domingo, 17 de marzo de 2013

He pasado la vida sin saber que te esperaba.

Lo guapo que estás cuando duermes, cuando me abrazas fuerte, muy fuerte, temiendo la hora en que cada uno tenga que volver a su vida. Temiendo al amanecer, a que no sepamos cuando volveremos a vernos, cuando volveremos a perdernos en nuestros besos. Cierro el puño y arrugo las sábanas. Las lágrimas se me agolpan en los ojos y los cierro, haciendo hasta lo imposible por no llorar, por no pensar en las despedidas, en que mañana estarás durmiendo con ella en vez de conmigo, en que ella te dará todos esos besos de buenos días y de buenas noches que yo no podré darte. ¿Por qué tenemos que vivir así? ¿Por qué conformarnos con vernos tan poco si podríamos vivir juntos para siempre? Ah, claro. Porque tú tenías una vida antes de conocerme a mí. Yo soy la intrusa en tu camino. Pero, ¿qué esperaba? Yo también tengo otra vida con otra persona que ahora mismo se estará preguntando dónde estoy. 
Cómo nos gusta jodernos la vida. Complicarnos la existencia, rompernos los esquemas. Esto esta mal. Está muy mal, joder. Deberíamos no volver a vernos nunca más. Deberíamos  regresar a nuestras vidas y olvidarnos de todo esto. Deberíamos, pero es imposible.
¿Cómo hostias podría vivir sin ti ahora que te conozco? ¿Cómo podría volver a casa, mirarlo a los ojos después de todo esto y decirle que le quiero? ¿Cómo puedo besarlo si estoy pensado en ti? 
+¿Por qué lloras? -.Me giro y lo veo ahí, mirándome fijamente. Me aprieta contra su pecho y yo me derrumbo. -. Eh, no llores. ¿Qué te pasa?
-¿Por qué hacemos esto? ¿Cómo somos capaces de volver a casa y mentirles de esta manera? 
Suspira y me levanta la cara hasta que nuestras narices se rozan. Miro las profundidades de esos ojos negros que me han marcado para siempre y veo un gran dolor reflejado en ellos.
+Lo hacemos porque es incontrolable. Dime la verdad, ¿has sido capaz de controlarte, de pensar fríamente, de arrepentirte mientras...? .-Niego con la cabeza.-Yo tampoco. Luego siempre me siento mal. No merece esto. Ni tú tampoco. 
-Pero yo...Yo te quiero. No puedo seguir fingiendo que le quiero. 
Me da un beso en el pelo y suspira mientra me abraza un poco más fuerte.
+No me quieras. No puedes quererme. No lo hagas.
Levanto la cabeza y nuestras miradas se vuelven a encontrar.
-¿Por qué? Ya es tarde. Ya te quiero. Y sé que tú también me quieres. Aunque sea solo un poco.
+No puedes quererme porque no te merezco y no te mereces a alguien tan hijo de puta como yo. Mira lo que estoy haciendo con ella. Piensa que podría hacértelo a ti también. Piensa que podría destrozarte si me das la oportunidad, que podría machacarte, hacerte trizas. Ahora mismo tienes todo lo que necesitas. Tienes a alguien que te espera y que te abraza todas las noches, aunque no soy yo. Y bien sabe Dios que me muero de ganas de ser yo.
-No creo que me hicieras más daño del que yo me estoy haciendo al estar alejada de ti y al forzarme a querer a alguien que deje de querer en el mismo momento que crucé las puertas de esta habitación hace más de séis meses. Te necesito conmigo todas las noches de mi vida. Por favor, quédate conmigo. No te vayas más. 
+Si entraste aquí es porque yo quise. Fui yo quien te pervirtió de todas las maneras imaginables y te prometió el cielo y las estrellas pensando que solo serías una más. Ingenuo de mí que ahora pienso en lo capullo que he sido y en lo jodidamente fácil que lo veía todo y me entra la risa. Te quiero. Sí, te quiero es cierto. Y por esa misma razón no voy a dejar que me des la oportunidad de hacerte daño. La voy a dejar, ella tampoco se merece  sufrir más por mi culpa. Pero voy a alejarme de ti también. 
Se me paró el corazón. ¿De mí? ¡No, de mí no, por favor! Empiezo a llorar como una niña pequeña y me aferro todo lo fuerte que puedo a su cuerpo. Por favor, no, por favor.
-¡No! Si te vas, ¿cómo narices voy a ser capaz de volver a mi vida? Tú eres mi vida. No necesito nada más. Le voy a dejar y voy a ser totalmente tuya. Confío en ti. No me harás daño. Por favor, por favor, intentémoslo.
Se quedo callado. No dijo que sí, pero tampoco dijo que no. Vi un rayo de esperanza en ese silencio. Cerro los ojos y cuando volvió a abrirlos me agarro la cara y con sus labios casi pegados a los míos, dijo:
+Me estás haciendo dudar. No soporto verte llorar, me estás matando. ¿Qué quieres? ¿Qué necesitas? Dímelo, maldita sea. Haré lo que sea para que dejes de llorar y de temblar.
-Quédate conmigo. Quédate hoy, quédate mañana y quédate siempre. No dejes que salga de estas cuatro paredes si tú no vas a salir de mi mano. Por favor, danos una oportunidad. Podemos ser muy felices. Lo se, algo me lo dice. Confía en mí. Por favor, por favor...
Apoyé mi frente en la suya y cerré los ojos. 'No te vayas, maldita sea. No me dejes sola que me pierdo, que no se vivir sin ti'
+Si te digo que estoy dispuesto a intentarlo por ti y porque te necesito más de lo que jamás he necesitado nada, ¿dejarás de llorar?
Sonreí y mi sonrisa basto para que la suya saliera también. Asentí con la cabeza y me lancé a su cuello con tanta fuerza que acabé encima suya casi sin darme cuenta. Éramos un revoltijo de manos, de brazos, de besos, de caricias, de mordiscos. Un torbellino de felicidad y de lujuria. Y de amor, claro que sí.
-Te quiero
+Te quiero.-Me susurró.