viernes, 26 de abril de 2013

Por destrozar todas las camas del planeta. Contigo, por supuesto.

Nunca he sido de ambicionar todo, es más, me conformo con aquello que me hace feliz. Nunca he pedido más de la cuenta, ni si quiera voy por la vida exigiendo cosas imposibles. Pero, eso sí, tenía muy recias mis convicciones y si algo tenía claro es que si tuviera que morir ahora mismo, no iba a poner resistencia. Es más, me dejo matar, pero con la única condición de que el que me mate seas tú. Y que me mates mientras estás enredado en mi pelo, mientras te hundes en mí, mientras me muerdes el labio y me suplicas que te mire. Mátame en ese momento mientras estoy indefensa. Mátame ahí que será en el único momento que seré tuya completamente. 
Quizás te parezca una idiotez, una declaración de amor demasiado radical. Una ida de cabeza de una niñata consentida. 
No me importa, esta niñata se muere por morir bajo tu cuerpo, porque lo último que vea sean tu cuerpo, tus ojos negros. Y que le follen al mundo mientras tú me estés follando a mí. Que le den a los putos prejuicios, a todos esos que dicen que el amor mata. Que les den a todos que yo muero por morir a tu lado. 
Que sabrán ellos. Qué coño sabrán si no te han visto morderte el labio, si no te han escuchado suplicarme un poco más, si no tienen ni idea de lo jodidamente irresistible que estás cuando me aprisionas contra la pared. 
¿Morir por amor? No os confundáis. Amor, sí, pero más bien sería morir por la lujuria.