Hay está. Viene caminando por la calle del centro. Bueno, en lugar de caminar, parece que baila. Hace de la calle, su terreno. Como si le perteneciera. Al igual que todos los que vamos por ella.
Dios, parece modelo. Sus pantalones ajustados, sus zapatillas que parecen recién compradas, y quizás esté en lo cierto, ese chaleco marinero que ciñe su pecho, marcando cada uno de sus músculos. Y con las gafas de sol ocultando sus enormes ojos jade. Su pelo cobrizo perfectamente peinado.
Deja sin respiración a cualquiera. Yo la primera.
Toda la calle lo mira al pasar, todo el mundo se muere por su atención. Mira a su alrededor y sonríe con una sonrisa radiante, perfecta. Arrogante. Me escondo tras la primera esquina que pillo.
Es perfecto, no tiene ni un solo defecto.
Me muero de celos. Celos del aire que le roza al caminar, del suelo por el que camina, de su camiseta, que aprisiona su corazón. Celos de esos dedos que revuelven su pelo, de ese pelo que puede sentir las caricias de sus manos.
Para. Míralo, ¿qué podría buscar él, el chico ideal, en alguien como tú, la Fiona de Shreck?
Se acerca y me encojo un poco más en mi pequeña esquina, y él pasa con la mochila a hombros, ¿a dónde irá hoy? Hoy es jueves, así que irá al gimnasio, desde las 8 hasta las 10.
"Serás mío" con esta gran promesa y un último suspiro, me marcho en la dirección contraria.
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