martes, 18 de septiembre de 2012

Cámbiame la vida.

-Princesa.
+Imbécil.
-Preciosa.
+Prepotente.
Ella se da la vuelta para abrir la puerta y marcharse y él, en un acto reflejo, la agarra por el codo y le da la vuelta. Sus ojos quedan a la misma altura.
-Serás mía. Quieras o no quieras. No me importa lo rebelde que te puedas poner o lo infantil que puedes llegar a ser, pero quiero que seas mía, y yo, en tu lugar, empezaría a aceptarlo, porque sabes que pasará.
+Su-él-ta-me.
-No quiero.
+Gritaré.
-No me importa. No gritarás. No te conviene un escándalo, porque cómo bien sabes, a mí me da igual los escándalos. Sólo te perjudicarías tú, lo que haría que las cosas fueran más fáciles. Así que sí. Grita todo lo que te de la gana y serás mía mucho antes de lo planeado.
+Eres un maldito cerdo arrogante. No te mereces nada, ¡nada! Sí de verdad estás esperando que me lance a tus pies como todas las demás, estás equivocado. Yo nunca seré tuya y si me obligas, te aseguro que convertiré tu vida en un maldito infierno.
-Buenas tardes, señorita - Él la suelta mientras sonríe con una sonrisa franca, amistosa y al mismo tiempo, falsa.
Ella se da la vuelta rápido y se dirige a la puerta con paso rápido, pero no sin antes dedicarle una mirada fría, de odio, totalmente desprovista de amabilidad. Sale y da un portazo.
Él se lleva las manos a la cabeza mientras se dirige al aparador dónde se sirve una copa de ron. 
-No sé que voy a hacer con ella - dice en voz alta mientras se lleva la copa a los labios - podría hacer las cosas fáciles y aceptar su destino, pero no. Ella quiere jugar, ¿no? Pues que así sea. Jugaremos y ganaré y entonces no habrá nada lo suficientemente fuerte como para alejarme de ella.
Se dirige a la ventana, descorre las cortinas y mira hacía el exterior. Ahí está ella, caminando con paso rápido, enfadado. Un ángel caído es lo que parece. En ese momento ella mira hacía arriba. Y lo ve. Maldita sea, mira que había mujeres y mira que podía tener a quién quisiera con solo chasquear los dedos y va y se fija en la menos adecuada. Es la más fiera de todas.Pero él la domaría y además no le importaba, cuando quería algo, no había alma viviente que le hiciera cambiar de opinión. Y en el fondo, él la quería.


Después de salir por la puerta de la casa, ella camina rápido, enfadada con todos. No quiere oír nada de nadie.
-Pero, ¿quién se habrá creído que es? ¿Quién se piensa que soy? ¿Una figura de colección? No pienso ser suya, es un maldito arrogante, un subnormal con ese pelo negro, esos ojos verdes, esa sonrisa perfecta...¡Maldito cerdo! Le odio. Le odio con todas mis fuerzas y no pienso ser suya. Por nada del mundo.
Sigue caminando y entonces siente una mierda. Como si la observaran. Mira hacía arriba y lo ve. Está en la ventana, mirándola como si fuera suya. De su propiedad. 
Malditos sean esos ojos verdes y maldito su corazón, que se para cuando siente su mirada. No quería ser de nadie, quería ser libre. Pero él... Él quería domarla y eso no se lo iba a consentir a nadie, aunque en el fondo...En el fondo, sí que quería.