viernes, 9 de noviembre de 2012

Temblor.

Su olor se me había quedado prendido en el cuerpo. Se aferraba a mí como si quisiera recordarme la existencia de un mundo distinto.
Estaba ebrio de su perfume. Me había acercado demasiado. Mis instintos me prevenían de hacer una cosa semejante.
La dulzura del verano en su piel, la cadencia casi familiar de su voz, la sensación de sus caricias. Todo mi cuerpo cantaba con el solo recuerdo de su proximidad.
Estábamos demasiado cerca.
Y no podía apartarme.

Pasado, presente y futuro, pero a tu lado.

Ella corre calle abajo como si no hubiese mañana. Ha esperado tanto este momento...
Lo ve de lejos y entra en el coche. Aquel coche que ha significado tanto y que un día, fue como un lugar donde refugiarse del mundo. Con él.
Él está dentro, esperándola. Hacía tanto tiempo que no la veía que parecía que el corazón se le iba a salir del pecho. Meses que parecían años, siglos. 
-¡Hola! - ella abre la puerta, se sienta en el asiento de al lado y le da un beso en la mejilla, mientras lo mira, tímida.
+Hola pequeña.
Se miran. ¿Cuánto hacía que no estaban así? Sin embargo parecía que el tiempo no hubiera pasado. Qué seguían juntos, como siempre. Que nunca pasó nada, no hubo ningún adiós. Pero la verdad es diferente, aplastante.
La verdad es que él rehízo su vida junto a otra persona, mientras que ella, después de intentarlo, se dio cuenta de que no había otro. Nunca habría otro más que él, que ahora mismo, la miraba como un loco, anhelando tenerla cerca.
Empiezan a hablar de sus vidas, esas vidas que un día eran una sola, pero que hoy, son diferentes...O eso creía ella.
En un momento de esa conversación, él se acerca un poco más a su boca. Escasos centímetros que separan algo, que tanto uno como otro, están deseando.
+Estás muy guapa hoy.
Ella se queda de piedra, asombrada. Él no es de los que dice "guapa" a la ligera.
+He dejado a mi novia. Ya no hay nada entre nosotros.
Eso la dejo mucho más descolocada que antes. Una pregunta, una sola pregunta se le vino a la mente.
-¿Por qué?
Él se acerca un poco más, y sin avisar, la besa. La besa como nunca antes lo había hecho. Y es que la había echado tantísimo de menos que no pudo evitarlo más. 
Ella no se apartó, al contrario, se dejo guiar. Se entregó a las garras del destino que ahora mismo no hacía más que confundirla, y de paso, se entrego a sus brazos. A esos brazos que siempre la habían sostenido cuando se había caído. Esos mismos que la habían ayudado a levantarse tantísimas veces.
Despacio, casi con miedo, se separan.
+¿Te vale esta respuesta? - Él la acaricia el pelo y la sienta en su regazo, como siempre - Te he echado muchísimo de menos. No podía seguir engañándome, no hay ninguna otra. No podría haberlo. 
Ella se queda mirándolo fijamente, intentando asimilar todas esas cosas que tanto había soñado. ¿Qué la había echado de menos? ¿Podría él hacerse a la idea de cuánto lo había echado de menos? ¿De cuántas veces lo había nombrado en silencio, pensando lo que estaría haciendo, si sería feliz? Cuantas noches se había ido a la cama deseando soñar con él, aunque solo fuera para verlo una vez más.
Sin embargo, lo único que pudo hacer es formularle otra pregunta. La que más le interesaba, la más importante de todas.
-¿Me quieres?
Cuando lo dijo tuvo miedo. Le daba miedo la respuesta, porque si era que no, iba a morir en ese mismo instante y alejarse le costaría una vida entera.
Él la miró y sonrío. 
+Por algo lo he hecho.
Nada más. No era un hombre de muchas palabras, pero si sabía lanzar indirectas bastante directas. Ella cerró los ojos y decidió que no iba a preguntar nada más, que no quería saber nada más. El tiempo lo diría todo y por el momento, esto era lo que quería.
A fin de cuentas, estaba mucho mejor que hace tres días cuando lo echaba de menos y pensaba que no lo volvería a ver.
Se echaron a reír por una tontería que uno de los dos dijo y pareció que el tiempo había vuelto atrás. Que nada había cambiado y que, a los ojos de los demás, eran una pareja como otra cualquiera.