí escribir estas palabras. Mi hijo sigue vivo en mi corazón y siento su presencia cada día. Lloro su muerte y siempre la lamentaré. No sé decirte qué consuelo es para mí saber que tú y ella sentís lo mismo. Espero que no me consideres engreída por ofreceros mi bendición. Y espero que no me consideres estúpida por darte también las gracias.
Gracias por permitir que mi hijo la amara primero.