jueves, 28 de febrero de 2013

Siempre hay alguien esperando por ti.

Ella pensaba que no valía, que nadie podría quererla jamás, que no conocería nunca a la persona indicada y que la soledad siempre sería su más fiel compañera.
Él pensaba que ninguna chica podría quererlo porque era diferente, porque era raro, porque nadie había visto dentro de él. Pensaba que todo eso del amor era un cuento.
Entonces fue cuando el destino hizo de las suyas. Y sus caminos se chocaron. Se chocaron, se entrelazaron, se hicieron uno en el mismo instante en que ella sonrío y en el que él la miró a los ojos. 
Y ¿sabéis que pasó? Que fueron felices y comieron perdices. Saldaron todos esos obstáculos que la vida les puso, pero lo hicieron juntos. No dejaron que nada les separara, que nadie se interpusiera, que les hicieran daño. 
Siempre hay alguien esperando por ti, para ti, destinada a hacerte feliz. No esperes que te encuentre, porque puede que en este mismo instante, esa persona te este buscando desesperadamente, y si no te pones en movimiento tú también, difícilmente podréis encontraros.

<<Sólo soy una más de cientos>> pensó ella.
<<Sólo soy uno más del montón>> pensó él.

lunes, 25 de febrero de 2013

No eres tú quién falló y ahora cumple condena; no eres tú nena, el que está así soy yo.

La conocí por casualidad, buscando un lugar donde ampararme de todos esos días malos que me perseguían. La conocí de repente y fue la luz que alumbró todo aquello que creía perdido. La conocí y encontré el horizonte, se convirtió en mi norte, en mi sur, mi este y mi oeste. La aguja del reloj que marcaba la hora exacta del momento indicado, esa era ella. Como un tatuaje imborrable, la llevo marcada a fuego en cada poro de mi piel, en cada suspiro, en cada inspiración de mis pulmones. Su nombre como talismán, como amuleto de la suerte capaz de alejar de mis noches todas esas pesadillas que no me dejaban dormir. Sus labios como la tentación más dulce que me hacen desear con fuerza amarrarte a mí para siempre. 
El rubio de su pelo, el castaño de sus ojos, el tacto de sus manos, el olor de su cuerpo, aquellos sujetadores de encaje que se ponía para hacerme sufrir, ahora me persiguen en sueño, suplicando que vengas y que todo vuelva a ser como antes.
Recuerdo su sonrisa y me acuerdo de las veces que sonrío gracias a mí. La de veces que le sequé las lágrimas cuando se venía abajo, cuantas noches tranquilizándola cuando yo estaba peor que ella.
Luchamos y luchamos pero no sirvió de nada, tú te cansaste antes que yo y eso que me juraste que estarías siempre a mi lado.
Un te quiero sin respuesta, un beso perdido a mitad de camino hacía tu boca, una sonrisa que ya no me pertenece, que ya no sonríe por mí. Ya no mueres por mí, ya no luchas por verme, ni por nosotros. Abandonaste cuando solo estábamos empezando. Me dejas hecho trizas y aún así, tengo el coraje de venir aquí y decirte que, aunque te vayas y no vuelvas, aunque no me mires, aunque ya no me sientas, yo todavía escucho tu respiración atrapada en las paredes de mi habitación, tu melena rubia ondeando al viento es mi visión favorita y tus labios...Tus labios me han condenado a la más eterna espera de un "y yo" o un "yo no" que parece no llegar nunca.

sábado, 16 de febrero de 2013

Los amores más breves suelen ser los más eternos.

Y abro los ojos y recuerdo que ya no estás. Que aquella historia terminó hace muchísimo tiempo. Fue hace tanto y aún te tengo presente. Que cicatriz más profunda me has dejado...
Me siento y me tapo la cara con las manos. No recordaba un sueño tan vivido como este. Supongo que si pareció tan real es porque en realidad fue cierto. Fue cierta aquella tarde en la playa, aquella noche paseando bajo las estrellas, aquellos besos olvidados en la comisura de mis labios que tú rescataste. Todavía siento el tacto de tus manos por mi cuerpo, la suavidad de tu pelo, el brillo de tu sonrisa en medio de toda aquella oscuridad que me envolvía. Me muerdo el labio deseando que seas tú el que lo hiciera. Y maldita sea mi suerte que todavía recuerdo tus palabras, que todavía siento tu aliento contra mi cuello, el sonido de tu risa casi celestial. 
Me revuelvo en la cama y los recuerdos me aprisionan. Tú tomando el sol, tú mirándome desde lejos, tú acercándote despacio, aprisionando a tu presa. Tú enfadado, tú sonriendo al espejo mientras me abrazabas, tú regalándome besos fugaces en el pelo, tú perdido por mi cuerpo, tú susurrando mi nombre, tú robándome besos en mitad de cada discusión, tú bajo la ducha, tú en la cama, tú dormido, tú apretándome contra la pared, tú abrazándome...Tú, tú, tú. Siempre tú; siempre tú conmigo. 
Y no tengo otro pensamiento que no sea respecto a ti, ¿cómo pudo pasarnos todo aquello? ¿Cómo pude vivir sin haberte conocido? ¿Cómo he podido seguir viviendo sin ti?
No puedo evitar susurrar tu nombre, despacio, casi implorando volver el tiempo atrás, buscarte, que aparecieras ahora mismo. Cierro los ojos y se me cae el mundo encima cuando vuelvo a pensar en tu cuerpo, en aquellos "No sé que haría sin ti" "No te vayas, por favor" "Desde que te conozco dependo de ti como del aire. Eres una droga bastante adictiva" 
Recuerdo aquel te quiero gemido contra tu cuello, aquellos ojos grises que reflejaban todo el dolor del mundo. Y me acuerdo de mí acariciando tu cuerpo, embelesada con tu perfección, aquellas noches donde yo me quedaba dormida sobre tu pecho...Sin embargo, también recuerdo todo lo malo. Todos tus celos, todas aquellas mentiras a medias, aquellos días chillándonos hasta llorar, hasta chocarnos con el muro de nuestras diferencias. Ese muro que construimos y que de la noche a la mañana se nos cayó encima. 
"Te quiero, maldita sea. Por supuesto que te quiero, pero esto nos viene grande. Tú me vienes grande. Yo ya no soy suficiente para ti y, sinceramente, ya no se si quiero seguir arriesgándome para nada."
El corazón se me vuelve a romper al recordar aquellas palabras que dijiste la última vez que nos vimos. 
Desde ese día me limité a sobrevivir, dispuesta a seguir manteniéndome con vida. Pero nunca me propuse olvidarte, sabía que no lo lograría, que no sería capaz de sacarte de mi mente. Y tuve razón. 
Todavía tengo las fotos, todavía las miro cada noche antes de ir a dormir y todavía lloro hasta quedarme dormida pensando que estarás haciendo, si estarás bien o no, si me echarás tanto de menos como yo a ti, si recordarás mi nombre...Si estás con otra ya. 
Estoy rota, rota en mil pedazos y en cada uno de ellos está escrito tu nombre. 
Una vez te dije que era tuya por encima de todo y de todos, que te pertenecía y que te querría siempre. No te mentí.

jueves, 14 de febrero de 2013

¿Qué me quedaría?

Si ahora mismo te fueras no se, con exactitud, lo que echaría más de menos. Tal vez tu mirada de entendimiento cuando las cosas se ponen difíciles, tu sonrisa de "no te preocupes, yo estoy aquí y no me pienso marchar"; Quizás echara de menos tus manos, que aprietan las mías cuando paseamos por la calle. No se, tal vez extrañaría tus besos de queroseno, o tu risa contagiosa. Echaría de menos tus caricias en mitad de la noche, tus discusiones que siempre terminan en risas. La forma en la que te muerdes el labio que siempre supera mi autocontrol, los lunares de donde terminan tu espalda, el verde de tus ojos, el castaño de tu pelo. Echaría de menos tu caminar, rebosante de energía, tu voz infantil. El perfume que desprende tu cuerpo cuando me acerco. El sonido de esos te quieros descuidados que se te escapan entre suspiros. 
No se exactamente que echaría de menos, pero ¿para qué mentir? Te echaría de menos a ti entera.

sábado, 9 de febrero de 2013

Princesas del siglo XXI

Las princesas siempre andan bien peinadas, con la cabeza alta para que no se le caiga la corona, los tirabuzones rubios ondeando al viento, los vestidos largos hasta el suelo. Las princesas siempre contestan a todo con una sonrisa sin importar lo que les digan. Las manos siempre enguatadas y los ojos enmarcados en pestañas larguísimas que se mueven con coquetería a la mínima insinuación. Las princesas llevan tacones de cristal que pierden en las escaleras a las doce de la noche. Las princesas esperan siempre la llegada de un príncipe azul que, casualmente, siempre aparece.
Que concepto de princesa más aburrido. Yo tengo otro mucho mejor.
A las verdaderas princesas les da igual si van bien peinadas o si tienen los pelos como una loca. Siempre llevan la cabeza alta, pero para que no se les caiga el gorro. El pelo largo o corto, da igual, pero siempre peleando con el viento porque se nos viene a la cara. De vestidos nada, vaqueros y sudaderas anchas. Las verdaderas princesas responden a todo con una respuesta que deje sin palabras, irónica, inteligente. Guiño de ojo y media vuelta.
Los ojos pintados disimuladamente para que resalten poco. Las princesas de verdad no quieren insinuaciones: o te lanzas o te lanzas. Los tacones de cristal eran demasiado incómodos, así que converses que si se pierden, recorremos medio mundo en su busca. Las princesas no acuden a bailes estúpidos, ellas se quedan en casa jugando con la consola. Y lo más importante: las princesas de verdad no esperan a un príncipe azul que no llega nunca. Se lanzan a su búsqueda y besan a miles que se convierten en sapos. Las princesas de verdad acaban enamoradas hasta las trancas del malo del cuento.
Y luego os preguntáis el porqué no encontráis una princesa, pero siendo sinceros, ¿qué tipo de princesa estabais buscando?


 

jueves, 7 de febrero de 2013

Por amarnos así, por odiarnos tanto.

No se lo que nos faltó, quizás las ganas de amar o fue que nos amamos más de la cuenta. Quizá fue tu cuerpo enredado entre las sábanas lo que me motivaba a seguir adelante, la de vueltas que le dimos a las cosas, a las sábanas, a los te quieros que empezaban a agobiarnos la vida. No lo se, pero a veces, pienso que tus pasos nunca se acompasaron a los míos, siempre por detrás, siempre lentos, deseosos de conocer el universo. Quizás fue que nos dimos todo en muy poco tiempo, que cuando las ganas de ti eran demasiado fuertes, cualquier sitio era bueno. Nunca nos paramos a contemplar el mundo, íbamos demasiado deprisa, demasiado suicidas. Demasiado jóvenes, decían. Tenían razón. No sabíamos querernos, pero tampoco sabíamos odiarnos. Siempre acabamos enfrascados en una discusión estúpida que se solucionaba con gemidos ahogados bajo las sábanas de la cama. Presa de tus labios, vivía contando los segundos para volver a verte, para volver a perderme por tu cuerpo, volver a sentirme pequeña entre tus brazos. Y quizás fue eso lo que nos destruyó: que el deseo era mayor que el amor. No había momento del día que yo no pensará en tu cuerpo sobre el mío, en tu boca raptando por mi cuerpo, en mis manos, inexpertas, por tu pelo. 
O eso pensaba yo. Pensaba que el amor se nos había agotado de tanto hacerlo, que ya no había nada más que deseo. Cuando las discusiones se hicieron incesantes pensé que llevaba  razón. Ingenua de mí. Nuestro amor era algo así como el deseo en estado puro. Lujuria extrema, pasión incandescente, amor escondido tras una mirada de entendimiento. No lo supimos ver. Y aquí estamos, otra vez.
+No se olvidarte.
Paseo las yemas de mis dedos por su pecho, deseosa de perderme por él.
-Yo tampoco.
Me acaricia el pelo y me da un beso fugaz en la frente.
+Tampoco se quererte.
Levanto la mirada y me recreo en esos ojos verdes que me devuelven la mirada, penetrante.
-Ni yo.
+Esto se nos va de las manos. Cada día me pesa más, ¿si no sabemos querernos por qué seguir así?
-Porque tampoco sabemos odiarnos. Si te vas ahora, dime la verdad, ¿no volverías mañana?
+Mañana y todos los días. No se vivir sin ti. 
-Pues ya está.
Me coloco encima de él y le aprieto las manos contra la almohada. Sonrío, poderosa.
Y así acaban todas nuestras discusiones, todos nuestros problemas. Es cierto, no sabemos como querernos, nos pasamos toda la vida discutiendo por todo. Tampoco sabemos como seguir el uno sin el otro. Amor-odio a partes iguales. Sobreviviendo cada día intentando que el otro no se vaya, que no se de por vencido, que luche por odiar y amar todos los días de su vida.
  

domingo, 3 de febrero de 2013

Ya no te necesito.

Solía ser la típica tía de "amor eterno", de sexo por amor y de "los para siempre existen". Yo era de esas. La tía más romántica del mundo, la más sensible. Me dejaba la piel en cada te quiero que le decía. No creía en las despedidas, pensaba que podíamos ser eternos. Pero la vida te cambia. La vida y los tíos como tú. Me dieron el mayor palo de mi vida, y yo, la romántica, la sensible, la buena, se transformó de la noche a la mañana, en la fría, la mujer de hierro, la reina de las nieves. Me acuerdo de todas esas peleas, de todos esos días llorando, a tu lado, y tú ignorándome. Me acuerdo de las noches tragando techo, pensando que las cosas todavía tenían solución, que había algo, quizás algo pequeño, por lo que luchar. Me equivoqué. Me dí cuenta de que no había nada, nada me ataba a ti, ni si quiera nuestros sentimientos. 
Yo me alejé, yo me deje la vida para subsistir cada amanecer, yo me mordía la mano cada vez que me acordaba de ti y sentía las lágrimas pendiente de mis ojos. Yo me levanté como pude, yo borre todo lo malo que tenía de ti, yo intenté salir adelante con todas mis fuerzas. Yo me hice de hierro y me convertí en la torre más alta, en la inalcanzable. Me convertí en todo lo que un día odié. Todo para que no volvieras jamás.
Pero volviste. Volviste a pesar de que decías que jamás volverías, que estabas cansado de mí. Volviste y fracasaste. 
+Te echo de menos. No sé vivir sin ti.
-Vaya, vaya, el que decía que nunca iba a volver...Que vueltas que da la vida ¿verdad?
+En serio, déjate de tonterías, quiero volver contigo, quiero que seamos felices de nuevo.
-¿Felices? Que gracioso. Yo ya soy feliz. Sin ti. Ya no te necesito.
+¿Ya no me quieres?
Abrí los ojos y pensé seriamente lo que iba a decirle. ¿Le quería? ¿Cómo podía querer a alguien capaz de haberme destrozado la vida, el alma, el corazón, la sonrisa? Lo miré fijamente y su mirada ya no me provocó aquel cosquilleo que antes nunca se marchaba. Ya no me perdía en ella. ¿Le quería? Solté la respuesta antes de que se me pasara por la mente.
-No.
Pude ver la decepción en sus ojos, el alma rompiéndose igual que a mí se me rompió en su día. Agacho la cabeza, se alejo dos pasos y apretó los puños.
+Entonces no hay nada más que hacer, no hay ninguna posibilidad de volver a ser lo que fuimos ¿verdad?
-No. Aunque te quisiera, tampoco la habría. Deja de insistir y asume que esto esta muerto. Se acabado para siempre.
+Solo intentaba recuperar a la persona que quiero...
-Pues déjalo, esa persona no está. Se murió. Tú la mataste.
+No te puedes hacer a la idea de cuanto lo siento.
-Yo ya no lo siento. 
Dicho esto me dí la vuelta y empecé a caminar hacía delante. No me volví ni una sola vez. Aquel encuentro con el pasado me había hecho el doble de fuerte. Si había superado eso, podría superar cualquier cosa. Por primera vez en mucho tiempo pensé que las cosas podrían cambiar, que irían a mejor. Era feliz.