viernes, 26 de octubre de 2012

Solitaria.

Escúchame, no soy ninguna tía fácil, pero tampoco difícil. No te confundas conmigo, chaval, no soy ninguna guarra. Ni ninguna puritana. Si de verdad quieres tenerme o simplemente un simple revolcón en el motel más cutre de la ciudad, curratelo. Demuéstrame que vales la pena, aunque seas para un par de horas, te doy hasta el cielo. Pero cuidado, no te enamores de mí. No te convengo. Bueno, ni a ti, ni a nadie. Soy un alma libre que pasea por las calles en solitario, buscando algo nuevo, alguien nuevo con quien pasar la noche. No me prometas las estrellas, que yo no quiero nada. No quiero tus palabras de amor. Yo ya he escarmentado, he aprendido a base de golpes que el amor no existe. O si existe, se acaba pronto. No quiero volver a tener que coserme el corazón y prendérmelo con alfileres al pecho. Déjame sola, quiéreme hoy y mañana olvídate de mi nombre, que yo ya no me acuerdo del tuyo. 
Ten cuidado sobre todo con mis sonrisas, o con mis miradas, serían capaz de condenarte al mismísimo infierno con tal de volver a verlas. No me busques ni me llamas, sigue adelante porque yo no repito en la misma piedra, es más, estoy dispuesta a probar todas las piedras que encuentre en mi camino. Deja que me tropiece, y que yo misma me levante. Sola. Déjame estar sola, pero reconócelo, me estás echando de menos desde el mismo minuto en que abandoné tu cama. Es normal, soy difícil de olvidar.