martes, 12 de julio de 2011

Alcohol, alcohol y más alcohol.

Anoche lo volví a hacer. Volví a coger esa maldita botella que tenía guardada bajo llave en aquel oscuro lugar.
No devería haberlo hecho, lo sé.
No estubo bien. Pero me ayudo.
Lo necesita.
Llevaba tantos meses sin probar ni una sola gota de alcohol que pensé que ya lo había superado.
Me equivoqué.
Já, ¡que tonta fui!
Una vicio así no se supera tan facilmente.
Ayer mientras me servía un vaso bien cargado de aquel maldito líquido, pensé en todo.
Pensé en lo ocurrido esa noche, en como te ví con ella y en como fuiste capaz de hacer algo así. Yo confiaba en ti.
En como deje que el ambiente de la discoteca dejaba de importarme y en como salí corriendo a mi casa.
Sin pensarlo, abrí la despensa y la caja donde escondia ese veneno infernal.
Me dio igual todo.
Todos los esfuerzos que había hecho para salir de aquella maldita vida de perra que llevaba.
Lo había dejado todo por curarme. Mi familia, mis amigos, a ti, mi vida... Para nada.
Para ver como todo se esfumaba mientras descorchaba el tapón de la botella.
Tú fuiste el culpable de todo esto.
Me la bebí entera.
Pero no fue suficiente.
Volvían los recuerdos y yo necesitaba olvidarte.
Sí, eso...olvidarte.
Necesitaba más.
La discoteca.
Sí, iba a volver a la discoteca.
El ambiente seguía igual, nada cambiaba.
Me camufle entre la gente y empeze a bailar con una copa en la mano.
Eso es lo que iba a hacer, dejarme llevar toda la noche.
Emborracharme hasta olvidar incluso como me llamaba.

Necesita más, mucho más.

Bailar, beber y olvidar.
Alcohol, alcohol y mucho, mucho más alcohol.