Hoy podría escribir sobre lo rápido que murió lo nuestro, de ti y de tus constantes enfados cuándo todo salía mal. Tal vez debería escribir de esos gritos y de esas eternas noches de espalda en la misma cama, pero a la vez, tan lejos. Podría escribir sobre... ¡bah! Paso. Hoy voy a escribir sobre mí. Sobre mis sentimientos. Sobre tu ausencia y lo rápido que ha pasado todo, incluso el tiempo sin ti.
Comenzaré por decirte, que no, no estoy triste, ni insoportable, ni me paso el día llorando por las esquinas, como un alma en pena. Tampoco puedo decirte que soy totalmente feliz, porque no pretendo engañarte. Estoy bien. Normal.
Solo quería preguntarte si las cosas te van bien, si tú eres muy feliz, si has encontrado a alguién o si es todo lo contrario. No espero que respondas, aunque realmente me gustaría.
Ayer encontré una carta y una foto. Aquella carta que me regalaste por San Valentín cuándo eramos unos críos que jugaban a quererse. La foto es de aquella pizzería que estaba en el centro, ¡salgo con unos pelos! Uff, se nota que es de hace tela de tiempo. Sonreíamos y tú me tenías cogida de la mano, ¿quién podría haber predicho nuestro destino? Estabamos locos el uno por el otro y parecía que nuestro amor nunca podría tener fin. Pero lo tuvo, y déjame decirte, que no fue un final bastante alegre.
Mi vida no está mal, le hace falta movimiento, pero, bueno, ya sabes cómo soy, que las grandes emociones no son mi fuerte.
Tengo que decir que he cambiado mucho, desde que no me ves. Me he teñido el pelo y me he hecho un corte bastante peculiar, totalmente distinto. Ahora fumo. Bueno, más bien, fumo desde el día que te fuiste, cuando me desesperaba por tu ausencia, pero lo dejaré. Eso es malo, tú se lo decías mucho a tu padre.
En fin, que de verdad, espero de todo corazón que todo te vaya genial, y, ¿quién sabe? Quizás un día de estos, el destino haga de las suyas, y nos chocamos de frente como en las peliculas.