Fuego. No hay cosa que más me guste que quemarme. Arder. Pasarme de la raya, y quemarme. Infierno, fuego, azufre, sol... Tú. Yo me quemo con solo una mirada tuya. Es tu fuego el que hace que pierda los papeles, que me descontrole y que arañe las paredes por un simple beso. Y cuando me besas, ese mismo fuego, se triplica. Mi pulso se dispara, y tus caricias, me hierven la sangre. Es mi manera favorita de arder, de sentir el fuego totalmente y de desear con toda mi alma otra sonrisa tuya. Me derrites, me enciendes y consigues que todo lo que me importa pase a un segundo plano.
No eres un ángel, eso lo tengo claro. Eres un demonio. El mismo Diablo. No me importa, siempre tuve preferencia por los malos de las películas, y por las sonrisitas de suficiencia que me dedicas al verme. Supongo que sabes que soy tuya, que muero por tus atenciones, y que me encanta tu pelo, tus ojos, tus manos.
Desde que te conozco tengo una nueva meta: voy a ser mala. Estoy segura de que tú no irás al cielo, sino al infierno. ¿Y para qué quiero yo el cielo, si tú no vas a estar? Vayámonos al infierno y ardamos, pero juntos.