La deje ir hace mucho tiempo. Demasiado. Aunque me pese, he de reconocer que fue culpa mía. Yo la deje marchar. Yo deje que se alejara para siempre. Yo le hice daño. Yo, yo, yo...Yo nunca conseguí olvidarla, pero aprendí a vivir con ello. A sobrevivir recordando su sonrisa, sus ojos, sus besos, su voz en mitad de la noche.
A pesar de los años, todavía no he olvidado el sonido de su voz, la sensación que sus caricias dejaban sobre mi piel, incendiándola; el color exacto de sus ojos todavía me persigue en sueños. No voy a decir que nunca he estado con otras mujeres, pero la verdad, la única verdad, es que mis pensamientos siempre han sido de ellas. Las demás eran las otras, ella la auténtica, la única, la verdadera. La primera y la última. El amor de mi vida, supongo.
Mi vida iba igual, monótona, hasta que el destino, ese pequeño indeseable, decide cruzar nuestros caminos. Una vez más.
Y la vi. Estaba en la acera de enfrente, en una ciudad que nada tenía que ver con nosotros, lejos de casa, perdidos por el mundo. Y ahí estaba ella. Físicamente seguía siendo la misma, pero yo la veía diferente. Había cambiado.
Sin pensármelo, crucé la calle y la pare. Al mirarla de frente, vi en ella una segunda oportunidad, una maniobra del destino o de lo que fuera para que enmendara mis errores. Para volver a ser dos, después de tanto tiempo.
Se sorprendió al verme y al principio pensé que no me reconocería, pero no me decepciono.
+Cuánto tiempo.
Sonrío y me entraron ganas de llorar. Como había echado de menos esa sonrisa...
La invite a tomar un café y hablamos. Me contó parte de su vida, sus logros, sus caídas. Prácticamente había logrado casi todo lo que se había propuesto y eso hizo que sintiera una punzada de orgullo.
Cuando ella terminó de hablar se hizo el silencio y mi cerebro me traicionó.
-Te he echado de menos. Te he echado muchísimo de menos.
Ella levanto la mirada de su café y pude sentir como se tensaban todos sus músculos y como su sonrisa se hacía más pequeña. Quise alargar mi mano y agarrar la suya, sentir su tacto después de tantísimo tiempo, pero no me atreví.
+Yo también te eché mucho de menos, pero aprendí a vivir sin ti.
Ignorando ese comentario le dije algo que no le había dicho a ninguna mujer desde que ella desapareció de mi vida.
-Yo todavía te quiero. No te he olvidado.
De repente ella se volvió fría, distante.
+Ya es muy tarde para eso ¿no crees? ¿Cuántos años han pasado? Muchos. Tengo mi vida hecha, mi camino tomado. No fuiste un error, eso tenlo claro, pero me hiciste daño. Yo mataba por ti y tú me mataste a mí. ¿Sabes cuánto me ha costado confiar en alguien después de lo nuestro? No te puedes hacer a la idea de cuanto. Pasé unos años asquerosos, llorando cada dos por tres, haciéndome la fuerte, intentando desesperadamente no echarte de menos...Hasta que un día lo superas. Aprendes que el pasado no vuelve, y que lo importante esta delante. Y así, poco a poco, aprendí a vivir sin ti, a no pensar en ti, a enamorarme de nuevo.
Sentí como mi mundo volvía a partirse de nuevo. Volvía a perderla.
-¿Hay otra persona?
+Sí.
-Entonces no tengo nada que hacer, ¿verdad?
+No, lo siento. Tu oportunidad pasó hace mucho, y yo te lo advertí. Te advertí de que si me iba, era para siempre. No ibas a tener otra opción, porque desaparecería de tu vida, y aún así, me dejaste marchar. Esas eran las consecuencias y tú las aceptaste. No te quejes ahora, al cabo de los años.
Me quede callado, mirándola. Cuanto la había amado, cuanto la amaba. La deje marchar hace mucho tiempo, no tenía derecho de reclamarla ahora, al cabo de los años. Ella movió los labios, estaba diciendo algo, pero no pude oírla con el sonido de mis pensamientos.
Se levantó y diciendo algo, supongo que una despedida, se marchó con esos andares que tantas veces me habían llevado a la locura.
Desde ese día, no he vuelto a ser el mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario