jueves, 27 de diciembre de 2012

Búscame.

Hoy he decidido sentarme a escribir, a dejar vagar la mente y, como siempre, he pensado en amor. Y he pensado en ti. En ti y en tu peculiar manera de hacerme ver el mundo, de jugar con mis sentidos, de perderte en mis labios. Cuanto daño me han hecho las malditas palabras, que hoy, por suerte, juegan a mi favor. Cuantas noches, suplicando un nombre, rezando a las estrellas, a lo que diablos haya ahí a fuera para que regresara. Que volviera a mi lado, que me abrazara y me dijera que no podía vivir sin mí. Cuantos días acompañada de la soledad como fiel consejera, como testigo de mis miedos ocultos, de mis desvelos en mitad de la noche. De mis lágrimas por las sábanas, recordándome, una vez más, que estaba sola. Que no había nadie que se preocupara por mi bienestar, por mis sonrisas, por mis pesadillas. Nunca había estado más sola en mi vida. 
En esos momentos tuve razones más que suficientes para venirme abajo, para no volver a ver la luz del sol y ahogarme en una botella que siempre me esperaba encima de la mesa, preparada para ser consumida, pero no. En lugar de eso me levanté y renací de mis propias cenizas. Me levanté como una montaña que jamás podrás alcanzar. 
Y aquí está el premio. Tú en medio de la habitación, medio desnudo, mirándome con la mirada más profunda que he visto en mi vida.
Sonríes y malditas las ganas que tengo de comerme esa sonrisa.
Alza una ceja y me mira, desafiante.
+¿Vienes o voy a por ti?
Respondo con la misma mirada de desafío, mientras me suelto el pelo.
-Ven a por mí, valiente.
Y cerro la puerta.


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