A veces no tengo razón aunque siempre quiero llevarla. Soy bastante cabezota, es cierto, pero cuando lucho por algo, normalmente, es porque para mí es importante. Tengo miles de defectos, pero cuando digo que te quiero es porque realmente lo siento. De mis virtudes no me gusta hablar, puesto que tengo muy pocas, aunque eso no me avergüenza. Me gustan mis virtudes, aunque sean pocas, pero más me gustan mis defectos, ya que son los que realmente me definen, las que me hacen ser quien soy.
Mi principal defecto es que soy una cabezota e insisto siempre cuando creo que merece la pena, por eso sigo insistiendo cuando te tengo en frente. Cuando me miras y yo me muerdo el labio.
+No te muerdas el labio.
Y yo paro. Paro, pero cuando menos me lo espero me lo vuelvo a morder. Sera porque cuando estás cerca me arde hasta el cerebro. Soy incapaz de pensar y actúo por impulsos. Y todos esos impulsos me demuestran de lo que estoy hecha, lo que realmente quiero, lo que una sola de tus antiguas caricias es capaz de provocar.
Cierro los ojos y, mentalmente me dejo ir, aunque físicamente me obligo a permanecer sonriente, como si nada.
Pasas el pulgar por mis labios, despintando el rojo intenso que hoy me he puesto. Sonríes y el corazón se me encoge. Antes cuando sonreías siempre era por mí.
+Dame un beso, anda.
Y yo, obligándome a pensar antes de actuar, te doy un beso en la mejilla. Me aparto con todo el dolor que eso supone y mantengo la sonrisa.
Parpadeas, confundido.
+Un beso de verdad.
Ahora la que se confunde soy yo. Al ver que no reacciono, das tú el paso. Y yo, maldita estúpida, me dejo llevar. Qué más da si mañana no soy capaz de levantarme al recordar que ya no estás, si te veo y me tengo que conformar con una mísera sonrisa, si cuando me acueste sabré que ya no vas a volver. Qué más da.
Vacío la mente y te sigo el juego.
Y ya no me importa nada, no me importa nadie, porque por un solo segundo, tú has decidido besarme, tú has pensado en mí y yo he sentido que el corazón se me salía por la boca.
domingo, 30 de diciembre de 2012
sábado, 29 de diciembre de 2012
¿He cambiado? Adivina quien es el responsable.
+Has cambiado.
Intento reprimir las ganas de pegarle e intento relajar las manos.
-Tuve que sentarme a ver como te enamorabas de alguien más. Dime si tú no cambiarías después de eso. - Le suelto, con rabia, con todo el odio que llevo guardado dentro.
+Yo nunca he dicho que estuviera enamorado de ella.
Se acerca un paso, y yo retrocedo dos.
-No te acerques.- le advierto - ¿Si no estabas enamorado de ella por qué lo hiciste? ¿Por qué me abandonaste a mí y corriste con ella?
Cierro los ojos y espero una respuesta, sin embargo, lo único que obtengo es silencio. Un silencio incómodo, cargado de recuerdos muertos. Abro los ojos y lo miro. Me esta mirando fijamente, parado en mitad del salón con las manos en los bolsillos.
+Te he echado de menos.- Cambia de tema.- He pensado mucho en ti, pequeña.
-Ah, y yo no ¿verdad? Yo me he muerto por ti, he matado por ti, he buscado la manera de salir adelante cuando lo único que quería era estar a tu lado. Me he contenido mil veces para no salir a buscarte. ¿Sabes lo duro que fue para mí perderte? ¿Puedes hacerte a la idea de todo lo que un día significaste en mi vida? ¿Puedes, a caso, imaginar cuantas noches me he acostaba llorando y me levantaba igual? Tenía pesadillas y cuando me despertaba me daba cuenta que hasta las pesadillas eran mejor que mi vida sin ti. Estaba vacía. Totalmente vacía. ¿¡Sabes lo que es eso!? -Le chillo mientras intento aumentar la distancia entre nosotros.
Se acerca e intenta quitarme las manos de la cara, que instintivamente, aprieto para que no me vea llorar.
+Claro que lo se, porque yo me sentía igual que tú, yo te quería mucho y te sigo quer...
-¡Mentira! Ni se te ocurra decir que me quieres porque te juro que no respondo de mí. ¿Cómo puedes seguir diciendo tantas mentiras? ¿Cómo puedes ser tan cínico? No dudo de que me quisieras algún día, pero acabaste conmigo. Nunca pude volver a ser la misma, ¿no lo entiendes?
+Lo siento, de verdad.
-¿De qué me valen tus lo siento? ¿De qué? Ha pasado mucho tiempo y aún así, cuando me acuerdo de ti, todavía me duele las heridas que me dejaste en el alma. Eso de que el tiempo todo lo cura es una gran mentira. Todavía me quedo sin respiración cuando pienso en tu sonrisa. A veces, me despierto de un salto porque he soñado contigo...O con la persona que un día fuiste. Me entran ganas de llorar ¿sabes? Pero luego lo pienso mejor y me digo a mí misma, ¿para qué? ¿Para qué voy a seguir llorando por ti? ¿Para qué seguir echándote de menos? Entonces pienso que lo he superado. Paso algunas semanas sin pensar en ti, pero de repente, cuando menos me lo espero, un recuerdo cruza por mi mente como una estrella fugaz, y ya no recuerdo ni como mantenerme en pie.
Me alejo de él dándole la espalda y echo a andar hacía la puerta, deseando de salir de esa maldita casa y de no volver a ver jamás a esa persona que tanto daño me ha hecho.
+Has cambiado más de lo que me esperaba. Casi no te reconozco.
Me detengo y sin ni si quiera darme la vuelta le respondo:
-Claro que he cambiado, ya te lo he dicho. Cuando la persona por la que matas te mata, ya nada vuelve a ser lo mismo. La persona que fuiste te abandona para siempre y no hay manera de volver atrás. Te he querido mucho, ¿y sabes por qué lo sé? Porque me has hecho mucho daño. Menuda forma triste de medir las cosas, ¿verdad?
Abro la puerta y salgo a la calle dejando atrás, de una vez por toda, a mi pasado y a todos los demonios que un día me consumieron.
viernes, 28 de diciembre de 2012
Secretos que ocultan toda una vida
Todos guardamos secretos. Secretos capaces de acabar con todo. Algunos guardamos secretos que arruinarían toda una vida, que podrían poner en peligro todo lo que te esforzaste por conseguir. Otros, como yo, guardamos secretos que dan miedo, secretos que te alejarían del resto del mundo y te condenarían a la más remota soledad.
A fin de cuentas, los secretos son algo con lo que hay que lidiar toda la vida, pero ten cuidado, pueden acabar reventándote en la cara.
jueves, 27 de diciembre de 2012
Búscame.
Hoy he decidido sentarme a escribir, a dejar vagar la mente y, como siempre, he pensado en amor. Y he pensado en ti. En ti y en tu peculiar manera de hacerme ver el mundo, de jugar con mis sentidos, de perderte en mis labios. Cuanto daño me han hecho las malditas palabras, que hoy, por suerte, juegan a mi favor. Cuantas noches, suplicando un nombre, rezando a las estrellas, a lo que diablos haya ahí a fuera para que regresara. Que volviera a mi lado, que me abrazara y me dijera que no podía vivir sin mí. Cuantos días acompañada de la soledad como fiel consejera, como testigo de mis miedos ocultos, de mis desvelos en mitad de la noche. De mis lágrimas por las sábanas, recordándome, una vez más, que estaba sola. Que no había nadie que se preocupara por mi bienestar, por mis sonrisas, por mis pesadillas. Nunca había estado más sola en mi vida.
En esos momentos tuve razones más que suficientes para venirme abajo, para no volver a ver la luz del sol y ahogarme en una botella que siempre me esperaba encima de la mesa, preparada para ser consumida, pero no. En lugar de eso me levanté y renací de mis propias cenizas. Me levanté como una montaña que jamás podrás alcanzar.
Y aquí está el premio. Tú en medio de la habitación, medio desnudo, mirándome con la mirada más profunda que he visto en mi vida.
Sonríes y malditas las ganas que tengo de comerme esa sonrisa.
Alza una ceja y me mira, desafiante.
+¿Vienes o voy a por ti?
Respondo con la misma mirada de desafío, mientras me suelto el pelo.
-Ven a por mí, valiente.
Y cerro la puerta.
En esos momentos tuve razones más que suficientes para venirme abajo, para no volver a ver la luz del sol y ahogarme en una botella que siempre me esperaba encima de la mesa, preparada para ser consumida, pero no. En lugar de eso me levanté y renací de mis propias cenizas. Me levanté como una montaña que jamás podrás alcanzar.
Y aquí está el premio. Tú en medio de la habitación, medio desnudo, mirándome con la mirada más profunda que he visto en mi vida.
Sonríes y malditas las ganas que tengo de comerme esa sonrisa.
Alza una ceja y me mira, desafiante.
+¿Vienes o voy a por ti?
Respondo con la misma mirada de desafío, mientras me suelto el pelo.
-Ven a por mí, valiente.
Y cerro la puerta.
Mi sitio siempre estará a tu lado...
Dicen que de todos los lugares que hay en este planeta , solo habrá unos cuántos en los podrás decir eso de "Este es mi lugar" . Yo, sin darme cuenta, había dado con uno. Uno que, casualmente, se encuentra entre sus brazos, en su habitación, al calor de las sábanas. Pensé que jamás perdería ese lugar, que jamás habría nadie que pudiera ocupar mi sitio...Pero me equivoqué. Aunque tengo algo muy claro: Aunque pasen mil años, aunque esa misma cama la ocupen veinte mil personas más, siempre que vuelva, siempre que me mires, siempre que me toques, sabré que ese es mi lugar y tú también lo sabes. Sabes que cada vez que te acuestes, me estarás echando de menos.
-¿Sabes? He encontrado mi sitio.
+¿Ah sí? ¿Y dónde está?
-Mi sitio está aquí, a tu lado, en esta cama, bajo estas sábanas, con tus brazos como almohada.
martes, 25 de diciembre de 2012
Feliz Navidad.
Hoy es Navidad, y nada, solo quería desearos unas muy felices fiestas y que todos vuestros sueños se hagan realidad. En estas fechas tan señaladas, me gustaría recordaros que sepáis valorar lo que, hoy, tenéis; las personas que están a vuestro lado, que se sientan a cenar con vosotros y que a veces os dan la lata, esas, esas son las que hay que cuidar de verdad. Porque quién sabe cuántas Navidades más os quedan juntos.
domingo, 23 de diciembre de 2012
¿Queda claro?
No se cuantas veces han intentado hacerme caer. Hundirme, sumergirme, apartarme del camino, hacerme desaparecer; para que sus vidas sean mejor; para poder obtener lo que tanto ansían...Pero no pueden. No pueden porque a mí no se me hunde tan fácilmente. Necesitan mucho para acabar conmigo, así que no lo conseguirán. ¿Y sabéis por qué? Porque las personas que suelen querer hundirme casi siempre lo hacen para arrebatarme algo, y esta vez les está costando bastante. Lo que pretenden quitarme todavía me busca por los rincones de su vida, demostrando que lo que siente por mí es más fuerte que todo lo demás; que el amor siempre vence.
Antes de que me hundáis a mí, yo ya os he hundido veinte veces.
Antes de que me hundáis a mí, yo ya os he hundido veinte veces.
sábado, 22 de diciembre de 2012
Déjate de tonterías y quiéreme tal y como soy.
Esa manía de llamarme como a todas, de buscarme en los mismos sitios que a las demás. De querer hacerme sentir igual.
La cosa es que yo no quiero. No quiero ser igual a todas tus estúpidas novias anteriores. Yo quiero ser yo misma, que me trates diferente, que sepas que soy totalmente opuesta a lo que te imaginabas. Sorpréndeme y sorpréndete a ti mismo.
La cosa es que yo no quiero. No quiero ser igual a todas tus estúpidas novias anteriores. Yo quiero ser yo misma, que me trates diferente, que sepas que soy totalmente opuesta a lo que te imaginabas. Sorpréndeme y sorpréndete a ti mismo.
viernes, 21 de diciembre de 2012
Esclavos de un mismo sentimiento.
Era un día de verano, hacía un calor infernal y allí estaban ellos dos, encerrados en una habitación, uno en cada punta y mirándose fijamente. Ella, sentada sobre el escritorio con un vestido blanco que, cada vez que se cruzaba de piernas, se levantaba un poco más; él dejado caer sobre un baúl antiguo, conocedor de miles de recuerdos y de historias que esas paredes guardaban celosamente. Los dos callados, una guerra de miradas cargadas de pasión. Cuando el silencio empezó a extenderse más de la cuenta, ella sonrío con esa sonrisa capaz de bloquear todos tus problemas, mientras decía:
-El amor es una mierda.
Él, sin ni si quiera pestañear, le devolvió la sonrisa, mientras cruzaba las piernas pronunciando:
+El amor es una mierda, pero estoy enganchado a ella.
Ella, totalmente en silencio, lo invitó a acercarse con un simple movimiento de su mano. Cuando lo tuvo enfrente, agarrándolo por las solapas de la camisa y acercando su boca a la suya, susurró:
-El amor nos hace débiles.
+Pero también fuertes.- Completó él.
Ella, sin abandonar la sonrisa, continúo:
-El amor mata.
+Por el amor, matas.
Ella, aflojando sus manos, dejo vagar su mirada por las curvas de la sonrisa de él, por las líneas de su barbilla, la textura de su mejilla, su barba incipiente. Subiendo la mirada contempló su pelo, negro como la noche, despeinado, sexy; sus cejas perfectas, sus ojos verdes.
-El amor hace que me pierda en tus ojos.
Él, embobado en su sonrisa, divagó por su rostro, descubriendo de quién, sin darse cuenta, se estaba enamorando. Su ancha sonrisa, su mejilla siempre sonrosada, sus ojos grises tras las gafas, sus cejas pequeñas, su pelo rubio oscuro, rizado, hasta la mitad de la espalda.
+El amor hace que naufrague en tu boca.
Ella, apartando la mirada de sus ojos y centrándola en su boca, suspiró.
-Amor, amor, amor...
Y él, queriendo acabar con todo lo que se pusiera en medio, deseando hacerla suya en ese mismo escritorio, la besó, y pensó como hasta hace tan solo unos meses eran unos completos desconocidos y como ahora, estaban enamorados como dos idiotas.
-El amor es una mierda.
Él, sin ni si quiera pestañear, le devolvió la sonrisa, mientras cruzaba las piernas pronunciando:
+El amor es una mierda, pero estoy enganchado a ella.
Ella, totalmente en silencio, lo invitó a acercarse con un simple movimiento de su mano. Cuando lo tuvo enfrente, agarrándolo por las solapas de la camisa y acercando su boca a la suya, susurró:
-El amor nos hace débiles.
+Pero también fuertes.- Completó él.
Ella, sin abandonar la sonrisa, continúo:
-El amor mata.
+Por el amor, matas.
Ella, aflojando sus manos, dejo vagar su mirada por las curvas de la sonrisa de él, por las líneas de su barbilla, la textura de su mejilla, su barba incipiente. Subiendo la mirada contempló su pelo, negro como la noche, despeinado, sexy; sus cejas perfectas, sus ojos verdes.
-El amor hace que me pierda en tus ojos.
Él, embobado en su sonrisa, divagó por su rostro, descubriendo de quién, sin darse cuenta, se estaba enamorando. Su ancha sonrisa, su mejilla siempre sonrosada, sus ojos grises tras las gafas, sus cejas pequeñas, su pelo rubio oscuro, rizado, hasta la mitad de la espalda.
+El amor hace que naufrague en tu boca.
Ella, apartando la mirada de sus ojos y centrándola en su boca, suspiró.
-Amor, amor, amor...
Y él, queriendo acabar con todo lo que se pusiera en medio, deseando hacerla suya en ese mismo escritorio, la besó, y pensó como hasta hace tan solo unos meses eran unos completos desconocidos y como ahora, estaban enamorados como dos idiotas.
Winter.
El invierno vuelve a hacer su aparición un año más. Quizás este año sea diferente, más duro, puesto que me falta alguien importante. Pero, bueno no podemos quedarnos llorando en los rincones mientras esta estación tan bonita se marcha.
miércoles, 19 de diciembre de 2012
Tus defectos, mi debilidad.
Nunca me creyó cuando le decía que era perfecta. Se reía y me guiñaba el ojo mientras desaparecía doblando la esquina. Siempre me contestaba lo mismo: "Yo no soy perfecta, ni pretendo serlo. Tengo mis defectos, pero eso sí, son defectos encantadores. Mis defectos enamoran más que mis virtudes." Y yo sonreía cuál idiota pensando en la curva de sus caderas, en su manera de atusarse el pelo, presumida, engreída y sintiéndose orgullosa por ello. Era una orgullosa, una caprichosa, una egoísta. Una joya, vaya. Un diamante de los que ya no quedan. Nunca quiso cambiar aunque tampoco le hacía falta. Soy incapaz de imaginármela con vestidos largos, con modales refinados, miedo al amor, al compromiso. No sería ella y no me gustaría tanto. Porque, qué decir, si yo me muero por sus sonrisas pícaras, por tener que esforzarme para que me de un beso, bailar con ella hasta la madrugada; por ella entera.
Tenía razón cuando decía eso de que sus defectos eran encantadores, aunque yo era más de decirle que sus defectos eran follables. Sus defectos la convertían en alguien totalmente perfecta, en la excepción de la regla, mi martes 13.
Por lo tanto, yo también tenía razón.
Que ironía. Me enamoré de sus defectos antes que de sus virtudes.
martes, 18 de diciembre de 2012
Aprecia lo que tienes antes de que sea tarde.
La deje ir hace mucho tiempo. Demasiado. Aunque me pese, he de reconocer que fue culpa mía. Yo la deje marchar. Yo deje que se alejara para siempre. Yo le hice daño. Yo, yo, yo...Yo nunca conseguí olvidarla, pero aprendí a vivir con ello. A sobrevivir recordando su sonrisa, sus ojos, sus besos, su voz en mitad de la noche.
A pesar de los años, todavía no he olvidado el sonido de su voz, la sensación que sus caricias dejaban sobre mi piel, incendiándola; el color exacto de sus ojos todavía me persigue en sueños. No voy a decir que nunca he estado con otras mujeres, pero la verdad, la única verdad, es que mis pensamientos siempre han sido de ellas. Las demás eran las otras, ella la auténtica, la única, la verdadera. La primera y la última. El amor de mi vida, supongo.
Mi vida iba igual, monótona, hasta que el destino, ese pequeño indeseable, decide cruzar nuestros caminos. Una vez más.
Y la vi. Estaba en la acera de enfrente, en una ciudad que nada tenía que ver con nosotros, lejos de casa, perdidos por el mundo. Y ahí estaba ella. Físicamente seguía siendo la misma, pero yo la veía diferente. Había cambiado.
Sin pensármelo, crucé la calle y la pare. Al mirarla de frente, vi en ella una segunda oportunidad, una maniobra del destino o de lo que fuera para que enmendara mis errores. Para volver a ser dos, después de tanto tiempo.
Se sorprendió al verme y al principio pensé que no me reconocería, pero no me decepciono.
+Cuánto tiempo.
Sonrío y me entraron ganas de llorar. Como había echado de menos esa sonrisa...
La invite a tomar un café y hablamos. Me contó parte de su vida, sus logros, sus caídas. Prácticamente había logrado casi todo lo que se había propuesto y eso hizo que sintiera una punzada de orgullo.
Cuando ella terminó de hablar se hizo el silencio y mi cerebro me traicionó.
-Te he echado de menos. Te he echado muchísimo de menos.
Ella levanto la mirada de su café y pude sentir como se tensaban todos sus músculos y como su sonrisa se hacía más pequeña. Quise alargar mi mano y agarrar la suya, sentir su tacto después de tantísimo tiempo, pero no me atreví.
+Yo también te eché mucho de menos, pero aprendí a vivir sin ti.
Ignorando ese comentario le dije algo que no le había dicho a ninguna mujer desde que ella desapareció de mi vida.
-Yo todavía te quiero. No te he olvidado.
De repente ella se volvió fría, distante.
+Ya es muy tarde para eso ¿no crees? ¿Cuántos años han pasado? Muchos. Tengo mi vida hecha, mi camino tomado. No fuiste un error, eso tenlo claro, pero me hiciste daño. Yo mataba por ti y tú me mataste a mí. ¿Sabes cuánto me ha costado confiar en alguien después de lo nuestro? No te puedes hacer a la idea de cuanto. Pasé unos años asquerosos, llorando cada dos por tres, haciéndome la fuerte, intentando desesperadamente no echarte de menos...Hasta que un día lo superas. Aprendes que el pasado no vuelve, y que lo importante esta delante. Y así, poco a poco, aprendí a vivir sin ti, a no pensar en ti, a enamorarme de nuevo.
Sentí como mi mundo volvía a partirse de nuevo. Volvía a perderla.
-¿Hay otra persona?
+Sí.
-Entonces no tengo nada que hacer, ¿verdad?
+No, lo siento. Tu oportunidad pasó hace mucho, y yo te lo advertí. Te advertí de que si me iba, era para siempre. No ibas a tener otra opción, porque desaparecería de tu vida, y aún así, me dejaste marchar. Esas eran las consecuencias y tú las aceptaste. No te quejes ahora, al cabo de los años.
Me quede callado, mirándola. Cuanto la había amado, cuanto la amaba. La deje marchar hace mucho tiempo, no tenía derecho de reclamarla ahora, al cabo de los años. Ella movió los labios, estaba diciendo algo, pero no pude oírla con el sonido de mis pensamientos.
Se levantó y diciendo algo, supongo que una despedida, se marchó con esos andares que tantas veces me habían llevado a la locura.
Desde ese día, no he vuelto a ser el mismo.
A pesar de los años, todavía no he olvidado el sonido de su voz, la sensación que sus caricias dejaban sobre mi piel, incendiándola; el color exacto de sus ojos todavía me persigue en sueños. No voy a decir que nunca he estado con otras mujeres, pero la verdad, la única verdad, es que mis pensamientos siempre han sido de ellas. Las demás eran las otras, ella la auténtica, la única, la verdadera. La primera y la última. El amor de mi vida, supongo.
Mi vida iba igual, monótona, hasta que el destino, ese pequeño indeseable, decide cruzar nuestros caminos. Una vez más.
Y la vi. Estaba en la acera de enfrente, en una ciudad que nada tenía que ver con nosotros, lejos de casa, perdidos por el mundo. Y ahí estaba ella. Físicamente seguía siendo la misma, pero yo la veía diferente. Había cambiado.
Sin pensármelo, crucé la calle y la pare. Al mirarla de frente, vi en ella una segunda oportunidad, una maniobra del destino o de lo que fuera para que enmendara mis errores. Para volver a ser dos, después de tanto tiempo.
Se sorprendió al verme y al principio pensé que no me reconocería, pero no me decepciono.
+Cuánto tiempo.
Sonrío y me entraron ganas de llorar. Como había echado de menos esa sonrisa...
La invite a tomar un café y hablamos. Me contó parte de su vida, sus logros, sus caídas. Prácticamente había logrado casi todo lo que se había propuesto y eso hizo que sintiera una punzada de orgullo.
Cuando ella terminó de hablar se hizo el silencio y mi cerebro me traicionó.
-Te he echado de menos. Te he echado muchísimo de menos.
Ella levanto la mirada de su café y pude sentir como se tensaban todos sus músculos y como su sonrisa se hacía más pequeña. Quise alargar mi mano y agarrar la suya, sentir su tacto después de tantísimo tiempo, pero no me atreví.
+Yo también te eché mucho de menos, pero aprendí a vivir sin ti.
Ignorando ese comentario le dije algo que no le había dicho a ninguna mujer desde que ella desapareció de mi vida.
-Yo todavía te quiero. No te he olvidado.
De repente ella se volvió fría, distante.
+Ya es muy tarde para eso ¿no crees? ¿Cuántos años han pasado? Muchos. Tengo mi vida hecha, mi camino tomado. No fuiste un error, eso tenlo claro, pero me hiciste daño. Yo mataba por ti y tú me mataste a mí. ¿Sabes cuánto me ha costado confiar en alguien después de lo nuestro? No te puedes hacer a la idea de cuanto. Pasé unos años asquerosos, llorando cada dos por tres, haciéndome la fuerte, intentando desesperadamente no echarte de menos...Hasta que un día lo superas. Aprendes que el pasado no vuelve, y que lo importante esta delante. Y así, poco a poco, aprendí a vivir sin ti, a no pensar en ti, a enamorarme de nuevo.
Sentí como mi mundo volvía a partirse de nuevo. Volvía a perderla.
-¿Hay otra persona?
+Sí.
-Entonces no tengo nada que hacer, ¿verdad?
+No, lo siento. Tu oportunidad pasó hace mucho, y yo te lo advertí. Te advertí de que si me iba, era para siempre. No ibas a tener otra opción, porque desaparecería de tu vida, y aún así, me dejaste marchar. Esas eran las consecuencias y tú las aceptaste. No te quejes ahora, al cabo de los años.
Me quede callado, mirándola. Cuanto la había amado, cuanto la amaba. La deje marchar hace mucho tiempo, no tenía derecho de reclamarla ahora, al cabo de los años. Ella movió los labios, estaba diciendo algo, pero no pude oírla con el sonido de mis pensamientos.
Se levantó y diciendo algo, supongo que una despedida, se marchó con esos andares que tantas veces me habían llevado a la locura.
Desde ese día, no he vuelto a ser el mismo.
domingo, 16 de diciembre de 2012
Recuerdos que vagan entre cenizas que siguen ardiendo.
Me siento a esperar a que las llamas que, poco a poco, van consumiendo las últimas fotos que me recuerdan a ti. Me quedo mirando el humo que evapora los momentos, que arrasa con todo y que hace que las lágrimas de mis ojos salgan antes de tiempo.
Miro las fotos y contemplo como el fuego acaba con una sonrisa, con una mirada, con unas manos entrelazadas, que hasta hace tan poco me parecía algo eterno. La base de mi vida. La estructura de mi universo. El motivo de tanta lucha, de tanta guerra.
He luchado con uñas y dientes por mantenerte a mi lado, pero al final tuvieron razón. La gente tuvo razón. Estaba luchando yo sola, cargando con algo que no valía nada, que me podía y que me hacía envejecer a pasos acelerados.
Cojo otra del montón que tengo a mi derecha, la miro, memorizando los gestos, tu cara, tu sonrisa, tu mirada y la lanzo al fuego. A la pila de recuerdos incendiados que, en este día de invierno, se acumula ante mis ojos.
Que largo se me va a hacer el olvido, cuantas lágrimas me quedan por derramar y cuántos días de soledad tengo por delante. Intento dejar de pensar en eso, y cojo otra foto. Ahí estás, sonriente, despistado, sin saber que te estaba fotografiando. Me acuerdo de aquel día y de tu cara cuando te diste cuenta de la foto. De las carreras por la playa para borrarla, de los besos en el cuello cuando te venciste. De mí, que me sentía la persona con más suerte del mundo por el simple hecho de tenerte abrazado a mí. Y la arrojo al fuego junto con miles de recuerdos más que poco a poco el fuego se va tragando.
Antes de seguir quemando recuerdos, me detengo y me paro a pensar. A recordar. A recordarte. Cómo eras al principio, cuanto amor nos dimos, cuantos planes, cuantos besos y cuantas promesas. Y cómo eras al final. Cuanta indiferencia, cuantos enfados, cuantos olvidos, cuantas palabras mal gastadas haciéndonos sentir mal el uno al otro, cuantas noches dando vueltas en la cama pensando dónde y con quién estabas.
Siento una lágrima, una sola, deslizándose por mi mejilla, silenciosa. Una lágrima tan solitaria como yo.
Sacudo la cabeza y decido continuar con la ardua tarea que tengo ante mí. Miro hacía la derecha y me doy cuenta de que solo quedan tres fotos. Las tres más recientes, las de hace tan solo, unos meses. En esas fotos veo el reflejo de todo lo que un día fuiste y de todo lo que habías cambiado. Tu sonrisa, si se puede considerar sonrisa a esa triste mueca, es pequeñísima, falsa. Tu mirada no desprende aquella seguridad, aquella inocencia de la que yo me enamoré. Aquel amor que me procesabas que un día fue la envidia del planeta, ya no estaba. Ya no existía. Y me doy cuenta ahí, en esa foto, de que lo nuestro terminó mucho antes de lo previsto. No se como no lo vi, como no pude observar que estaba todo perdido, que ya entonces, luchaba por algo que hacía tiempo que había perdido.
Las lágrimas empiezan a caer una tras otra, sin tregua. Y yo, impotente, cojo las otras dos fotos, intentando encontrar algo, lo que sea, que me diga que me he equivocado, que había algo, que todavía puede haber algo, pero encuentro más de lo mismo. Tu mirada perdida, tu sonrisa melancólica y mis ganas de amarte, de creerte, de que todo podía volver a ser lo mismo, al lado, reflejadas en alguien que, a duras penas, logró reconocer. Que entereza, que firmeza, que seguridad veo reflejada en mi propia persona, que hoy es tan frágil que hasta el mínimo roce del viento, puede destruirla.
Sin querer mirarlas más, las quemo, condenando aquellas fotos al mismo destino que tuvieron las demás.
Espero unos minutos hasta que el fuego devora por completo nuestros rostros y convierte en cenizas un amor que fue tan fuerte, tan intenso que, el mero recuerdo, hace que todavía me tiemble hasta el alma; y cierro los ojos y me pongo a llorar. A expulsar de mi cuerpo y de mi mente todo rastro de dolor, de soledad. De ti. Intentando, dolorosamente, olvidarte para poder seguir con mi vida, empezar de cero.
Cuando vuelvo a abrir los ojos y me seco las lágrimas, ha pasado más de una hora. Me levanto y mirando por última vez aquella pila de recuerdos que un día significó el rumbo de mi vida, me doy la vuelta y echo a andar.
Me doy cuenta de que, a pesar de que ha pasado más de una hora desde que empecé a llorar, el fuego no se ha consumido del todo. Todavía quedan llamas danzando entre el dolor de mi pérdida; todavía las cenizas siguen ardiendo, como mi corazón, incapaz de olvidarte.
sábado, 15 de diciembre de 2012
Morir en tu boca; renacer en tus caderas.
Tus manos, tus labios, tus ojos, tu sonrisa, tus miradas, tu cuerpo; mi perdición, mi infierno particular, mi cielo privado. Tú, yo, nosotros, cama, sábanas, risas, suspiros, tu nombre, mi nombre, cosquillas, juegos, prisas, ganas de ti, necesidad de ti, vivir por ti, morir por ello. Piénsalo.
Mírame y dime que no te mueres por mí, que no tienes las mismas ganas que yo de perderte en mi cuerpo, de jugar conmigo, de hacerme tuya. No te muerdas el labio, no me guiñes el ojo que me pierdo. Que muero por tus sonrisas en mitad de cada beso, por tus caricias por mis piernas, tu mano que se pierde en las costuras de mi vestido. El tiempo que pasa rápido, el sol que se pone tras nuestra ventana, la luna como testigo de mi pérdida de control, de mis debilidades.
Y tú como verdugo de mis pasiones, ejecutándolas una a una, sin descanso. Perdida entre las sábanas, confundida con la suavidad de tu piel, con el sonido de tu risa ahogada en mi oído. Suspiros robados, gemidos incontrolables.
La séptima sinfonía tocada en mi cuerpo; la octava si hace falta.
Tus ojos, maldito sean tus ojos, responsables de mis delirios, de mis temores, de mis ganas de perderme en ellos. Culpable de mis sueños, y de las peores de mis pesadillas, que siempre suelen ser sobre perderte.
¿Y dónde dejamos tus manos? Tus manos que me arrancan la cordura a latigazos de pasión
desbordada. Las que me atan, las que mueven los hilos que me llevan hacía ti cada madrugada.
Pero es tu boca la mayor tentación de todas. Cuando sonríes el mundo se desvanece y yo enloquezco con solo pensar que algún día dejaras de hacerlo. Tu sonrisa en mitad de la noche, reluciendo ante mis ojos. Sabedora de nada, entendedora de todo. Consciente de lo que vas a hacer, de lo que yo siento, de lo que necesito que hagas. Y de tus besos mejor ni hablamos. No puedo definir lo que siento cuando me besas, cuando te pierdes por los rincones de mi cuerpo.
Tu cuerpo como la mayor de las tentaciones a las que me haya enfrentado jamás en la vida. Capaz de hacer que te busque, que me desespere, que te reclame.
¿Y cómo podría yo alejarme de ti, tener la fuerza necesaria para separarme definitivamente de ti? No, no puedo. Tú no pares, que yo me quedo.
Deja que me quede un rato más aquí, desorientada, extasiada, drogada de ti.
Que la noche se convierta en nuestra fiel aliada, testigo de todos nuestros secretos, bebedora de nuestros suspiros y amante de nuestros encuentros furtivos.
Si buscara la definición de pasión, libertad, lujuria, droga, sexo, pecados e incluso de amor, aparecerías tú. Tú, tu sonrisa y tus malditos ojos claros.
Bendita la suerte que tuve al tropezarme contigo en mi camino y maldita mi suerte si algún día desapareces.
Mírame y dime que no te mueres por mí, que no tienes las mismas ganas que yo de perderte en mi cuerpo, de jugar conmigo, de hacerme tuya. No te muerdas el labio, no me guiñes el ojo que me pierdo. Que muero por tus sonrisas en mitad de cada beso, por tus caricias por mis piernas, tu mano que se pierde en las costuras de mi vestido. El tiempo que pasa rápido, el sol que se pone tras nuestra ventana, la luna como testigo de mi pérdida de control, de mis debilidades.
Y tú como verdugo de mis pasiones, ejecutándolas una a una, sin descanso. Perdida entre las sábanas, confundida con la suavidad de tu piel, con el sonido de tu risa ahogada en mi oído. Suspiros robados, gemidos incontrolables.
La séptima sinfonía tocada en mi cuerpo; la octava si hace falta.
Tus ojos, maldito sean tus ojos, responsables de mis delirios, de mis temores, de mis ganas de perderme en ellos. Culpable de mis sueños, y de las peores de mis pesadillas, que siempre suelen ser sobre perderte.
¿Y dónde dejamos tus manos? Tus manos que me arrancan la cordura a latigazos de pasión
desbordada. Las que me atan, las que mueven los hilos que me llevan hacía ti cada madrugada.
Pero es tu boca la mayor tentación de todas. Cuando sonríes el mundo se desvanece y yo enloquezco con solo pensar que algún día dejaras de hacerlo. Tu sonrisa en mitad de la noche, reluciendo ante mis ojos. Sabedora de nada, entendedora de todo. Consciente de lo que vas a hacer, de lo que yo siento, de lo que necesito que hagas. Y de tus besos mejor ni hablamos. No puedo definir lo que siento cuando me besas, cuando te pierdes por los rincones de mi cuerpo.
Tu cuerpo como la mayor de las tentaciones a las que me haya enfrentado jamás en la vida. Capaz de hacer que te busque, que me desespere, que te reclame.
¿Y cómo podría yo alejarme de ti, tener la fuerza necesaria para separarme definitivamente de ti? No, no puedo. Tú no pares, que yo me quedo.
Deja que me quede un rato más aquí, desorientada, extasiada, drogada de ti.
Que la noche se convierta en nuestra fiel aliada, testigo de todos nuestros secretos, bebedora de nuestros suspiros y amante de nuestros encuentros furtivos.
Si buscara la definición de pasión, libertad, lujuria, droga, sexo, pecados e incluso de amor, aparecerías tú. Tú, tu sonrisa y tus malditos ojos claros.
Bendita la suerte que tuve al tropezarme contigo en mi camino y maldita mi suerte si algún día desapareces.
viernes, 14 de diciembre de 2012
Cerrando cicatrices.
Existen los días buenos y los días malos, y yo quiero pensar que ahora mismo, estoy pasando por una racha de los malos. Pero pasarán. Lo se. Se que tarde o temprano, los días buenos volverán, la luz del camino volverá a alumbrar la oscuridad en la que vivo. Algún día me acordaré de estos días tan lamentables y terminaré riéndome de ellos. Quizás lo haga acompañada de alguien más.
Poco a poco la rutina me devolverá al mundo al que pertenecía antes de todo. La sonrisa volverá y los bajones desaparecerán. Lo único que necesito es un poco de tiempo, algo que, lamentablemente, no todos poseemos.
jueves, 13 de diciembre de 2012
Tú quiéreme que yo me encargo del resto.
He pasado cientos de días, miles de horas, millones de segundos, mirándola dibujar. Quedándome prendado de cada línea que, con destreza, su mano dibujaba sobre un folio en blanco. Lo llenaba de color, de magia. Y yo me enamoraba. Sin darme cuenta, quizás; totalmente consciente, tal vez. Enamorado al fin y al cabo. Enamorado de unas manos, de un rostro siempre manchado de carboncillo, de pinturas, de mundo. De una sonrisa que siempre sacaba a relucir lo mejor de mí, de alguien como yo, que nunca ha sido algo especial, todo lo contrario, del montón. Y mírala, se ha quedado conmigo. Teniendo el planeta a sus pies, las puertas de miles de lugares exóticos reclamándola, miles de príncipes haciendo cola por, si quiera, mirarla de lejos, y aquí está. "¿Para qué quiero yo el mundo, la luna, las estrellas, si no te tengo a ti?" Yo me quedo aquí, contigo. Mi sitio es a tu lado y que no se hable más." Y yo me enamoraba un poco más, si podía, al escucharla hablar.
El único mérito que tengo, lo único de lo que realmente estoy orgulloso a parte de ella, es de saber escribir. De poder plasmar el universo en un folio en blanco, que tu imaginación haga el resto. Yo escribía; ella dibujaba lo que leía. Dibujaba historias de amor, de pasión, de perdición. Se dibujaba a sí misma sin ni si quiera darse cuenta. Porque todas mis historias, todos mis relatos, mis palabras, mi universo de letras, todo, iba por ella. Todo era el reflejo de lo que yo sentía y siento con tan solo uno de sus besos, con tan solo uno de sus guiños. No se daba cuenta, ni si quiera se lo podía imaginar, hasta que un día, cansado de que fuera siempre la artista pero nunca la protagonista de sus propios cuadros, la rete a mirar más a fondo, más cerca, más real.
-¿Qué dibujas, preciosa?
Ella se daba la vuelta y cuando la vi, toda manchada de pintura, despeinada, pero con una sonrisa gigante, quise morirme de amor en ese mismo momento.
+Una de tus historias. Estaba leyendo y una de las partes me ha inspirado. No he podido resistirme a coger el pincel y plasmarlo todo. Lo necesitaba.
Tras esto, se muerde el labio y se da la vuelta, volviendo a su paraíso de pinturas.
Me acerco por detrás, sorteando la jungla de cuadros de la habitación y la abrazó, sin importarme si me lleno de pintura o no, si al apretarla demasiado, una de sus líneas se desvía.
Esta dibujando un paisaje de montañas, con una pareja a la derecha. El sol poniente por detrás. Me fijo más en la pareja y contemplo la postura, los rostros, los cuerpos en perfecta torsión, la ropa. Es tal como yo lo imaginaba al escribirlo. A veces me sorprende la capacidad tan increíble que tiene para entenderme, para complementarme.
Me fijo en el hombre, soy yo. Lo tengo claro, incluso antes de pararme a mirarlo mejor. Miro la mujer y compruebo, satisfecho que se trata de ella. Nosotros. Tal y como lo imaginé al escribirlo. Tal y como yo quería que fuera. Pero ella no se ha dado cuenta todavía.
Le tomo la mano que tiene el pincel y la detengo. La obligo a soltarlo y me acerco a su oído.
+Salimos muy guapos. Sigo sorprendiéndome con tus habilidades para pintar. Es tal y como yo lo imaginaba.
Se da la vuelta, confundida.
-¿Nosotros?
Acerco mi frente a la suya y le digo, absorto en sus ojos.
+¿Todavía no te has dado cuenta? - Ella me mira, interrogante.- Claro, no se de que me sorprendo. Siempre estás tan metida en el mundo de tus cuadros, que a veces no te paras a pensar, a comprender. Tu subconsciente lo sabe, por eso te retrata tan increíblemente bien. Somos nosotros. Todo lo que yo escribo, todo lo que te describo, y por consiguiente, todo lo que tú dibujas, es sobre ti. Sobre los dos. Sobre nuestra historia, la historia que yo quiero vivir siempre a tu lado. La vida contigo se resume en estos cuadros, en estos momentos, en tus ojos y en los míos que se mueren por cada trocito de ti. Piénsalo. Mira atentamente y dime, ¿qué es lo que ves?
Despacio, se da la vuelta y mira atentamente el cuadro que estaba dibujando. Lo analiza desde todos los ángulos y cuando termina, pasa a los que ya están terminados. A los que andan acumulados por la habitación.
Cuando se cansa de dar vueltas, se mira al espejo. En el reflejo de su imagen veo unos ojos sorprendidos, enamorados, felices. Agradecidos.
Se da la vuelta hacía mí y, sin previo aviso, se tira encima de mí. Trastabillamos hacía atrás, pero consigo mantener el equilibrio.
-Te quiero.
Y me besa. Y todo lo demás no importa. Y yo me pierdo en ella, tan infantil, tan mujer, tan predecible, tan dulce, tan...ella.
Y siento que me enamoro un poco más, que la vida sin su presencia no volvería a tener sentido. Se separa y sonríe, y maldita las ganas de sonreír mías.
Así quiero que sea mi vida. Yo escribo sobre ella, sobre nosotros y ella pinta, se pinta a si misma, a nosotros.
Y me enamoro cada día de la misma mujer. Y no hay nada ni nadie mejor.
miércoles, 12 de diciembre de 2012
Renuncio a tu abandono.
He perdido la cuenta de las veces que me he quedado mirando su foto mientras me quedaba dormida. También he perdido la cuenta de las veces que le dije te quiero en un solo día, al igual que las horas perdidas mirando el techo, sonriendo sin más.
Por desgracia, también he llegado a perder la cuenta de las lágrimas derramadas tras su partida, de las veces que me sentí impotente por no poder cambiar las cosas, sabiendo que el final estaba a la vuelta de la esquina y no poder alejarlo o simplemente, salir corriendo, huyendo sin más.
Sigo sintiendo que falta algo, que tu ausencia se ha extendido por todas partes. Me persigue. Sigo evitando nuestros lugares e incluso hago hasta lo imposible por no pasar por tu calle, pero es imposible. Sin darme cuenta siempre termino casi al lado, mis pasos me llevan hacía ti como tantas otras veces, pero esta vez a mi cerebro se le ha olvidado recordarles que ya no me perteneces. Ya no eres mío. Entonces me doy la vuelta y sigo con mi vida.
Juraría que tu olor sigue vagando por mi habitación; tu sonrisa, reflejada en el espejo.
Y yo, que he cambiado tanto que apenas me reconozco, me he dado cuenta de que jamás volveré a ser la misma, pero tampoco me importa. ¿De qué me sirve volver a ser la misma si tú, a fin de cuentas, no vas a regresar jamás?
Por desgracia, también he llegado a perder la cuenta de las lágrimas derramadas tras su partida, de las veces que me sentí impotente por no poder cambiar las cosas, sabiendo que el final estaba a la vuelta de la esquina y no poder alejarlo o simplemente, salir corriendo, huyendo sin más.
Sigo sintiendo que falta algo, que tu ausencia se ha extendido por todas partes. Me persigue. Sigo evitando nuestros lugares e incluso hago hasta lo imposible por no pasar por tu calle, pero es imposible. Sin darme cuenta siempre termino casi al lado, mis pasos me llevan hacía ti como tantas otras veces, pero esta vez a mi cerebro se le ha olvidado recordarles que ya no me perteneces. Ya no eres mío. Entonces me doy la vuelta y sigo con mi vida.
Juraría que tu olor sigue vagando por mi habitación; tu sonrisa, reflejada en el espejo.
Y yo, que he cambiado tanto que apenas me reconozco, me he dado cuenta de que jamás volveré a ser la misma, pero tampoco me importa. ¿De qué me sirve volver a ser la misma si tú, a fin de cuentas, no vas a regresar jamás?
martes, 11 de diciembre de 2012
Trato de olvidar todos los momentos que pasamos juntos.
Las estrellas están ahí para verlas en buena compañía, decían. He de decir que no hay nada más bonito que ver las luces del firmamento al lado de alguien importante, pero ten cuidado con quien consideras importante. Para mí, llevar a alguien a ver las estrellas es una especie de contrato, de destino permanente. Algo así como un para siempre, pero menos formal y más importante. Cometí el error de enseñarle las estrellas, la luna, las constelaciones más espectaculares a la persona equivocada. Hice el mayor juramento de amor esperando lo mismo y me quede vacía cuando el peso del error se me cayó encima.
Ya no he vuelto a ver las estrellas por miedo a recordar, a sentirme sola ante algo tan grande.
Suelo ser bastante desconfiada y jamás me había pasado cosa similar a esta, pero por desgracia para mí, cuando me enamoro pongo los cinco sentidos en una sola persona y dejo de lado hasta lo más crucial. Me vuelvo una ciega, sorda e incluso hasta muda. Me entrego hasta el final, no dejo nada y lo doy todo. Y ese es el mayor problema de todos: cuando lo has dado todo, hasta la última gota de tu ser, de tu vida, de tu amor, ya no te queda nada. Te has exprimido a ti misma y has perdido el horizonte.
En ocasiones, esto no es un problema si has dado con la opción correcta, la persona adecuada, el llamado "amor de tu vida", pero si te equivocas, como yo, esto se convierte en un serio problema.
Ya no salgo a ver las estrellas, pero he encontrado una manera mejor de verlas, un lugar pequeño pero acogedor. Un lugar que me pertenece y dónde me siento medianamente bien.
No es lo mismo, claro que no, pero por el momento me vale. Si algún día me recupero, volveré a salir a verlas, pero eso sí, sola.
lunes, 10 de diciembre de 2012
Deja de hacerte la fuerte, pequeña.
A veces, luchar no es la solución, y más si por lo que luchas ya no funciona. Ya ha muerto. Es una causa perdida y tú, al igual que yo, también lo sabes.
Estás sufriendo, haciéndote la fuerte por fuera pero muriéndote por dentro. Sintiendo como todo lo que haces, todos los esfuerzos que estás poniendo, no sirven de nada. Se derrumba. Una vez más.
Y yo te entiendo. Te entiendo muy bien. Sé lo que es levantarse con la certeza de que nada ha cambiado, que todo sigue igual, pero con la esperanza de que las cosas cambien. De que vuelva y te abrace. Que te diga que te quiere a ti. Solo a ti. A ninguna otra.
Luchando constantemente porque no se vaya, pensando que las cosas no pueden ir a peor, que si sigues un poco más, quizás todo cambie...Pero no. Las cosas siempre pueden ir a peor y si algo he aprendido de todo esto, es que si sigues un poco más, el final duele el doble, porque te faltan las fuerzas para alejarte. Te sobran ganas y te faltan razones. Pero a pesar de todo, lo sigues queriendo. Sigues pensando en el principio, lo diferente que eran las cosas, lo bonito que parecía todo. Y mira dónde estamos. Medio muertas, dejándonos la piel por una causa perdida, sufriendo en silencio las consecuencias de nuestros actos y sonriendo como si nada. Porque podemos, porque somos fuertes. O porque eso es lo que queremos aparentar. Porque en el fondo, no podemos, no somos fuertes. Somos débiles, de cristal.
¿Y sabes lo que pasará si continúas así, luchando por algo que jamás volvería a ser lo mismo por mucho que quisieras? Que terminarás cansada, agotada. Derrumbada. No te quedarán más ganas de amar en la maleta y tendrás que salir a buscarla, sin ganas, sin tiempo. Guárdate un poco de ese amor que tienes, de esas ganas de ser feliz insaciables, y si tantas ganas tienes de luchar, ponte la meta en otro lugar, en otra causa. No tiene porque ser una persona. Pueden ser muchas más que te necesitan.
No acabes con el poco suministro, que por desgracia, la raza humana tiene para poder amar. Si él no sabe ni lo que quiere y tú sigues poniéndote en bandeja, lo único que lograrás es que la mayor afectada seas tú. No sigas más, pequeña, por favor. Te he visto sonreír y, sabes, me encanta tu sonrisa. La verdadera. La que muestra a una persona inigualable, feliz. Pero, ya apenas la veo. La verdadera, digo. Porque la otra, la que pones para que todos piensen que eres muy fuerte, yo no me la creo. Se te ve la tristeza en los ojos.
Además, siempre te he considerado fuerte, y no digo que no lo seas, pero, a veces, lo que realmente necesitamos es dejar de serlo por un tiempo. Derrumbarnos, desahogarnos, explotar de una vez por todas.
Yo he tirado la toalla. Ya sabes, lo locamente enamorada que he estado y que sigo estando, pero esta vez, la solución es dejar ir lo que quieres, lo que amas. Para que sea feliz con quién realmente quiere.
¿Duele? Duele mucho, tú lo sabes. Cómo dientes en el alma; puñales en el pecho.
Pero es la única salida y si eso es lo que me toca, pues mira, hacía adelante.
Saldrás de esto, pequeña. Pero, antes tienes que dejar ir, dejar el pasado atrás, el futuro te reclama. Deja de hacerte la fuerte, que suficiente has aguantado ya.
domingo, 9 de diciembre de 2012
No podemos seguir viviendo a medias.
Las horas pasan como segundos cuando estas cerca y, sin embargo, cuando te marchas parece que no avanzan. Ahora mismo parece que el reloj se ha parado. Llevo un tiempo mirándolo y más lento creo que no podría avanzar. Quizás es que te echo de menos y llevo bastante tiempo sin verte. O tal vez me duele el volver a verte. No se ni lo que me pasa. Quiero pero no quiero verte. Te quiero pero no te quiero. Quiero pero no quiero estar contigo. Maldita sea. No me aclaro. Un sin vivir. Lo nuestro es un sin vivir. Hoy te quiero pero mañana quizás no. Hoy estamos muy bien pero dentro de dos días me voy a rallar y ya no se lo que voy a querer. Hoy te encanto y mañana ya no quieres saber nada de mí. Que sí, que te quiero, que estoy hasta las trancas por ti, pero resulta que hace un rato he conocido a otra y me parece mucho mejor que tú. No se, no se, quizás seas el amor de la semana, del mes, de mi vida. No ¿qué digo? Del día. Sí, eres el amor del día. Mañana no voy a recordar ni el color de tus ojos.
Que estupidez. Así no se puede. O me quieres o no me quieres. O estas conmigo o no lo estás. Con lo fácil que es decirlo...Ahora, hacerlo es otra cosa.
Yo me cansó, sabes. Me cansó mucho y estoy hartísima de darlo todo y quedarme sin nada. Recibo poco y ni si quiera me quejo. Pero, qué quieres que te diga, si tú eres feliz así, sin mi, yo lo acepto. Pero no vuelvas. Si te vas, no vuelvas. Y si te quedas, no te vayas. No podemos seguir existiendo a medias. Si te vas que sea para siempre y si te quedas que sea para siempre también.
A veces olvido la edad que tienes, que quizás seas un crío y que yo, poco mayor que tú, ya estoy tan escarmentada que he tenido que madurar de golpe. Quizás tú esto no lo entiendas, aunque creo que sí lo entenderás.
¿Te vas? Pues fantástico. Sé feliz.
viernes, 7 de diciembre de 2012
La vida sin amor no merece la pena.
Después de todo lo pasado, de todo lo vivido, sigo creyendo en el amor. Creo en los flechazos a primera vista, en los amores imposibles y en los "si quieres, puedes."
Lo he pasado mal, es cierto, pero no por ello dejo de pensar que el amor es lo mejor que puede pasarte en la vida.
El amor verdadero, existe. Te lo digo yo, que lo he sentido, que lo he vivido y que lo he perdido.
Soy también de las que piensa que el amor no entiende de edades. Puedes enamorarte a los trece o a los ochenta, que el sentimiento seguirá siendo el mismo.
También creo que el amor es para todos iguales, sin importar raza ni sexo. El amor es lo mismo aquí, que en la China. Soy fan del amor en todos sus aspectos, en todos sus caminos, en todos sus momentos.
Pero, ojo. También pienso que el amor es algo que viene y que va, que no es permanente. El amor se agota, pero siempre vuelve a renacer de sus cenizas. Quizás en otra persona, en otro lugar, en otro mundo.
Y no te rindas. Sigue luchando por encontrarlo, por que permanezca a tu lado el máximo tiempo posible.
Sin prejuicios y sin preguntas que el amor llega solo. Cuando no lo busques lo encontrarás y esto es así.
Y que te quede claro algo: déjate llevar. Entrégate y no tengas miedo de perder. Recuerda que tienes que equivocarte muchas veces antes de encontrar la opción correcta.
Lo he pasado mal, es cierto, pero no por ello dejo de pensar que el amor es lo mejor que puede pasarte en la vida.
El amor verdadero, existe. Te lo digo yo, que lo he sentido, que lo he vivido y que lo he perdido.
Soy también de las que piensa que el amor no entiende de edades. Puedes enamorarte a los trece o a los ochenta, que el sentimiento seguirá siendo el mismo.
También creo que el amor es para todos iguales, sin importar raza ni sexo. El amor es lo mismo aquí, que en la China. Soy fan del amor en todos sus aspectos, en todos sus caminos, en todos sus momentos.
Pero, ojo. También pienso que el amor es algo que viene y que va, que no es permanente. El amor se agota, pero siempre vuelve a renacer de sus cenizas. Quizás en otra persona, en otro lugar, en otro mundo.
Y no te rindas. Sigue luchando por encontrarlo, por que permanezca a tu lado el máximo tiempo posible.
Sin prejuicios y sin preguntas que el amor llega solo. Cuando no lo busques lo encontrarás y esto es así.
Y que te quede claro algo: déjate llevar. Entrégate y no tengas miedo de perder. Recuerda que tienes que equivocarte muchas veces antes de encontrar la opción correcta.
jueves, 6 de diciembre de 2012
Hasta nunca.
Todavía salgo corriendo escaleras abajo cuando escucho tu risa en la distancia. Me resbalo por las escaleras, me dejo la vida para abrir la puerta y lo único que encuentro es soledad. La calle vacía, el viento burlándose de mí, el invierno a la vuelta de la esquina recordándome que este año voy a pasar frío sin tus abrazos. Cierro los ojos y me siento en el suelo. Me falta el oxígeno, me asfixio, siento que me derrumbo, que me caigo y que ya no me voy a levantar nunca más. Las lágrimas se agolpan detrás de mis párpados, pendiendo de mis pestañas. Tengo que llorar, tengo que hacerlo. Llevo bastante tiempo siendo fuerte, aguantando las ganas de salir corriendo, de escapar de mi vida. Esta vida que hace tanto que no tiene sentido.
Me levanto de un salto, abro la puerta y corro escaleras arriba. Entro en el cuarto y me dejo caer en la puerta ya cerrada. Me resbalo hasta quedarme sentada. Y lo hago. Y rompo a llorar. Cuánto lo necesitaba, cuánta falta me hacía. Y grito y le doy puñetazos a todo lo que pillo hasta hacerme puré la mano. Pongo la música a todo volumen e intento relajarme. Cuento hasta diez y poco a poco me voy serenando. No es suficiente. Esto no es suficiente. Esta no es la vida que yo quería, esto no es lo que yo me esperaba.
Mi mano se ha convertido en algo bastante feo. Me lavo la cara, me peino con fuerza, como si haciéndome daño pudiese despertar de esta horrible pesadilla que me persigue. Me curo la mano con cuidado, intentando no desmayarme con la visión tan horrenda de la sangre. Tampoco era para tanto. Solo tengo unos cuantos rasguños en los nudillos y la mano hinchada. Se va a poner morada pero no me importa.
Me pinto, cojo el bolso y salgo a la calle. ¿A dónde voy? No lo se.
No voy a escapar, aunque me encantaría. Voy a enfrentarme a todo esto y voy a seguir siendo fuerte.
Me voy a olvidar de todas esas mentiras que me contabas, de todos esos susurros a media voz. Voy a sacarte de mi vida, de mi mente, de mi corazón. Lo juro.
Sigo andando hasta tropezarme con una conocida. Me mira con tristeza, casi con pena. Genial, ya todo el mundo lo sabe. Todo el mundo sabe lo hijo de puta que has sido y como has jugado conmigo.
+¡Eh!, ¿qué tal estás?
Pues, ¿sabes qué? Nadie se va a dar cuenta de lo que siento, de como estoy, de lo hecha polvo que me has dejado.
-¿Yo? Genial.
Me voy con una medio sonrisa en los labios, con la tristeza amenazando con asomarse tras mis pupilas y con mi orgullo lo suficientemente alto como para reprimirla.
martes, 4 de diciembre de 2012
Eh, te quiero.
La vida es una continúa sorpresa. Un día estás echando de menos hasta la respiración de una persona y al día siguiente estás hasta las trancas por alguien que te ha regalado el mundo en una sonrisa.
lunes, 3 de diciembre de 2012
No me quieras.
Nunca me han gustado las cosas fáciles. Siempre he ido directa a lo imposible, a lo que de verdad cuesta. A apostar y a ganar. A perder de vez en cuando.
Así que, como no, me enamoré del más difícil. Del que ya tenía su vida resuelta, con ella.
Y jugué sucio. Siempre he sido muy egoísta. Nunca me ha importado lo que el resto quisiera, solo importo yo.
Él me dejó seguir. No se apartó, así que la culpa no solo la tengo yo.
Y aquí estamos yo, mis ganas de hacerlo mío y él.
Alargo la mano y le acarició el pelo. No se aparta, y me mira confuso.
De repente, así sin más, se me ocurre algo. Algo muy egoísta. Le tomo de la mano y lo llevo al callejón más oscuro de la ciudad. Él se deja guiar sin replicar. Sabe lo que quiero, sabe lo que busco. Sabe lo que siento.
Me dejo caer en la pared y agarrándolo de la americana lo acerco a mí.
-No sé si esta bien lo que voy a hacer, pero voy a hacerlo. Porque quiero.
Y sin darle tiempo a contestar lo beso. Lo beso acercándolo más hasta que noto su corazón tan acelerado como el mío.
Me retiro un poco y percibo todo lo que está sintiendo en sus ojos azules. Es una afirmación.
Sin esperar nada más le desabrocho el botón del pantalón con manos temblorosas.
Al notar el temblor de mis manos, las aparta y me levanta la barbilla con una de sus fuertes manos.
+Te quiero. Quiero estar contigo. Siempre.
No se porque al escuchar esto me asusto y vuelvo a besarlo para que no pueda seguir hablando.
Después de lo que pasó aquella noche y de todo, desaparecí. Nunca volví a verlo.
domingo, 2 de diciembre de 2012
Tu mirada y la mía en guerra fría.
Era una partida difícil. Tenía todas las de perder, pero seguía apostando. Lo tenía en frente, con todas las miradas puestas en nosotros, y con sus ojos mirando fijamente los míos. De vez en cuando le daba una calada al cigarro que tenía medio consumido entre los dedos de su mano izquierda.
Se le notaba a leguas las ganas que me tenía. No hacía más que mirar mis ojos, oscuros como la noche, y cuando pensaba que no lo estaba viendo, su mirada se perdía en los contornos de mi cuerpo, en las curvas que aquel vestido me hacía. En mis piernas expuestas a su mirada. Yo lo notaba y sonreía, confiada. Apostaba alto cada vez que sentía su mirada perdiéndose cuello abajo.
Me encantaban sus miradas y cada vez que sus ojos miraban hacía otra persona, con descaro, me inclinaba sobre la mesa para quitarle el cigarro y darle una calada. Lenta, mientras nuestros ojos se encontraban de nuevo. En el tiempo en que me inclinaba, notaba todas las miradas puestas en mí y en el prominente escote que dejaba entrever partes de mi cuerpo capaz de hacer caer al hombre más hombre a mis pies. Cuando notaba su mirada, me erguía y volvía a apostar.
En una de esas apuestas altas, él, seguro de si mismo, se inclinó hacía mí. Yo, instintivamente, me dejé caer un poco más en la silla, mientras el vestido se me subía un poco más. Le dio la última calada al cigarrillo y el humo se convirtió en una barrera que me impidió verlo por unos segundos.
+Este juego se está volviendo algo aburrido. Deja de apostar tan alto y apostemos algo más...divertido.
Lo dijo con tono seductor, casi gracioso. Me erguí en la silla y acerqué mi rostro al suyo. A un suspiro de un beso.
-¿Qué propones, casanova?
Sonrío con una sonrisa perversa, pícara. Se pudo notar la subida de temperatura de nuestros cuerpos.
+Veamos, si gano yo, te vienes conmigo y esta noche me perteneces.
-¿Solo esta noche?
Le brillaron los ojos por un solo segundo y su mano buscó la mía. Cuando sentí el roce de su mano, aparté la mía sin dejar de mirarlo. Se me ensanchó la sonrisa.
+Todas las que quieras, muñeca.
Le miré confiada, segura de lo que estaba diciendo.
-Me parece justo, pero si gano yo, desapareceré de tu vida y jamás volverás a verme.
Ni si quiera se le borró la sonrisa y su mirada se hizo mucho más seductora.
Una pequeña multitud empezó a acumularse alrededor de nuestra mesa.
+Me parece justo.
Se volvió a echar hacía atrás mientras se remangaba las mangas de la camisa hasta los codos.
La partida se hizo mucho más interesante ahora que la apuesta era yo. Puesta la última carta sobre la mesa, llegó el momento de enseñarlas.
Yo no tenía nada, solo apostaba por poder seguir sintiendo su mirada sobre mí. Él enseñó sus cartas. Escalera.
Se levantó de su silla y me tomó de la mano, levantándome de la silla.
Se acercó a mi oído y me susurró:
+Ahora me perteneces, madame.
-Solo esta noche.
Empezó a reírse, mirándome de arriba a abajo mientras sus ojos brillaban de manera alarmante.
+¿No eran todas las que quisiera?
-Eso lo tendré que decidir yo.
Se acercó para darme un beso, pero yo perversamente, me retiré, dejándolo colgado.
La gente empezó a reírse y él me miró de manera interrogante.
-Te espero fuera, casanova - le dije mientras le guiñaba el ojo derecho.
Salí del bar con paso decidido, sintiéndome la reina de todo, porque podía. Porque lo era.
No tardó ni cinco minutos en estar detrás de mí.
Me agarro por la cintura y cuando me dí la vuelta me plantó un beso en los labios.
Cómo me gustaba ese hombre y como me gustaba saber que lo tenía a mis pies, que me pertenecía. Si yo decía ven, él iba a venir. Si yo decía aquí, aquí iba a estar. Que fácil que son los hombres...
Se le notaba a leguas las ganas que me tenía. No hacía más que mirar mis ojos, oscuros como la noche, y cuando pensaba que no lo estaba viendo, su mirada se perdía en los contornos de mi cuerpo, en las curvas que aquel vestido me hacía. En mis piernas expuestas a su mirada. Yo lo notaba y sonreía, confiada. Apostaba alto cada vez que sentía su mirada perdiéndose cuello abajo.
Me encantaban sus miradas y cada vez que sus ojos miraban hacía otra persona, con descaro, me inclinaba sobre la mesa para quitarle el cigarro y darle una calada. Lenta, mientras nuestros ojos se encontraban de nuevo. En el tiempo en que me inclinaba, notaba todas las miradas puestas en mí y en el prominente escote que dejaba entrever partes de mi cuerpo capaz de hacer caer al hombre más hombre a mis pies. Cuando notaba su mirada, me erguía y volvía a apostar.
En una de esas apuestas altas, él, seguro de si mismo, se inclinó hacía mí. Yo, instintivamente, me dejé caer un poco más en la silla, mientras el vestido se me subía un poco más. Le dio la última calada al cigarrillo y el humo se convirtió en una barrera que me impidió verlo por unos segundos.
+Este juego se está volviendo algo aburrido. Deja de apostar tan alto y apostemos algo más...divertido.
Lo dijo con tono seductor, casi gracioso. Me erguí en la silla y acerqué mi rostro al suyo. A un suspiro de un beso.
-¿Qué propones, casanova?
Sonrío con una sonrisa perversa, pícara. Se pudo notar la subida de temperatura de nuestros cuerpos.
+Veamos, si gano yo, te vienes conmigo y esta noche me perteneces.
-¿Solo esta noche?
Le brillaron los ojos por un solo segundo y su mano buscó la mía. Cuando sentí el roce de su mano, aparté la mía sin dejar de mirarlo. Se me ensanchó la sonrisa.
+Todas las que quieras, muñeca.
Le miré confiada, segura de lo que estaba diciendo.
-Me parece justo, pero si gano yo, desapareceré de tu vida y jamás volverás a verme.
Ni si quiera se le borró la sonrisa y su mirada se hizo mucho más seductora.
Una pequeña multitud empezó a acumularse alrededor de nuestra mesa.
+Me parece justo.
Se volvió a echar hacía atrás mientras se remangaba las mangas de la camisa hasta los codos.
La partida se hizo mucho más interesante ahora que la apuesta era yo. Puesta la última carta sobre la mesa, llegó el momento de enseñarlas.
Yo no tenía nada, solo apostaba por poder seguir sintiendo su mirada sobre mí. Él enseñó sus cartas. Escalera.
Se levantó de su silla y me tomó de la mano, levantándome de la silla.
Se acercó a mi oído y me susurró:
+Ahora me perteneces, madame.
-Solo esta noche.
Empezó a reírse, mirándome de arriba a abajo mientras sus ojos brillaban de manera alarmante.
+¿No eran todas las que quisiera?
-Eso lo tendré que decidir yo.
Se acercó para darme un beso, pero yo perversamente, me retiré, dejándolo colgado.
La gente empezó a reírse y él me miró de manera interrogante.
-Te espero fuera, casanova - le dije mientras le guiñaba el ojo derecho.
Salí del bar con paso decidido, sintiéndome la reina de todo, porque podía. Porque lo era.
No tardó ni cinco minutos en estar detrás de mí.
Me agarro por la cintura y cuando me dí la vuelta me plantó un beso en los labios.
Cómo me gustaba ese hombre y como me gustaba saber que lo tenía a mis pies, que me pertenecía. Si yo decía ven, él iba a venir. Si yo decía aquí, aquí iba a estar. Que fácil que son los hombres...
sábado, 1 de diciembre de 2012
Estoy contigo en el olvido.
Buenos días pequeño. No se dónde estarás, ni con quién, ya que no tengo derecho a saberlo. Perdí el derecho hace mucho, aunque eso, ahora mismo, en estos momentos, no me preocupa. Solo quería que supieras que...nada, que te echo de menos. He aprendido mucho desde que no estás, e incluso te sorprendería saber que ya no soy tan cabezota. No quiero que pienses que te escribo esto para decirte que quiero que vuelvas, aunque en el fondo si que quiero. Pero he podido con cosas peores, esto no es nada. Se que el echarte de menos no ayuda y que el pensar en ti, en ocasiones hace que me hunda, pero soy fuerte. Tú lo dijiste una vez, que yo era una de las personas más fuertes que habías conocido nunca. Aunque siento decirte que no lo soy tanto. Me derrumbo muy fácilmente, pero, ¿sabes una cosa? Desde que dijiste eso de que te gustaba que fuera fuerte, hago hasta lo imposible por no venirme abajo.
Esta mañana he estado mirando todas las fotos que tengo en las que salimos juntos. Parece que en lugar de unos cuántos meses, han pasado años. Sin embargo, ya no me pongo a llorar cuando las miro, al contrario, la sonrisa me sale sola. Fueron buenos momentos, muchos sentimientos en muy poco tiempo. Vale la pena recordarlos.
Lo último que voy a decirte es que recuerdes que eres lo mejor. Siempre. No permitas que nadie te diga lo contrario. No pienses que he cambiado de opinión. Nunca dejaré de verte como lo que eres, el mejor entre los mejores.
-Tuya, incluso en el olvido.
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