jueves, 13 de septiembre de 2012

No llores, princesa.

Es curioso, nunca he buscado a nadie especial. Nunca he querido a nadie diferente del resto. Lo único que he querido siempre es encontrar a alguien que me quiera tal y como soy, con virtudes y defectos incluidos. Alguien capaz de bajarme las estrellas cada vez que quisiera verlas. Una persona capaz de dibujar corazones en el aire mientras sonríe. Que diga lo que de verdad siente, no lo que yo quiero escuchar. 
Y lo más curioso de todo es que tú me encontraste a mí. Me encontraste perdida, sentada en una acera mirando el cielo sin saber que más hacer, como seguir con mi vida y buscando mentiras nuevas para justificar mi ausencia. Tenía las mejillas encharcadas, el corazón roto en mil pedazos y la moral por los suelos, sin embargo te sentaste a mi lado y me diste una flor. Un jazmín. Te miré y vi una sonrisa de entendimiento reflejada en tus ojos azules. No había visto en mi vida a nadie más guapo que tú, con tu gorro gris, tu sudadera ancha y tus vaqueros desgastados. Pensé que estaba soñando, hasta que me hablaste.
+¿Qué hace una princesa cómo tú sola y llorando?
-No soy ninguna princesa.
+Yo creo que sí. Las princesas no lloran. Y si no eres una princesa, déjame decirte que tampoco deberías llorar. Y más si por quién lloras no merece la pena.
-¿Cómo sabes que estoy llorando por alguien?
+Porque yo también he estado aquí, en este mismo sitio, llorando sin parar por alguien a quien yo consideraba una reina. Me he quedado dormido abrazando a la almohada y pensando en ella más de un año, sin saber como sobrevivir al día siguiente. La he buscado por todos sitios, exigiendo una explicación y no la he encontrado. Al final me dí cuenta de que no merecía la pena y de que mis lágrimas quizás sean mucho más valiosas de lo que yo mismo pienso. Y tú, eres una princesa de los pies a las cabeza, así que sécate esas lágrimas y regala me una sonrisa. 
-Gracias por considerarme una princesa y por animarme. Tienes razón, no se merece mis lágrimas y mucho menos mis sonrisas. 
+¿Y yo? ¿Me merezco una de tus fantásticas sonrisas?
-¿Cómo puedes saber si es fantástica si todavía no la has visto? Te mereces mucho más que una sonrisa.
+Sé que será fantástica. Bueno, pues entonces sonríe me, que me lo merezco ¿no?
Entonces, sonreí como nunca antes lo había hecho. Fue una sonrisa sincera, de las de verdad. Hasta me dolió la cara, no recordaba la última vez que había sonreído. Y tú la sacaste. Me sentí tan bien, tan ilusionada. Y tú me regalaste otra sonrisa más. Una de sincera alegría.
+Lo que dije, toda una princesa. Sólo te falta la corona. Bueno princesa, me tengo que ir. Espero volver a verte algún día, y que tu sonrisa siga siendo tan resplandeciente.
Y yo en ese momento desee que el tiempo se parara, que no te fueras, y que si te tenías que ir, que de verdad nos volviéramos a encontrar. 
En el momento en qué desapareciste decidí que mi flor favorita sería el jazmín, que por cierto todavía conservo entre las páginas de mi libro preferido, y que mi color favorito sería el azul. Pero no el azul de tus ojos, ese es imposible ya que nunca he visto un azul más intenso que el tuyo. 
Ahora estoy de buen humor. Espero sinceramente volverte a ver, y que esta princesa sea capaz de enamorar al príncipe, porque estoy segura de que lo eres, para que él no la deje sola nunca más.