sábado, 10 de noviembre de 2012

Para el resto de nuestras vidas.

Fue un día increíble. Se puede decir que fue, para ambos, el día más importante de nuestras vidas. Ahora nos pertenecíamos uno al otro legalmente.
Yo estaba irreconocible con aquel vestido blanco, largo, y el pelo suelto al natural, con mis tirabuzones ondeando al viento. Él de traje de chaqueta, guapo hasta la saciedad, con aquellos ojos brillando a la escasa luz solar que quedaba.
Fue el día más feliz, pero también el más difícil al que me haya enfrentado. Dudo que tenga que volver a vivir un día como aquel.
Era otoño e íbamos saliendo de aquel majestuoso edificio. Había tanta gente a nuestro alrededor que creo que no los pude ver a todos, era imposible. Las hojas, de un tono amarillo y marrón, inundaban el suelo. Era el día perfecto para decidir llevar lo nuestro mucho más allá de simples palabras, sin embargo, al salir, la sorpresa me la llevé yo.
Estaba enfrente de mí, alejado de todos. Ella detrás, mirándolo con un dolor insoportable en sus ojos.
Yo iba tan sonriente y tan resplandeciente, que cuando lo vi, quise morirme. Se me vino todo abajo e, involuntariamente, mi cuerpo se tensó.
Todos sabían lo que yo había pasado. Lo destrozado que había tenido el corazón, el alma. Lo insoportable que era para mí, incluso nombrar su nombre. El daño que me había causado el chico, que casualmente o por obra del destino, estaba a unos cien metros de mí, mirándome fijamente. Algo me decía que él sabía todo. Él sabía lo que habíamos decidido y sabía que pasado este día, yo iba a pertenecer a otra persona para los restos.
Nos miramos y él extendió la mano hacía mí. En sus ojos se podía leer "Huye conmigo." 
Todo se quedo en silencio y sentí todas las miradas puestas en mí, en mi cara de sorpresa y de dolor. Se podía palpar la tensión en el ambiente. El nerviosismo corría de un lado a otro. Todo el mundo se hacía la misma pregunta: "¿Huirá con él?" 
Incluso en la distancia, pude verme reflejada en sus pupilas. Pude ver en aquella persona toda una vida. Todo lo que habíamos vivido, todo lo que yo sentí y todo lo que sentía. Lo había significado todo, había sido mi horizonte y mis sueños. Yo quería un futuro con él. Yo deseaba haberme casado con él. Pero las cosas fueron diferente, él me hizo daño. Muchísimo daño. Mi mirada se trasladó de él a ella. Ella estaba quieta, asimilando todo lo que estaba viendo. El chico al que amaba, me estaba pidiendo a mí, su antiguo amor, que escapará con él el mismísimo día de mi boda. ¿Estábamos locos? ¿Qué clase de broma era está? 
Sentí como la mano que me agarraba se aflojaba y me soltaba. Eso me hizo reaccionar. Ni si quiera me acordaba que a mi lado, estaba la persona con la que yo había decidido compartir mi vida para siempre. Me giré y lo miré.
Estaba serio y muy tenso. Tenía miedo. En su cara lo vi todo. Vi todo el amor que sentía por mí y lo feliz que, hasta hace tan solo unos momentos, se sentía. Ahora tenía miedo de perderme, pero, sin embargo, me había soltado. Eso significaba que me entendía y que me amaba más de lo que yo pudiese entender. Estaba dispuesto a dejarme marchar  si de verdad quería. Me dejaba el camino libre, incluso cuando yo le pertenecía, para irme con otro. Sonrío y en su sonrisa contemplé que lo único que él deseaba era mi felicidad.
Fue en ese momento, en este pequeñísimo segundo, cuando lo entendí todo. La persona que estaba enfrente de mí, que tanto daño me había causado, me había roto el corazón de las maneras más desastrosas que os podáis imaginar. Me había matado, y de paso, rematado. Si lo hizo una vez, podría hacerlo otra. Podría condenarme. Nunca podría olvidar lo que había sentido por él. Eso jamás. Siempre lo recordaría, pero la persona que tenía al lado, me amaba. Y yo a él. De eso no tenía dudas. 
Me giré y me aferré a él como nunca antes lo había hecho.
-Te amo.
Él se relajó y me abrazó mucho más fuerte.
+Te amo. 
-¿Por qué me has soltado? No me dejes marchar en tu vida - le susurré al oído. Note como la gente de nuestro alrededor se tranquilizaba y como mis padres volvían a respirar todo el aire que estaban conteniendo.
+Te dejaría marchar si eso es lo que realmente quieres. Si de verdad puedes ser feliz con la persona que tanto daño te ha hecho, yo te doy vía libre para que lo seas. No quiero que te quedes a mí lado si no me quieres. Antes de todo está tu felicidad, y contra eso, no hay nada más fuerte. Te voy a querer siempre y supongo que está es tu decisión final: te quedas conmigo.
Asentí y él me acarició el pelo.
-Tú eres todo lo que necesito. Si me he atrevido a dar este paso hoy y contigo, es porque realmente es lo que quiero. Pasar el resto de mi vida a tu lado y que tú seas el padre de mis hijos.
Nos besamos y la gente se olvidó de lo que había sucedido hacía unos minutos.
Había decidido bien. Por una vez en mi vida, había elegido lo que de verdad necesitaba.
Miré hacía delante y él había desaparecido, pero ella todavía estaba ahí, mirándome. Movió los labios y se los pude leer: "Te sigue queriendo. Nunca te ha olvidado y nunca habría llegado a quererme como a ti."
Baje la mirada y miré nuestras manos, entrelazadas. Sí, había tomado la decisión correcta.