Cuando me preguntas en que pienso siempre me pillas pensando en ti. En ti y en mí. En tu mirada que me atraviesa, en tus mejillas siempre rosadas, en la sonrisa de niña pequeña que hace que se te marquen los hoyuelos. En mis manos acariciando tu pelo, en tu respiración que se regula cuando te quedas dormida. Pienso en el sonido de tu voz, en tu risa. En la forma en la que arqueas la espalda cuando te acaricio, en el movimiento de tu pelo cuando presumes de algo, en la forma en la que te muerdes el labio, me guiñas el ojo y me invitas, silenciosamente, a perderme por tu cuerpo. Pienso en como, todavía, se me eriza el vello de la nuca cuando dices que me quieres.
Pero también pienso en mí. Pienso en como me sale la sonrisa tonta cuando te veo sonreír. Pienso en las ganas que te tengo cuando te muerdes el labio, cuando paseas con mis camisetas, cuando me agarras y me empujas a la cama. Pienso en el cúmulo de sensaciones que se me acumulan en el pecho y que a veces me confunden. ¿Vivir sin ti? A estas alturas sería casi imposible.
Pienso en nuestras cenas, en nuestros paseos por la playa, por la ciudad, corriendo detrás de ti como un niño pequeño. Pienso en ti tocando la guitarra y cantando canciones que por las noches me repites al oído. Pienso en tus piernas enredadas con las mías, las sábanas de la cama que siempre acaban por el suelo, en tu cuerpo que se amolda al mío, en tus besos de fuego, en mis labios recorriéndote el cuello. En tus manos y en las mías que siempre acaban en tu cintura. En tu voz rompiendo el silencio de la noche y en mí embelesado con tu belleza.
Cada vez que preguntas estoy pensando en ti y no es extraño, siempre pienso en ti.
+¿En qué piensas?
-En ti.
+Siempre me dices lo mismo. Creo que me mientes...
-No te miento. Siempre estoy pensando en ti.