miércoles, 10 de octubre de 2012

A veces querer no es poder.

Hoy tenía muchas ganas de escribirte, aunque estés en la distancia y, seguramente, esto no lo llegarás a leer jamás. Empezaré diciéndote que te echo de menos, que aunque no me creas, eres y fuiste una de las grandes maravillas de mi vida. Me transformaste, pero no para mal. Me transformaste para bien, para mucho mejor. Dejé de ser aquella niñata mimada, caprichosa, malcriada y senté la cabeza de una puta vez aunque, lamentablemente, te fuiste demasiado rápido. Me duele que una de las grandes razones de tu partida haya sido por mi maldito miedo al compromiso, por asustarme de lo que estábamos sintiendo, de todos esos momentos. Nunca he tenido nada serio; tampoco lo pretendía. Tú con tus"para siempre" y con lo de "tú serás la madre de mis hijos" y yo con eso de "te quiero para una noche" . Malditos sean mis miedos, culpables de mi corazón hecho pedazos y maldita la botella de vodka que me hace verte. No sé porqué pero llevo sintiendo que tú también me necesitas desde hace unos días, principal razón por la cual me abro el corazón y escribo todo lo que estoy sintiendo. No sé cuanto he hecho por olvidarte pero todo ha sido inútil. Puedo jurarte que cuando mejor me encuentro, cuando dejo de pensarte por una milésima de segundo, miro hacía la barra de la cocina y te veo tomándote el café de las 8:20 como cada mañana, y se me congela el alma. Otro trozo de mi corazón que se me desprende lentamente provocándome heridas mucho más dolorosa que las anteriores. Hay días que salgo a comprar y paso por delante de la cafetería dónde nos conocimos y todavía me parece verte con tu jersey de cuello vuelto azul mar mientras esperas a que se te enfríe el café. Es tan frustrante no poder terminar de olvidarte, pasar frío por las noches porque no ha habido brazos capaz de abrazarme como tú lo has hecho. Siento que no encajo en ningún otro pecho, y lo peor no es eso. Lo peor es que estoy empezando a olvidar como eran tus tonos de voz, cuál era tu canción preferida o incluso el tacto que tenían tus labios, y cada vez que siento que olvido algo tuyo, otro trozo de ti se desprende de mi alma. Temo el día en el que no recuerde tu nombre, tus ojos, tu sonrisa. 
Hace poco me llegaron noticias tuyas. Te casaste. Con otra. Otra que no soy yo. Otra que te abrazará por las noches y que te preparará el café cada mañana a las 8:20. Otra que podrá hacerte feliz por mí y a la que la palabra BODA no le asusta. Solo espero que seas feliz de verdad, como te mereces. 
Me maldigo cada vez que pienso que podría haber sido yo la que llevará tu anillo en el dedo si no hubiera salido corriendo cuando me lo pediste, dejando tu orgullo tirado por el suelo al llamarte loco. Pensé que no estaba preparada para dar semejante paso, pero ahora que lo pienso, sí que estaba preparada. No entiendo cómo podía haberme asustado al pensar en una vida a tu lado, habría sido maravillosa. Aunque siendo sincera lo que más coraje me da de todo es que me di cuenta antes de que te marcharas. Me di cuenta de que estaba siendo tonta y que lo que realmente quería era pasar mi vida contigo. Para siempre. Llevar tu anillo, ser la madre de tus hijos, de nuestros hijos...Pero llegué tarde. Cuando quise decirte todo, tú te adelantaste y me dijiste que te marchabas. Habías conocido a otra; otra que hoy es tu esposa. El mundo se me vino encima, y hoy, un año después, siento que me quieres. Es irónico, ¿no crees? Porque te quiero para una noche, y luego otra. Te quiero todas las noches de mi vida y eso me hace pensar que antes era yo la que te huía y que cuando abrí los ojos fuiste tú el que huiste. La vida da demasiadas vueltas.