Adicción. Algo más fuerte que el amor que nos hace perder la cabeza.
Reconosco que yo siempre he pensado que la adicción era difícil de sentir pero estaba muy equivocada.
Al principio pensé que era amor. Amor del fuerte, del que se te clava en el corazón y cuando sufres, te duele hasta los huesos.
Pero no. Era algo más. Algo mucho más fuerte, que me hacía quedarme embobada en su cara cada vez que lo tenía cerca, que pensará en él tanto de día como de noche hasta en sueños, que deseara tus besos cada vez con más ganas, que supìera exactamente el color de tus ojos y de tu pelo, que reconociera tu figura incluso a kilómetros de distancia, que entre más de mil perfumes reconociera el tuyo, los distintos tonos de voz que utilizas cuando esta cabreado o cuando esta de muy buen humor, que me pareciera encantador hasta el movimiento de su pelo, que su sonrisa me dejara sin aliento, que cuando me tocaba me ardía la piel, que cuando me abrazaba me moría porque sé que sabía que yo lo necesitaba... Todo eso me hizó darme cuenta de la realidad. De que no era amor. No, era más que eso. Era una gran adicción.
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