Hay días en los que te encuentras sola. Miras a tu alrededor y no hay nadie; soledad en un mundo repleto de gente.
Mires dónde mires y busques dónde busques solo te ves a ti, el reflejo de un alma rota, de un corazón destrozado. Unos ojos que cuentan miles de batallas que acabaron mal, la derrota de tu vida. Lo diste todo, arriesgaste y perdiste. Como un soldado, vuelves a casa, agradecido de seguir vivo, pero con cicatrices incurables, con traumas imborrables. En ocasiones desearías estar muerto. En el amor pasa algo parecido. Vives acostumbrada a una voz, a un aroma, a unos besos determinados. Una rutina que no quieres que se acabe jamás...Pero siempre acaba. Y vuelves al mundo al que pertenecías, pero a veces, ese mundo no es suficiente. Estabas acostumbrada a otro, a un lugar diferente y el estar sola te da miedo. Te da miedo porque no recuerdas como era. Es ahí cuando tú te vienes abajo y rebuscas en el pasado una explicación, algo, lo que sea, que pueda ayudarte a volver a mirar hacía delante. Y no la encuentras y vives sumergida en recuerdos, mirando un espejo que siempre refleja lo mismo, a ti, la maldita cara de un adiós inesperado.
Vives esperando un "Estoy aquí, contigo. No me voy a ir nunca, lo prometo" que nunca llega.
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