miércoles, 12 de diciembre de 2012

Renuncio a tu abandono.

He perdido la cuenta de las veces que me he quedado mirando su foto mientras me quedaba dormida. También he perdido la cuenta de las veces que le dije te quiero en un solo día, al igual que las horas perdidas mirando el techo, sonriendo sin más. 
Por desgracia, también he llegado a perder la cuenta de las lágrimas derramadas tras su partida, de las veces que me sentí impotente por no poder cambiar las cosas, sabiendo que el final estaba a la vuelta de la esquina y no poder alejarlo o simplemente, salir corriendo, huyendo sin más. 
Sigo sintiendo que falta algo, que tu ausencia se ha extendido por todas partes. Me persigue. Sigo evitando nuestros lugares e incluso hago hasta lo imposible por no pasar por tu calle, pero es imposible. Sin darme cuenta siempre termino casi al lado, mis pasos me llevan hacía ti como tantas otras veces, pero esta vez a mi cerebro se le ha olvidado recordarles que ya no me perteneces. Ya no eres mío. Entonces me doy la vuelta y sigo con mi vida. 
Juraría que tu olor sigue vagando por mi habitación; tu sonrisa, reflejada en el espejo.
Y yo, que he cambiado tanto que apenas me reconozco, me he dado cuenta de que jamás volveré a ser la misma, pero tampoco me importa. ¿De qué me sirve volver a ser la misma si tú, a fin de cuentas, no vas a regresar jamás?