Su olor se me había quedado prendido en el cuerpo. Se aferraba a mí como si quisiera recordarme la existencia de un mundo distinto.
Estaba ebrio de su perfume. Me había acercado demasiado. Mis instintos me prevenían de hacer una cosa semejante.
La dulzura del verano en su piel, la cadencia casi familiar de su voz, la sensación de sus caricias. Todo mi cuerpo cantaba con el solo recuerdo de su proximidad.
Estábamos demasiado cerca.
Y no podía apartarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario