Los humanos somos impredecibles. Tendemos a enamorarnos con tanta facilidad que nuestro corazón queda expuesto, sin más. Luego nos quejamos cuando nos hacen daño. Por desgracia, también somos de los que prometemos y juramos sin ton ni son. La verdad es que en realidad no sabemos lo que decimos. No nos damos cuenta de la magnitud de muchas cosas que proclamamos. Un "te quiero" o un "te amo" no se puede decir a la ligera. ¿Cómo vas a decirle a alguien que le quieres si al otro día ya no recuerdas su nombre? Eso no está bien. Lo peor es que yo no puedo decir que no lo haya hecho, porque sí, soy culpable. He prometido demasiado y luego he salido corriendo cuando el peso de mis promesas podía conmigo. He cometido muchos fallos, y lo siento. No he querido romperle el corazón a nadie, ni ver lágrimas por mi culpa, pero he de decir, que todo eso me ha tocado a mí. El karma, o lo que sea. Me han hecho daño y me han prometido más de la cuenta. Sin embargo hay algo que sí que he prometido y he cumplido. Quizás sea la promesa, que en estos momentos, me pesa más que otra cosa. Dejarte ser feliz. Encontrar la felicidad en otra persona. Eso me lo prometí a mí misma hace dos años. Dos años en los que no me he acordado de ti ni una sola vez. Hasta ahí todo bien... Y nos volvemos a ver. Y tú me abrazas. Y me dices, lo de "Ey, sigues tan guapa como te recordaba"
Ala, corazón, supera eso sin que los latidos empiecen a descontrolarse.
Y lo miro a los ojos. Tan azules como en mis sueños. Tan azules como cuando navegaba en ellos. No ha cambiado. Sigue siendo el mismo, pero yo...Yo,¿qué?
Yo he vuelto a perderme en sus abrazos de oso...
Me prometí hace tanto tiempo dejarte marchar porque ya no había nada, y ahora ya no soy capaz de cumplir esta promesa.
Es hora de abrir el corazón y descubrir lo que quiero.
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