jueves, 9 de mayo de 2013

Me la suda el mundo si yo estoy sudando contigo.

Tus manos sobre las mías y te juro que ya no necesito nada más. Tú, yo. El cielo en la tierra, el infierno bajo la cama y el mundo hecho pedazos tras la ventana. Y qué más nos dará a nosotros si es de día o es de noche, si es lunes o si es domingo, si son las seis de la mañana o las doce de la noche. Qué más me da a mí si, ahí afuera, la gente se está matando cuando yo te destrozo a ti con solo morderme el labio. O viceversa. Destrozarnos la vida y arreglárnosla a mordiscos, eso quiero. Te quiero a ti bajo las sábanas de la cama a todas horas. Te quiero sobre la mesa y te quiero contra la pared. Te quiero en el suelo, llevándome al cielo. Te quiero ahí, en ese momento, en ese preciso momento en que te acercas, me guiñas un ojo y me aprietas la cintura. Irresistible. Tan irresistible que ni el chocolate más dulce puede hacerte competencia. 
Pero, ¿sabes cómo me gustas más? Cuando paseas por mi espalda, te paras en ese límite infranqueable para muchos y me muerdes. Ahí me enamoras.
Tus manos por mi nuca, tus dientes danzando cuello abajo, mis uñas por tu espalda...Oh, sí, estar contigo es toda una delicia.